CAPITULO 17 EL PARTIDO cuarta parte

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      Inuyasha hacia girar un bate de aluminio, sólo perceptible por su sonido silbante, ya que era casi imposible seguir su trayectoria en el aire con la vista. Esperaba que se acercara a la base de meta, pero ya estaba allí, a una distancia inconcebible de la base de lanzamiento, adoptando la postura de bateo para cuando me quise dar cuenta Miroku se situo detrás, a un metro escaso, para atrapar la bola para el otro equipo. Como era de esperar, ninguno llevaba guantes.

     – De acuerdo -Izayoy habló con voz clara, y supe que Sesshomaru la había oído a pesar de estar muy alejado – , batea.

     Sango permanecia erguida, aparentemente inmóvil. Su estilo parecía que estaba más cerca de la astucia, de lo furtivo, que de una técnica de lanzamiento intimidatorio. Sujetó la bola con ambas manos cerca de su cintura; luego, su brazo derecho se movió como el ataque de una cobra y la bola impactó en la mano de Miroku.

     – ¿ Ha sido un strike ? – le pregunté a Izayoi.

     – Si no la golpean, es un strike – contestó.

     Miroku lanzó de nueva la bola a la mano de Sango, que se permitió una gran sonrisa antes de estirar el brazo para efectuar otro nuevo lanzamiento.

     Esta vez el bate consiguió, sin saber muy bien cómo, golpear la bola invisible El chasquido del impacto fue tremendo, atronador. Entendí con claridad la razón por la que necesitaban una tormenta para jugar cuando las montañas devolvieron el eco del golpe.

     La bola sobrevoló el campo como un meteorito para irse a perder en lo profundo del bosque circundante.

     – Carrera completa – murmuré.

     – Espera – dijo Izayoi con cautela, escuchando atenta y con la mano alzada.

     Inuyasha era una figura borrosa que corría de una base a otra y Toga, la sombra que lo seguía. Me di cuenta de que Sesshomaru no estaba.

     – ¡ Out ! – cantó Izayoi con su voz clara.

     Contemplé con incredulidad cómo Sesshomaru saltaba desde la linde del bosque con la bola en la mano alzada. Incluso yo pude ver su brillante sonrisa.

     – Inuyasha será el que batea más fuerte – me explicó Izayoi – , pero Sesshomaru corre al menos igual de rápido.

     Las entradas se sucedieron ante mis ojos incrédulos. Era imposible mantener contacto visual con la bola teniendo en cuenta la velocidad a la que volaba y el ritmo al que se movían alrededor del campo los corredores de base.

     Comprendí el otro motivo por el cuál esperaban a que hubiera una tormenta para jugar cuando Miroku bateó una roleta, una de esas pelotas que van rodando por el suelo, hacia la posición de Toga en un intento de evitar la infalible defensa de Sesshomaru.

     Toga corrió por la bola y luego se lanzó detrás de Miroku, que iba disparado hacia la primera base. Cuando chocaron, el sonido fue como el de la colisión de dos enormes masas de roca. Preocupada, me incorporé de un salto para ver lo sucedido, pero habían resultado ilesos.

     – Están bien – anunció Izayoi tranquila.

     El equipo de Inuyasha iba una carrera por delante. Kikyo se las apaño para revolotear sobre las base después de aprovechar uno de los larguísimos lanzamientos de Inuyasha, cuando Sesshomaru consiguió el tercer out. Se acercó de un salto hasta donde estaba yo, chispeante de entusiasmo.

     – ¿ Qué te parece ? – preguntó.

     – Una cosa es segura: no volveré a sentarme otra vez a ver esa vieja y aburrida Liga Nacional de Béisbol.

EL AMOR BAJO LAS SOMBRAS DEL SENGOKUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora