XIV

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Aquella tarde del mismo día en el que Pete dejó la ciudad, Ae se percató de que le hacían falta algunas cosas.

Como por ejemplo: una camisa y unos pantalones.

No eran muy relevantes, simples vestimentas, pero la verdad era que le inquietaba un poco en dónde se encontraban y lo que los bolsillos de aquel pantalón contenían.

Se había esmerado tanto, por comprarle un pequeño presente a Pete por su aniversario que terminó por adelantarse un mes en prepararlo, envolverlo y guardarlo. Pero para lo distraído y embobado que andaba por el joven, cuando se quedó con Pete en su departamento lo dejó en sus pantalones y estos yacían en la casa del chiquillo. Para la acomplejada cabeza de Ae había dos opciones, o llamaba a Pete otra vez para contarle que algo se le había quedado en su departamento y necesitaba urgentemente ir en busca de ello; o, simplemente iba y sin la necesidad de alguna explicación necesaria, tomaba sus cosas y salía sin más. Era A o B, y aunque la primera opción parecía la más correcta, era de igual forma la más arriesgada, debido a que tendría que dar muchas explicaciones y escusas, habiendo la idea contraria. 

Entrar, sacar y huir.

Sin embargo, la segunda opción compartía igual o aún mas riesgo.

Ya decide.

Miró a su alrededor y contempló la habitación pidiendo alguna señal de qué debía hacer, que opción era la que debía seguir, cual era su camino. Y casi orando hincado en el suelo, divisó a lo lejos una pequeña revista bajo el escritorio del cuarto. Ae pensó que quizás era un catálogo porno de los que Pond pedía por Internet. Se levantó de la cama y dando unos cortos dos pasos, se agachó hasta quedar a la altura de la revista. Estiró su mano lo más que pudo y la sacó del escondite. Esta estaba sucia y con manchas blancas, Ae dándose cuenta de lo que eran aquellas marcas blancas casi transparentes, formando una idea para ser más exactos, lanzó la revista lejos. La cual dio un golpe en la puerta y calló al suelo.

Con un gesto de total asco, fue al cuarto de baño y se lavó las manos un largo rato. No quiso ser un exagerado al hacerlo con cloro y más de tres productos de baño, pero no tenía ni la menor idea de qué eran las manchas y si fueran lo que el pensaba, era mejor prevenir. No quería tener la esencia de Pond en sus manos, ni ahora ni nunca. De solo pensar en aquello vuelve a hacer una morisqueta, frunciendo la boca y sale del baño. Suspira un poco cansado y se vuelve a sentar en su cama.

La soledad repentinamente lo invade. Ae no sólo se siente solo sino que también lo está. El dolor de recordar aquello marca comienzo en un costado de su pecho y no está seguro de si él lo siente así o en realidad está alucinando.

Mientras trata de que el dolor de su pecho seda un poco, el tema de obtener sus cosas de vuelta regresa a su cabeza. Y la revista a lo lejos, interrumpiendo su ordenado panorama le incomoda. Durante el tiempo que lleva sin Pond en el dormitorio, se ha dado cuenta de que mientras más ordenado esté y menos toque las cosas, el curso de los objetos sigue. En otras palabras, el dormitorio se ha mantenido limpio, ordenado y bien aseado con solo Ae en él.

Sonríe al recordar cómo los papeles y todas las pertenencias de Pond se hallaban esparcidas por la habitación e incluso en el estrecho balcón. Sus cuadernos, sus discos, su basura, su ropa, sus revistas.

La curiosidad le carcome la poca repulsión que le queda sobre aquella revista de manchas. Termina por levantarse otra vez y aproximarse a la revista. Desde lo alto de su posición observa las manchas y comprueba lo que pensaba. Luego pasea la mirada por la portada: figuras y letras grandes, una imagen de una mujer desnudada, promociones. Junto con los detalles de la portada vienen a su vista las arrugas y lo desgastada que está.

No era cierto. [Ae&Pete]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora