No era cierto. [Ae&Pete]

XIX

Después de la llamada de la madre de Pete, Tin no dudó ni un segundo en ir en busca de su amigo, mucho menos si tenía que cancelar sus vacaciones por estar al tanto de él. Saber qué era lo que sucedía y por qué la madre de este lo llamaba a él precisamente. Sí, tenía en mente un poco el motivo o más bien los que la señora KoonChai le había dado, pero de todas formas él iba a ir por más. Algo más específico y detallado, que le sacara la sensación de que algo importante pasaba.

En la mañana que llegó donde su amigo, no pudo evitar que su quijada cayera por la sorpresa.

Ese joven frente a él no era el pete que tenía conocido hasta hace poco.

El chico en frente perdió el color de sus labios, ese rojo cereza había sido reemplazado por un color pálido. Su tes blanca ahora era casi como un papel, tan pulcro, tan falto de alguna muestra de colores cálidos, que lo asustaba. Su cuerpo lucía igual, pero dentro del poco tiempo que le tomó acercársele y subir su blusa para comprobar sugestiones, se percató que también estaba aún más delgado.

---T-Tin-

---Oh me dices qué pasa o no querrás saber cómo te obligaré.

Tin no quería sonar duro tampoco severo, mas, si no se ponía como actuaba, aquella cancelación de sus vacaciones sería en vano.

Algo pasaba y no tendría que estar pasando.

Luego de algunos quejidos y molestos ruegos para que por favor se largara, hizo caso omiso y prosiguió con su plan.

No se enteró de nada, pero bien sabía que si aplicaba mucha presión aquel joven frágil frente a él se rompería.

---Pleitos, algunos gritos, nada especial.

Pete siempre le esquivaba sus preguntas.

Tin en respuesta siempre lo regañaba pero nada más que ayudarlo a salir de aquella miseria de estado en el que lo encontró; era lo más importante también. Así que, poco a poco empezó a pasar más tiempo con Pete, con él y su departamento, Pete y su comida, Pete y su baño, Pete y sus pertenencias, con Pete en su cotidianidad. No puede negar que le gustaba, nunca antes por la cabeza se le había pasado que tener más que momentos de solo charla y llamadas con su amigo, no sería tan malo como alguna vez creyó.

Volvió a escuchar su suave risa, sus rubores se hicieron presentes y su rostro ya no estaba tan demacrado. Pete hablaba más y entablaba un charla con él. Su madre venía visitarlo y juntos comían. Se adaptó a la solitaria rutina de Pete, pero lo acompañaba. Nunca creyó que la personalidad de Pete fuese tan dócil y tan dulce, tan... encantadora.

No obstante, mediante pasaba el tiempo, tan rápido como locomotora sin frenos, las preguntas por parte de Tin se fueron dejando a un lado. El gusto de estar con el joven fue creciendo y provocando que estas no fueran tan repetidas, pero el tema seguía presente en la cabeza de Tin. Además, habían ciertos detalles que le llamaban la atención con intensidad. Aparte de su débil alimentación y salida a la luz, cosa que Tin lo ayudaba a mejorar, hubo uno que lo inquietaba bastante. El cómo Pete se volvió esquivo al contacto piel a piel.

Una mañana, casi finalizando el segundo mes de la temporada libre, Tin acudió al hogar de Pete para estar el día junto con él y quizá por la tarde salir a algún lugar cerca, para respirar aire fresco. Pete era un total ermitaño, pero nada había que hacer si no quería salir, Tin no discutiría con él solo para terminar en malos términos o algo; se evitó problemas.

Ese día llegó muy temprano y para no despertarlo, entró con cuidado, dejando los productos que había comprado sobre la mesa. Por lo general Tin no compraría nada para alguna persona, pero junto a Pete este mes, había cambiado; tanto que le atemorizaba un poco. Cierta incomodidad de estar lejos del joven siempre se le instalaba por las noches al tener que dejar su casa o cuando estaba mucho tiempo fuera de su vista. Una incomodidad parecida a la que tubo cuando Can lo dejó.