CAPITULO 10 INTERROGATORIOS tercera parte

57 7 0
                                    

     Desterré el pensamiento antes de que sus rápidos ojos lo leyeran en mi cara. Esa idea me metería en un buen lío.

     -Aún - agregó.

     - Aún - admití. Se lo hubiera discutido, pero ahora quería que estuviera a la espera de desastres.

     -Tengo otra pregunta para ti. - dijo con rostro todavía preocupado.

     -Dispara.

     -¿Tienes que ir a Kioto este sábado de verdad o es sólo una excusa para no tener que dar una negativa a tus admiradores?

     Hice una mueca ante ese recuerdo.

     -Todavía no te he perdonado por el asunto de Suikotzu, ya sabes - le previne -. Es culpa tuya que se haya engañado hasta creer que lo voy a acompañar al baile de gala.

     -Oh, hubiera encontrado la ocasión para pedírtelo sin mi ayuda. En realidad, sólo quería ver tu cara - se rió entre dientes. Me hubiera enfadado si su risa no hubiera sido tan fascinante. Sin dejar de hacerlo, me preguntó -: Si te lo hubiera pedido, ¿me hubieras rechazado?

     -Probablemente, no - admití -, pero lo hubiera cancelado después, alegando una enfermedad o un tobillo torcido.

     Se quedó extrañado.

     -¿Por qué?

     Moví la cabeza con tristeza.

     -Supongo que nunca me has visto en gimnasia, pero creía que tú lo entenderías.

     -¿Te refieres al hecho de que eres incapaz de caminar por una superficie plana y estable sin encontrar algo con lo que tropezar?

     -Obviamente.

     -Eso no sería un problema - estaba muy seguro -. Todo depende de quien te lleve a bailar - vio que estaba a punto de protestar y me cortó -. Pero aún no me has contestado ... ¿Estás decidida a ir a Kioto o te importaría que fuéramos a un lugar diferente?

     En cuanto utilizó el plural, no me preocupé de nada más.

     -Estoy abierta a sugerencias - concedí -, pero he de pedirte un favor.

     Me miró con precaución, como hacía siempre que formulaba una pregunta abierta.

     -¿Cuál?

     -¿Puedo conducir?

     Frunció el ceño.

     -¿Por qué?

     -Bueno, sobre todo porque cuando le dije a Onigumo que me iba a Kioto, me preguntó concretamente si viajaba sola, como así era en ese momento. Probablemente, no le mentiría si me lo volviera a preguntar, pero dudo que lo haga de nuevo, y dejar el coche enfrente de la casa sólo sacaría a relucir el tema de forma innecesaria. Y además, porque tu manera de conducir me asusta.

     Puso los ojos en blanco.

     -De todas las cosas por las que te tendrías que asustar. a ti te preocupa mi conducción - movió la cabeza con desagrado,  pero luego volvió a ponerse serio -. ¿No le quieres decir a tu padre que vas a pasar el día conmigo?

    En su pregunta había un trasfondo que no comprendí.

     -Con Onigumo, menos es siempre más - en eso me mostré firme -. De todos modos, ¿a dónde vamos a ir?

     -Va a hacer buen tiempo, por lo que estaré fuera de la atención pública y podrás estar conmigo si así lo quieres.

     Otra vez me dejaba la alternativa de elegir.

EL AMOR BAJO LAS SOMBRAS DEL SENGOKUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora