CAPITULO 21 LA LLAMADA

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     Me percaté de que otra vez era demasiado temprano en cuanto me desperté. 

     Sabía que estaba invirtiendo progresivamente el horario habitual del día y de la noche. Me quedé tumbada en la cama y escuché las voces tranquilas de Miroku y Sango en la otra habitación. Resultaba muy extraño que hablaran lo bastante alto como para que los escuchara. Rodé rápidamente sobre la cama y me incorporé. Luego, me dirigí trastabillando al saloncito.

     El reloj que había sobre la televisión marcaba las dos de la madrugada. Sango y Miroku se sentaban juntos en el sofá. Sango estaba dibujando otra vez, Miroku miraba el boceto por encima del hombro de está. Estaban tan absortos en el trabajo de Sango que no miraron cuando entré.

     Me arrastré hasta el lado de Miroku para echar un vistazo.

     – ¿ Has visto algo más ? – Pregunté en voz baja.

     – Sí. Algo le ha hecho regresar a la habitación donde estaba el vídeo, y ahora está iluminada.

     Observé a Sango dibujar una habitación cuadrada con vigas oscuras en el techo bajo. Las paredes estaban cubiertas con paneles de madera, un poco más oscuros de la cuenta, pasados de moda. Una oscura alfombra estampada cubría el suelo. Había una ventana grande en la pared sur y en la pared oeste una  puerta que daba a una sala de estar. Uno de los lados de esta entrada era de piedra y en  ella se abría una chimenea de color canela que daba a ambas habitaciones. Desde este punto de vista, el centro de la imagen la ocupaban una televisión y un video – en equilibrio un tanto inestable sobre un soporte de madera demasiado pequeño para los dos –, que se encontraban en la esquina sudoeste de la habitación. Un viejo sofá de módulos se curvara enfrente de la televisión con una mesita de café redonda delante.

     – El teléfono está allí – susurré e indiqué el lugar.

     Dos pares de ojos eternos se fijaron en mí.

     – Es la casa de mi madre.

Sango ya se había levantado del sofá de un salto con el móvil en la mano; empezó a marcar. Contemplé ensimismada la precisa interpretación de la habitación donde se reunía la familia de mi madre. Miroku se acercó aún más a mí, cosa rara en él, y me puso la mano suavemente en el hombro. El contacto físico  acentuó su influjo tranquilizador. La sensación de pánico se difuminó y no llego a tomar forma.

     Los labios de Sango temblaban debido a la velocidad con la que hablaba, por lo que no pude descifrar ese sordo zumbido. No podía concentrarme.

     – Kag – me llamó Sango. La miré atontada –. Kag, Sesshomaru viene a buscarte. Inuyasha,  Toga y él te van a recoger para esconderte durante un tiempo.

    – ¿ Viene Sesshomaru ?

     Aquellas palabras se me antojaron como un chaleco salvavidas al que sujetarme para mantener la cabeza fuera de una ola de agua que me estaba asfixiando.

     – Sí va a tomar el primer vuelo que salga de Kioto. Lo recogeremos en el aeropuerto y te irás con él.

     – Pero, mi madre  – a pesar de Miroku, la histeria burbujeaba en mi voz –. ¡ El rastreador ha venido tras mi madre, Sango !

     – Miroku y yo nos aseguraremos de que esté a salvo.

     – No puedo ganar a la larga, Sango. No pueden proteger a toda la gente que conozco durante toda la vida. ¿ No ves lo que está haciendo ? No me persigue directamente a mí, pero encontrará y hará daño a cualquier persona que yo ame . . . . . Sango no puedo.

EL AMOR BAJO LAS SOMBRAS DEL SENGOKUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora