CAPITULO 02 LIBRO ABIERTO

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El día siguiente fue mejor... y peor.

Fue mejor porque no llovió, aunque persistió la nubosidad densa y oscura; y más fácil, porque sabía que podía esperar del día. Hoyo se acercó para sentarse a mi lado durante la clase de Lengua y me acompañó hasta la clase siguiente mientras Manten, el que parecía miembro de un club de ajedrez, lo fulminaba con la mirada. Me sentí halagada. Nadie me observaba tanto como el día anterior. Durante el almuerzo me senté con un gran grupo que incluía a Hoyo, Manten, Sara y otros cuantos cuyos nombres y caras ya recordaba. Empecé a sentirme comop si flotara en el agua en vez de ahogarme.

Fue peor porque estaba agotada. El susurrar del viento alrededor de la casa no me había dejado dormir. También fue peor porque el Sr. Taigueguaki me llamó en la clase de Trigonometría, aún cuando no había levantado la mano, y di una respuesta equivocada. Rayó en lo espantosos porque tuve que jugar al voleibol y la única vez que no me aparté de la trayectoria de la pelota y la golpeé, ésta impactó en la cabeza de un compañero de equipo. Y fue peor porque Sesshumaro Taisho no apareció por la escuela, ni por la mañana ni por la tarde.

Que llegara la hora del almuerzo- y con ella las coléricas miradas de Taisho- me estuvo aterrorizando durante toda la mañana. Por un lado, deseaba plantarle cara y exigirle una explicación. Mientras permanecía recostada en la cama sin poder dormir llegué a imaginar incluso lo que le diría, pero me conocía demasiado bien para creer que de verdad tendría el coraje de hacerlo. En comparación conmigo, el león cobarde de el cuento del mago de Oz era Terminator.

Sin embargo, cuando entré en la cafetería junto a Sara- intenté contenerme y no recorrer el lugar con la mirada para buscarle, aunque fracasé estrepitosamente-vi a sus cuatro hermanos, por llamarlos de alguna manera, sentados en la misma mesa, pero él no los acompañaba.

Hoyo nos interceptó en el camino y nos desvió hacia su mesa. Sara parecía eufórica por la atención, y sus amigas pronto se reunieron con nosotros. Pero estaba incomodísima mientras escuchaba su despreocupada conversación, a la espera de que él acudiese. Deseaba que se limitara a ignorarme cuando llegara, y demostrar de ese modo que mis suposiciones eran infundadas.

Pero no llegó, y me fui poniendo más tensa conforme pasaba el tiempo.

Cuando al final del almuerzo no se presentó, me dirigí hacia la clase de Biología con más confianza. Hoyo, que empezaba a asumir todas las características de un perro faldero, me siguió fielmente de camino a clase. Contuve el aliento en la puerta, pero Sesshumaru Taisho tampoco estaba en el salón de clase. Suspiré y me dirigí a mi asiento. Hoyo me siguió sin dejar de hablarme de un próximo viaje a la playa y se quedó junto a mi mesa hasta que sonó el timbre.

Entonces me sonrió apesadumbrado y se fue a sentar al lado de una chica con un aparato ortopédico en los dientes y una horrenda cabellera. Al parecer, iba a tener que hacer algo con Hoyo, y no iba a ser fácil. La diplomacia resultaba vital en un pueblecito como éste, donde todos vivían pegados los unos a los otros. Tener tacto no era lo mío, carecía de experiencia a la hora de tratar con chicos que fueran más amables de la cuenta.

El tener la mesa para mí sola y la ausencia de Sesshomaru supuso un gran alivio. Me lo repetí hasta la saciedad, pero no lograba quitarme de la cabeza la sospecha de que yo era el motivo de su ausencia. Resultaba ridículo y egoísta creer que yo fuera capaz de afectar tanto a alguien. Era imposible. Y aun así la posibilidad de que fuera cierto no dejaba de inquietarme.

Cuando al fin concluyeron las clases y hubo desaparecido mi sonrojo por el incidente del partido de voleibol, me enfundé los vaqueros y un jersey azul marino y me apresuré a salir del vestuario, feliz de esquivar por el momento a mi amigo, el perro faldero. Me dirigí a toda prisa al estacionamiento, ahora atestado de estudiantes que salían a la carrera. Me subí al coche y busqué en mi bolsa para cerciorarme de que tenía lo necesario.

EL AMOR BAJO LAS SOMBRAS DEL SENGOKUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora