CAPÍTULO 08 OTARU cuarta parte

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-Ésa no fue la primera vez -replicó con dureza. Lo miré sorprendida, pero él miraba al suelo -. La primera fue cuando te conocí.

Sentí un escalofrío al oír sus palabras y recordar bruscamente la furibunda mirada de sus ojos negros aquel primer día, en nuestro primer encuentro, pero lo ahogó la abrumadora sensación de seguridad que sentía en presencia de Sesshomaru.

-¿Lo recuerdas? -Inquirió con su rostro de ángel muy serio.

-Sí -respondí con serenidad.

-Y aún así estás aquí sentada -comentó con un deje de incredulidad en su voz y enarcó una ceja.

-Sí, estoy aquí ... gracias a tí -me callé y luego le incité -. Porque de alguna manera has sabido encontrarme hoy.

Frunció los labios y me miró con los ojos entrecerrados mientras volvía a pensar. Lanzó una mirada a mi plato, casi intacto, y luego a mí.

-Tú comes y yo hablo -me propuso.

Rápidamente saqué del plato otro ravioli con el tenedor, lo hice estallar en mi boca y mastiqué de forma apresurada.

-Seguirte el rastro es más difícil de lo habitual. Normalmente puedo hallar a alguien con suma facilidad siempre que haya "oido" su mente antes -me miró con ansiedad y comprendí que me había quedado helada. Me obligué a tragar, pinché otro ravioli y me lo metí en la boca.

-Vigilaba a Sara sin mucha atención ... Como te dije, sólo tú puedes meterte en líos en Otaru. Al principio no me di cuenta de que te habías ido por tu cuenta y luego, cuando comprendí que ya no estabas con ellas, fui a buscarte a la librería que vislumbré en la mente de Sara. Te puedo decir que sé que no llegaste a entrar y que dirigiste al sur. Sabía que tendrías que dar la vuelta pronto, por lo que me limité a esperarte, investigando al azar en los pensamientos de los caminantes para ver si alguno se había fijado en ti, y saber de ese modo dónde estabas. No tenía razones para preocuparme, pero estaba extrañamente ansioso ...

Se sumió en sus pensamientos, mirando fijamente a la nada, viendo cosas que yo no conseguía imaginar.

-Comencé a conducir en círculos, seguía alerta. El sol se puso al fin y estaba a punto de salir y seguirte a pie cuando ... -enmudeció, rechinando los dientes con súbita ira. Se esforzó en calmarse.

-¿Qué pasó entonces? -susurré. Sesshomaru seguía mirando al vacío por encima de mi cabeza.

-Oí lo que pensaban -gruñó; al torcer el gesto, el labio superior se curvó mostrando sus dientes -, y vi tu rostro en sus mentes.

De repente, se inclinó hacia delante, con el codo apoyado en la mesa y la mano sobre los ojos. El movimiento fue tan rápido que me sobresaltó.

-Resultó duro, no sabes cuánto, dejarlos .....vivos -el brazo amortiguaba la voz -. Te podía haber dejado ir con Sara y Kaede, pero temía -admitio con un hilo de voz -que, si me dejabas solo, iría por ellos,' permanecí sentada en silencio, confusa, llena de pensamientos incoherentes, con las manos cruzadas sobre el vientre y recostada despreocupadamente contra el respaldo de la silla. '

el seguía con la mano en el rostro, tan inmóvil que parecía una estatua tallada.

Finalmente alzó la vista y sus ojos buscaron los míos, rebosando sus propias interrogantes.

-¿Estás lista para ir a casa? -preguntó.

-Lo estoy para salir de aquí -precisé, inmensamente agradecida de que nos quedara una hora larga de coche antes de llegar a casa juntos. No estaba preparada para despedirme de él.

La mesera apareció como si la hubiera llamado, o estuviera observado.

-¿Qué tal todo? -preguntó a Sesshomaru.

-Dispuestos para pagar la cuenta, gracias.

Su voz era contenida pero más ronca, aún reflejaba la tensión de nuestra conversación. Aquello pareció acallarla. Sesshomaru alzó la vista, aguardando.

-Claro -tartamudeó -. Aquí la tiene.

La mesera extrajo una pequeña libreta de cuero del bolsillo delantero de su delantal y se la entregó.

Sesshomaru ya sostenía un billete en la mano. Lo deslizó dentro de la libreta y se la devolvió de inmediato.

-Quedese con el cambio.

Sonrió, se puso de pie y le imité con torpeza. Ella volvió a dirigirle una sonrisa insinuante.

-Que tenga una buena noche.

Sesshomaru no apartó los ojos de mí mientras le daba gracias. Reprimí una sonrisa.

Caminó muy cerca de mí hasta la puerta, pero siguió poniendo mucho cuidado en no tocarme. Recordé lo que Sara había dicho de su relación con Hoyo, y cómo casi habían avanzado hasta la fase del primer beso. Suspiré. Sesshomaru me oyó, y me miró con curiosidad. Yo clavé la mirada en la acera, muy agradecida de que pareciera incapaz de saber lo que pensaba.

Abrió la puerta del copiloto y la sostuvo hasta que entré. Luego, la cerró detrás de mí con suavidad. Le contemplé dar la vuelta por la parte delantera del coche, de nuevo sorprendida por la elegancia con la que se movía. Probablemente debería haberme acostumbrado a estas alturas, pero no era así. Tenía la sensación de que Sesshomaru no era la clase de persona a la que alguien pueda acostumbrarse.

Una vez dentro, arrancó y puso al máximo la calefacción. Había refrescado mucho y supuso que el buen tiempo se había terminado, aunque estaba bien caliente con su chaqueta, oliendo su aroma cuando creía que no me veía.

Se metió entre el tráfico, aparentemente sin mirar, y fue esquivando coches en dirección a la autopista.

-Ahora -dijo de forma elocuente -,te toca a ti.

Continuará.








Ses

EL AMOR BAJO LAS SOMBRAS DEL SENGOKUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora