CAPITULO 10 INTERROGATORIOS

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A la mañana siguiente resultó muy difícil discutir con esa parte de mí que estaba convencida de que la noche pasada había sido un sueño. Ni la lógica ni el sentido común estaban de mi lado. Me aferraba a las partes que no podían ser de mi invención, como el olor de Sesshomaru. Estaba segura de que algo así jamás hubiera sido producto de mis propios sueños.

En el exterior, el día era brumoso y oscuro. Perfecto. Sesshomaru no tenía razón alguna para no asistir a clases hoy. Me vestí con ropa de mucho abrigo al recordar que no tenía chaqueta, otra prueba de de que mis recuerdos eran reales.

Al bajar las escaleras, descubrí que Onigumo ya se había ido. Era más tarde de lo que creía. Devoré en tres bocados una barra energética acompañada de leche, que bebí directamente Del cartón, y salí a toda prisa por la puerta. Con un poco de suerte, no empezaría a llover hasta que hubiera encontrado a Sara.

Había más niebla de lo acostumbrado, en el aire parecía impregnado de humo. Su contacto era gélido cuando se enroscaba a la piel expuesta del cuello y el rostro. No veía el momento de llegar al calor de mi vehículo. La neblina era tan densa que hasta que no estuve a pocos metros de la carretera no me percaté de que en ella había un coche, un coche plateado. Mi corazón latió despacio, vaciló y luego reanudó su ritmo a toda la velocidad.

No vi de dónde había llegado, pero de repente estaba ahí, con la puerta abierta para mí.

-¿Quieres dar una vuelta conmigo hoy? - preguntó, divertido por mi expresión, sorprendiéndome aún desprevenida.

Percibí incertidumbre en su voz. Me daba a elegir de verdad, era libre de rehusar y una parte de él lo esperaba. Era una esperanza vana.

-Sí, gracias - acepté e intenté hablar con voz tranquila.

Al entrar en el caluroso interior del coche me di cuenta de que su chaqueta color canela colgaba del reposacabezas del asiento del pasajero. Cerró la puerta detrás de mí y, antes de lo que era posible imaginar, se sentó a mi lado y arrancó el motor.

-He traído la chaqueta para ti. No quiero que vayas a enfermar ni nada por el estilo.

Hablaba con cautela. Me di cuenta de que él mismo no llevaba chaqueta, sólo una camiseta gris de manga larga con cuello de pico. De nuevo, el tejido se adhería a su pecho musculoso. El que apartara la mirada de aquel cuerpo fue un colosal triunfo a su rostro.

-No soy tan delicada - dije, pero me puse la chaqueta sobre el vientre e introduje los brazos en las mangas, demasiado largas, con la curiosidad de comprobar si el aroma podía ser tan bueno como lo recordaba. Era mejor.

-¿Ah, no? - me contradijo en voz tan baja que no estuve segura de si quería que lo oyera.

El vehículo avanzó a toda velocidad entre las calles cubiertas por los jirones de niebla. Me sentía intimidada. De hecho, lo estaba. La noche pasada todas las defensas estan bajas ... casi todas. No sabía si seguíamos sien tan cándidos hoy. Me mordí la lengua y esperé a que hablara él.

Se volvió y me sonrió burlón.

-¿Qué? ¿No tienes veinte preguntas para hoy?

-¿Te molestan mis preguntas? - pregunté, aliviada.

-No tanto como tus reacciones.

Parecía bromear, pero no estaba segura. Fruncí el ceño.

-¿Reaccioné mal?

-No. Ése es el problema. Te lo tomaste todo demasiado bien, no es natural.

EL AMOR BAJO LAS SOMBRAS DEL SENGOKUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora