XVIII

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Estaba a punto de completarse el segundo mes desde aquella desastrosa noche.

Y Ae se pasó sus días huyendo como un vil cobarde.

Luego de recibir las insistentes muestras de arrepentimiento y, tal vez, intentos de disculpas o posibles explicaciones de Pete, el sólo huyó como cualquier ladrón luego de cometer uno de sus peores asaltos. Como cualquier asesino, luego de cometer un homicidio. Por que él aquella noche quiso matar hasta el más mínimo sentimiento y sensación de todo tipo por el joven que, se adueñaba de él por completo. Aniquiló a punta de balas y dagas, a punta de indiferencia y esquivos tratos, a punta de obligaciones.

Obligó a morir todos sus sentires.

La ternura, conmoción, piedad, dolor, tristeza, delicadeza, la pasión. 

 El afecto por Pete.

O más bien, el pensó que así fue. 

Se trató de convencer de aquello, cuando la realidad era otra.

Durante su primer mes lejos de Pete, se dedicó a razonar, huir y ser un imbécil.

Recibió y recibió, uno tras otro cada uno de los fuertes intentos de reconciliación de Pete. Nunca tuvo el valor suficiente para parársele en frente y hablar, apartando el hecho de que su orgullo le restregaba en la cara que Pete le mintió y le ocultó sus acciones; Ae nunca le surgió el valor suficiente como para enfrentarlo. Se sentía tan miserable, tan pequeño, tan impotente porque nunca se percató de nada y mucho menos se detuvo a pensar aquel día en lo que estaba pasando, como para detener toda aquella tormenta de sucesos y sentimientos que por fin eran liberados.

Independice de que se haya mostrado renuente al evidente sufrimiento del chico, él por dentro se putrefactaba y se caía en mil pedazos.

Hasta ahora, no sabe muy bien que hacer con la insistente pelea de su mente con su corazón, porque el estaba preocupado. El tiempo pasaba tan malditamente rápido, se le calaban los huesos del miedo de perder a Pete para siempre y nunca más volver a estar con él.

Ni besar sus labios.

Ni sentir su exquisita piel.

Ni mucho menos sentir como sus sentimientos los traspasaban y hacían sentir en otro lugar.

Fuera de todo lo físico, el simple hecho de pensar en que no podría volver a sentirse en la nube de sentimientos que emanaba su compañero, lo hace volverse un zombie ambulante.

Por que sí. Ae no sólo ve a Pete como una flor hermosísima e inalcanzable, sino que también lo veía como un posible compañero de vida. Con quien puedas caminar por las tardes, tomar su mano, hablar y dialogar, a veces sin la necesidad de palabras. Por que es un fiel creyente de que no todo se comunica por medio de la voz.

Por que él siempre será de esas personas que comunican sus emociones con acciones, con gestos, con todo lo que tiene y pueda dar de sí misma, lo que esté a su alcance.

Pero hasta ahora lo único que puede comunicar es comparable con un témpano de hielo.

Frío, distante, apático a la verdadera calidez de su antigua vida.


La mezcla de cosas aún después de tanto sigue presente y presentándose como película en su cabeza, ¿A pedido de quién?, pues quién sabe. El solo deja sus pensares adueñarse de su cerebro y caso omiso hace, aún si ahora se encontraba en dirección a su dormitorio, en compañía de su infalible amigo Pound.

---Hubieras visto su cara, un total desastre. Papá solo quería echarme de casa de una vez por todas.--- Soltaba animado Pound mientras caminaban uno al lado del otro, con la bicicleta en el medio.

No era cierto. [Ae&Pete]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora