VIII

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    Pete estaba otra vez parado en la puerta de su hogar. Sin tocar, sin abrir, sin dar un paso, un mísero paso.

   Y ¿Por qué?

   Pues, el miedo lo estaba consumiendo. Sí, miedo. Porque temía de lo que se encontrara dentro, porque ha vuelto a ir por su madre, ella le ha dicho que vaya, que tiene que hablar y ha vuelto a ver el auto. Ese auto que desconocía y que ahora le es terriblemente conocido. El auto de Sun está fuera, estacionado perfectamente. Y le da aún más miedo pensar que esté. Porque si está Sun, está el simpático Dum y si está Dum, estará Trump.

   Y no quiere, no quiere verlo y respirar en el mismo lugar, el mismo aire.

   Se pasa una mano por el rostro, trata de sacarse los temblores y el mal gesto de este. Suspira y de soslayo, recuerda que tiene llaves. Pero en su auto.

   Devuelve su caminar hacia su auto, aparcado junto al de Sun. Abre la puerta, busca en la guantera y las encuentra, tienen un lindo llavero de camarón, ríe al recordar el regalo que le ha dado Ae, y trata de mantener esa imagen en su mente. La de Ae. Debe tener en todo momento su imagen, quiera o no lo quiera, la debe tener. Porque incluso si Trump trata de acercárcele, él sabrá que tiene a alguien en su corazón, y se lo dirá de una bofetada si es necesario.

   Sale del automóvil y cierra este con alarma, por si las moscas, pero cuando está a punto de dar un paso fuera de entre los vehículos se percata de que, en el automóvil de Sun hay bolsos.

   Bolsos tipo maleta.

   Y tiembla, tiembla de nervios, de miedo, de rabia, de impotencia. No quiere sacar conclusiones, no quiere que crean que es idiota tampoco, sin embargo, termina imaginado lo peor.

   Vivirán con mamá...

   Sabe, que no le incumbe, pero inevitablemente lo está haciendo. Se está metiendo y se meterá si es necesario.

   Está frente a su puerta de igual forma que antes, pero esta ves con llaves. Luego de un decisivo momento, abre y se decide a enfrentar lo que pudiese ver, oír, pensar, sentir. Le hará frente a sus convicciones si es necesario.

   No ve nada extraño, nada fuera de lugar.  Ve los muebles donde están, las sillas, los sofás, los cuadros, todo en su lugar o lo que recuerda él. Ordenado y limpio, como siempre mantiene la ama de llaves. Por un momento ve una silueta en el segundo piso, una formada por la luz y como es más curioso que hombre sube los escalones. Se dirige a la puerta abierta y cuando ve a su madre dentro del closet tirando ropa a su cama, se estremece.

   no se va. . . Se la llevan.

   Y la rabia lo consume, porque se siente tonto y timado, porque encontró la razón de la cena formal, las presentaciones y el estúpido ambiente acogedor y hogareño que lo hipnotizó y lo cebó de la peor manera.

---Mamá

   Su madre se detiene a contemplarlo, deja la ropa que sostenía en sus manos y la lanza como si no importase, se acerca sonriendo hacia Pete y le besa la mejilla. Pete se siente mal, no puede negar que su madre ha estado feliz y se ha comportado distinto pero nada desagradable estos últimos día, semanas, meses. Se le quita un poco de rabia pero no toda. Mantiene su semblante distante, corresponde el beso acercando su rostro a la altura de su madre, pero lo hace muy distante y serio. Sí, él debía ser serio, nada de fallar.

---Pete cariño, que bien que has venido. ¿Cómo te fue hoy?

---Bien, mamá.

---Oh, me parece.

No era cierto. [Ae&Pete]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora