CAPITULO 17 EL PARTIDO

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     Apenas había comenzado a lloviznar cuando Sesshomaru dobló la esquina par entrar en mi calle. Hasta ese momento, no había albergado duda alguna de que me acompañaría las pocas horas de interludio hasta el partido que iba a pasar en el mundo real.

     Entonces vi el coche negro, un Ford desvencijado, estacionado en el camino de entrada a la casa de Onigumo, y oí a Sesshomaru mascullar algo entre dientes con voz sorda y áspera.

     Koga Okami estaba de pie detrás de la silla se ruedas de su padre, al abrigo de la lluvia, debajo del estrecho saliente del porche. El rostro de Ginengi se mostraba tan impasible como la piedra mientras Sesshomaru  estacionaba el monovolumen en el bordillo. Koga clavaba la mirada en el suelo, con expresión mortificada.

     – Esto ... – la voz baja de Sesshomaru sonaba furiosa –. Esto es pasarse de la raya.

     – ¿ Han venido a avisar a Onigumo ? – aventuré, más horrorizada que enfadada.

     Sesshomaru asintió con sequedad, respondiendo con los ojos entrecerrados a la mirada de Ginengi a través de la lluvia.

Se me aflojaron las piernas de alivio al saber que Onigumo no había llegado aún.

     – Déjame arreglarlo a mí – sugerí, ansiosa la ver la oscura mirada llena de odio de Sesshomaru.

     Para mi sorpresa estuvo de acuerdo.

     – Quizás sea lo mejor, pero, de todos modos, ten cuidado. El chico no sabe nada.

     Me molestó un poco la palabra " chico "

     – Koga no es mucho más joven que yo – le recordé.

     Entonces, me miró y su ira desapareció repentinamente.

     – Sí ya lo sé – me aseguró con una amplia sonrisa.

     Suspiré y puse la mano en la manija de la puerta.

     – Haz que entren a la casa para que me pueda ir – ordenó –. Volveré hacia el atardecer.

     – ¿ Quieres llevarte el coche ? pregunté mientras cuestionaba cómo le iba a explicar su falta a Onigumo.

     Sesshomaru puso los ojos en blanco.

     – Puedo llegar a casa mucho más rápido de lo que puede llevarme esté coche.

     – No tienes por qué irte – dije con pena.

     Sonrió al ver mi expresión abatida.

     – He de hacerlo – lanzó a los Okami una mirada sombría –. Una vez que te libres de ellos, debes preparar a Onigumo para presentarle a tu nuevo novio.

     Esbozó una de sus amplias sonrisas que dejó entrever todos sus dientes.

     – Muchas gracias – refunfuñe.

     Sonrió otra vez, pero con esa sonrisa traviesa que yo amaba tanto.

     – Volveré pronto – me prometió.

     Sus ojos volaron de nuevo al porche y entonces se inclinó para besarme rápidamente justo debajo del borde de la mandíbula. El corazón se me desbocó alocado y yo también eché una mirada al porche. El rostro de Ginengi ya no estaba tan impasible, y sus manos se aferraban a los brazos de la silla.

     – Pronto – remarqué , al abrir la puerta y saltar hacia la lluvia.

     Podía sentir sus ojos en mi espalda conforme me apresuraba hacia la tenue luz del porche.

EL AMOR BAJO LAS SOMBRAS DEL SENGOKUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora