CAPITULO 18 LA CAZA

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     Aparecieron de uno en uno en la linde del bosque a doce metros de nuestra posición.

     El primer hombre entró en el claro y se apartó inmediatamente para dejar paso a otro hombre alto, de pelo negro en una coleta, que se colocó al frente, de un modo que evidenciaba con claridad quién lideraba el grupo.

     El tercer integrante era una mujer; desde aquella distancia, sólo alcanzaba a verle el pelo, de un asombroso color oscuro sostenido en una coleta con el adorno de una pluma.

     Cerraron filas conforme avanzaban con cautela hacia donde se hallaba la familia de Sesshomaru, mostrando el natural recelo de una manada de depredadores ante un grupo desconocido y más numeroso de su propia especie.

     Comprobé cuánto diferían de los Taisho cuando se acercaron. Su paso era gatuno, andaban de forma muy similar a la de un felino al acecho. Se vestían con el típico equipo de un excursionista: vaqueros y una sencilla camisa de cuello abotonado y gruesa tela impermeable . Las ropas se veían deshilachadas por el uso e iban descalzos. Los hombres llevaban el pelo largo y la rutilante melena de la chica estaba llena de hojas y otros restos del bosque.

     Sus ojos agudos se apercibieron del aspecto más urbano y pulido de Toga, que, alerta, flanqueado por Inuyasha y Miroku, salió a su encuentro. Sin que aparentemente se hubieran puesto de acuerdo, todos habían adoptado una postura erguida y de despreocupación.

     El líder de los recién llegados, era sin duda muy agraciado, con su piel pálida de tono oliváceo debajo de la característica palidez y los cabellos de un brillantisimo negro. Era de constitución liviana, sus facciones eran anodinos –, esbozó una sonrisa agradable que permite entrever unos deslumbrantes dientes blancos.

     La mujer tenía un aspecto más salvaje, en parte por la melena revuelta y alborotada por la brisa que la rodeaba incluso parecía que el viento se movía a su voluntad. Su mirada iba y venía incesantemente de los hombres que tenía en frente al grupo bien organizado que me rodeaba. Su postura era marcadamente felina. El segundo hombre, de complexión mucho más musculosa que la del líder, por supuesto, pero sin acercarse ni de lejos a la fuerza física de Inuyasha – . tenía las facciones masculinas y el pelo castaño y hasta media espalda se veía muy atractiva–, revoloteaba con desemvoltura entre el líder de su grupo y toga. Sin embargo, su mirada era de una calma absoluta, y sus ojos, en cierto modo, los más atentos.

     Los ojos de los recién llegados también eran diferentes. No eran dorados o negros, como cabía esperar, si de un intenso color borgoña con una tonalidad perturbadora y siniestra.

     El líder dio un paso hacia Toga sin dejar de sonreír.

     – Creíamos haber oído jugar a alguien – hablaba con voz reposada y tenía un leve acento – . Me llamo Byakuya, y éstos son Kagura y Naraku – añadió señalando a los vampiros que le acompañaban.

     – Yo soy Toga y ésta es mi familia: Inuyasha y Miroku; Kikyo, Izaoy y Sango; Sesshomaru y Kag – nos identificaba en grupos, intentando deliberadamente no llamar la atención hacia ningún individuo. Me sobresalté cuando me nombró.

     – ¿ Hay sitio para unos pocos jugadores más ? – preguntó Byakuya con amabilidad.

     Toga acomodó la inflexión de la voz al mismo tono amistoso de Byakuya.

     – Bueno, lo cierto es que acabamos de terminar el partido. Pero estaríamos verdaderamente encantados en otra ocasión. ¿ Pensáis quedaron mucho tiempo en la zona ?

     – En realidad, vamos hacia el norte, aunque hemos sentido curiosidad por lo que había por aquí. No hemos tenido compañía durante mucho tiempo.

EL AMOR BAJO LAS SOMBRAS DEL SENGOKUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora