No guardo ningún recuerdo de las clases de los viernes. aunque tengo muy presente el discurrir del juicio, no consigo acordarme de los aspectos que tratábamos en el seminario. ¿de qué hablábamos? ¿qué se suponía que teníamos que aprender? ¿qué
nos enseñó el profesor?
pero en cambio me acuerdo muy bien de los domingos. al salir del tribunal me sentía invadido por un ansia, nueva para mí, de disfrutar de los colores y los aromas de la
naturaleza. los viernes y los sábados los dedicaba a recuperar lo que perdía los demás días de la semana, para poder por lo menos mantenerme al día en los ejercicios y sacar
adelante el curso. y los domingos salía.
el heiligenberg, la michaelsbasilika, la bismarkturm, el philosophenweg, las orillas del río: cada domingo hacía el mismo recorrido, con mínimas variaciones. no me resultaba
monótono: me bastaba con ver cómo el verde se hacía semana a semana más intenso, con ver la llanura del rin unas veces enturbiada por el calor, otras velada por cortinas de
lluvia y otras coronada por nubes de tormenta, y oler las bayas y las flores en el bosque cuando el sol las calentaba, y la tierra y las hojas mustias del año anterior cuando llovía.
en general no necesito ni busco demasiada variedad. el siguiente viaje lo hago un poco más lejos que el anterior; las siguientes vacaciones las paso en el lugar que descubrí
durante las últimas y que tanto me gustó; durante un tiempo creí que me vendría bien un poco más de osadía, y me forcé a viajar a sri lanka, a egipto y a brasil, antes de decidir que prefería profundizar en las regiones del mundo que ya me eran familiares. es en ellas donde veo más cosas.
he vuelto a encontrar el lugar del bosque en el que se me reveló el secreto de hanna. el lugar no tiene ni tenía por entonces nada de especial, no hay ningún árbol ni roca de formas singulares, ni una vista excepcional de la ciudad y la llanura, nada capaz
de despertar asociaciones inesperadas. mientras pensaba en hanna, rondando semana tras semana por los mismos itinerarios, un embrión de idea se había singularizado, había evolucionado a su manera y finalmente había desembocado en una conclusión. cuando la idea estuvo madura, cayó por su propio peso; podría haber sido en cualquier otro lugar, o por lo menos en cualquier otro entorno y circunstancias lo bastante familiares para que fuera a sorprenderme una revelación que no llegaba de fuera, sino que había crecido en
mi interior. y fue en un camino escarpado que asciende por la falda de la montaña, cruza la carretera, pasa por delante de una fuente y, tras cruzar una arboleda alta y oscura, se
interna en un bosque ralo.
hanna no sabía leer ni escribir.
por eso quería que le leyeran en voz alta. por eso, durante nuestra excursión en bicicleta, me había dejado a mí todas las tareas que exigieran escribir y leer, y por eso
aquella mañana en el hotel, al encontrar mi nota, se desesperó, comprendiendo que yo esperaba que la hubiera leído y temiendo quedar en evidencia. por eso se había negado a
que la ascendieran en la compañía de tranvías; su punto débil, que en el puesto de revisora podía ocultar fácilmente, habría salido a la luz en el momento de iniciar la
formación para el puesto de conductora. por eso rechazó el ascenso en siemens y se convirtió en guardiana de campo de concentración. por eso confesó haber escrito el informe, para no verse confrontada con el grafólogo. ¿sería también por eso por lo que había hablado más de la cuenta en el juicio? ¿porque no había podido leer ni el libro de la hija ni el texto de la acusación, y por lo tanto ignoraba las posibilidades que tenía de
defenderse y no se había podido preparar convenientemente? ¿sería por eso por lo que enviaba a sus protegidas a auschwitz? ¿para cerrarles la boca en caso de que
descubrieran su punto débil? ¿sería por eso por lo que escogía a las más débiles?
¿por eso? yo podía comprender que se avergonzase de no saber leer ni escribir, y que hubiera preferido comportarse de una manera inexplicable conmigo antes que
permitir que la desenmascarase. al fin y al cabo, yo sabía por propia experiencia que la vergüenza puede forzarlo a uno a mostrarse esquivo, a ponerse a la defensiva, a ocultar y
desfigurar las cosas, incluso a herir a los demás. pero ¿era posible que la vergüenza explicara también el comportamiento de hanna durante el juicio y en el campo de
concentración? ¿que prefiriera ser acusada de un crimen a pasar por analfabeta? ¿cometer un crimen por miedo a pasar por analfabeta?
¡cuántas veces me hice entonces y he seguido haciéndome esas mismas
preguntas! si el móvil de hanna era el miedo a ser desenmascarada, ¿por qué prefería un desenmascaramiento inofensivo, el de su analfabetismo, a otro muchísimo peor, el de sus
crímenes? ¿o quizá creía posible salir adelante de algún modo sin que la
desenmascarasen nunca? ¿era simplemente estúpida? ¿y de verdad era tan vanidosa y malvada como para convertirse en una criminal con tal de no quedar en ridículo?
en aquel momento me negué a creer posible tal cosa, y he seguido negándome luego. no, me dije, hanna no se había decidido por el crimen. se había decidido contra el
ascenso en siemens y había ido a parar de rebote a las ss. y si enviaba a auschwitz a las chicas débiles y delicadas no era porque las hubiera escogido para la muerte, sino al
contrario, las había escogido para hacerles más grato el último mes de su vida, ya que de todos modos iban a acabar en auschwitz. y durante el juicio no estuvo dudando entre
pasar por analfabeta o por criminal. no hacía cálculos, no tenía una táctica. simplemente, daba por sentado que iban a castigarla, y no quería, encima, quedar en evidencia. no velaba por sus intereses: luchaba por su verdad, por su justicia. y como siempre tenía que disimular un poco, y nunca podía ser del todo franca, del todo ella misma, aquella verdad
y aquella justicia eran lamentables, pero eran las suyas, y la lucha por ellas era su lucha.
debía de estar completamente agotada. no sólo luchaba en el juicio. luchaba siempre, y había luchado siempre, no para mostrar a los demás de lo que era capaz, sino para ocultarles de qué no era capaz. una vida cuyos avances eran enérgicas retiradas y cuyas victorias eran derrotas encubiertas.
me produjo una extraña turbación descubrir la discrepancia entre la verdadera causa de que hanna se marchase de mi ciudad y lo que yo me había imaginado por entonces. estaba seguro de que la había echado yo, sentía que la había traicionado y
negado; pero en realidad ella sólo quiso evitar que en la compañía de tranvías se enterasen de su secreto. en cualquier caso, el hecho de que no fuera yo quien la había
echado no significaba que no la hubiera traicionado. así que mi culpabilidad no quedaba
anulada. y si no era culpable por traicionar a una criminal, ya que eso no puede ser motivo de culpa, sí lo era por haber amado a una criminal.
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El Lector - Bernhard Schlink
RomanceEl tema es el holocausto y la forma en la que han de ser juzgados los culpables, y plantea por ello un dilema moral. Al mismo tiempo, trata del conflicto generacional de la posguerra, sobre todo en la descripción de la relación del personaje princip...