XII

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Pete ama a Ae.

Y lo puede asegurar.

Porque incluso si el ha sido engañado y manipulado antes por el amor, él sabe de antemano qué es el amor. Y por Ae siente que es amor, amor de romanticismo, amor de pareja, del incondicional.

Pero es sumamente cobarde, y no se lo dice.

No le cuenta como vibra su corazón cuando le ve y sueña con él, el como su cuerpo se alborota con su cercanía y el como la alta temperatura que cobra cuando lo siente sólo a centímetros de su humanidad y escucha su voz. Aquella voz que lo deja sin respiración y con dificultad para recuperarla, su cuerpo, sus gestos, la forma de ser, él en su totalidad. Sus humildes y nada más que sinceras acciones, el desinterés por las cosas materiales y su espíritu crítico ante la injusticia. Su actitudes y su personalidad.

Y lamentablemente el se siente un idiota por no hablar y callar sus sentires, cerrarse ante él. Tremendamente tonto, porque, a Ae, quien merece saber a detalle, Pete no menciona el cómo lo tiene de enamorado y perdido.


Y junto a esta espontánea reflexión mental, encontrándose en un tremendo dilema existencial, se haya cenando con todos en el amplio comedor de la casa.

Este es inmenso y muy cálido, adornado con algún que otro cuadro de paisajes, cortinas largas de color marrón, leves diseños de madera y una escondida chimenea incrustada en una de las paredes, esta no está exactamente cerca de donde cenan pero desde su puesto se visualiza. Y es ese detalle tan rústico es el que no a parado de observar detenidamente desde que se sentó.

Sólo lo hace porque no quiere hacer contacto visual con ningún otro, ni siquiera con su madre porque aún se siente un poco traicionado por ella y su inconsciencia. Pero sabe que no puede hablar de inconsciencia cuando él está siendo tremendamente inconsciente con sí mismo.

En tanto toma bocados de su comida, escucha lejana y ajeno la conversación que se lleva en la mesa, entre su madre y Sun, aveces entre Dum y su padre, sin embargo ninguna interacción con él o Trump. Le perturba, pero no dice nada, sólo se mantiene pensando en Ae y en lo cobarde y tonto que está siendo. No presta mucha atención y sólo come y bebe de vez en cuando.

---Está realmente bueno, creo que Mun se lució.

Suelta feliz Dum. Pete siente que la dualidad de este chico es palpable en su padre y en su hermano, piensa que es un poco turbio que todos posean esta cualidad y aún no deja de impresionarse el cómo, de un animado chico y casi mudo, hiciese presencia en su habitación uno serio y con un semblante de pocos amigos.

La cena es exquisita en su máximo esplendor, desde platos con aderezos y surtidas ensaladas el propio festín que tiene Pete en frente. Con un variedad de condimentos, colores y olores, texturas,  que pueden mandarlo de una forma magnífica, al mejor de los gustos. Pete pudiese devorar como animal lo que observa sobre la mesa, la cómoda esta buena y no lo negará, pero no perderá el cuidado ni mucho menos los modales por comida, aunque, el cree al igual que el joven que está bueno y que Mun realmente se lució.

---¿Qué pasa Trump?

Esta vez habla el hombre mayor sentado en la mesa.

Pete desliza su mirada con suavidad por la sala y observa al hombre y luego al chico. Saliéndose completamente de su aislamiento mental.

Este está sólo observando su plato con el ceño levemente fruncido, no ha comido ni bebido nada de lo que se ha servido. Cada rebosante bocado de su plato está intacto, pareciendo casi una fotografía de cualquier espacio publicitario de restaurante o una cena casi que artificial. Pete cree que tiene un gran poder de resistencia porque ni siquiera el pudo resistirse al buen aspecto y aroma.

No era cierto. [Ae&Pete]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora