Capítulo 3

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Me encuentro en el despacho de la Doctora Bruja, su sillón está situado justo enfrente de un ventanal del caserón. Un sitio ideal para empujarla y que callera al suelo, además, en lugar de encontrarse en la planta baja como los despachos y/o habitaciones de el demás personal de Redford, se encuentra en la tercera y última planta. Supongo que este sitio antes ejercía de palacio, bastante antes porque parece realmente antiguo.

-Emma Carherine Thompson, ¿ha atendido a algo de lo que le he comentado?

Me dice dando un golpe contra la mesa.

-Cuidado Grace, no querrá cargarse esta mesa, parece cara. -Sé que cuando la llamo por su primer nombre se irrita.

-Emma, eres...

¿Soy?

-Si me he enterado, ha dicho que va a asignarme un psicólogo o psiquiatra, o psi lo que sea dos días por semana.

-Vale, puedes irte. ¡Ah! Y, dado al incidente ocurrido esta mañana, hemos cerrado la entrada al baño de tu cuarto, a partir de ahora usarás los públicos, que se encuentran fácilmente en cada planta. Y, no hay espejos.

Acto seguido me voy, no sin antes imaginarme la fantasía de empujarla contra el ventanal. Se me escapa una carcajada mientras salgo. Daría lo que fuera por haber visto la expresión en la cara de Grace White.

De camino a la planta baja, (donde suelen pasar el raro los internos) me encuentro a Gretta, que me dedica una sonrisa.

-Gretta, -la detengo. Ella se para en seco y se gira hacia mí.

-Me preguntaba si, si podría conseguirme algo de ropa. Es que, me he dado cuenta de que no todos los internos llevan este atuendo.

Gretta sonríe, como siempre, aunque parece que le ha hecho gracia mi comentario.

-Es que, esto es demasiado corto y hace un poco de frío.

-Verás Catherine, el primer mes suelen poneros está ropa de hospital, y luego ya os dejan llevar la vuestra propia, de todas formas, si tienes frío, hay una bata en tu armario.

Asiento mientras le doy las gracias, ella hace el mismo gesto y se va. Esa mujer siempre tan feliz, no me ha dicho nada de lo de esta mañana.

En la planta de abajo están casi todos, o eso supongo. Hay como cuatro personas sentadas todas en el mismo sillón, viendo la tele, y otros tres en el suelo, sobre cojines. Hay un hombre bastante mayor jugando al ajedrez contra una chica. Ángela está en la ventana, leyendo.

A simple vista, la mayoría de estas personas parecen completamente normales, no sé que tipo de trastorno tendrá cada uno. Aunque, hay una mujer vestida como yo, hablando sola, me acuerdo de Adam...

En otra ventana, hay dos hombres, uno de ellos me llama muchísimo la atención. Es muy esbelto, alto. ¿Unos, 30 años? Tiene el pelo castaño, hacia arriba, sin embargo un pequeño mechón rebelde no hace más que colocarsele en su blanca frente. Hace una extraña expresión provocada por algo que debe haberle dicho su amigo, de manera que entrecierra sus redondos ojos, aún así, el que esté al lado de la ventana recibiendo directamente los rayos de sol, hace que se le vean de un color celeste precioso. Verdaderamente no pienso que esté ingresado en Redford, viste un traje negro a medida, con una camisa igual, desabrochada por arriba. ¡Imposible que esté ingresado aquí! Me quito esa idea de la cabeza, y sigo pensando quién diablos puede ser... Parece un poco arrogante, ¡quizás sea el hijo de la Doctora Bruja!

El mechón se le vuelve a meter en el ojo y se lo aparta con un gesto molesto. Me hace gracia y me rio, ya que nadie está mirando. Pero entonces, el hombre del traje alza la mirada hacia mi.

¡Mierda!

La curva de mi boca se disipa rápidamente.

Está claro que ha visto que me reía, aunque no creo que sepa de qué, dado que me ha sonreído igualmente. Quizás sólo piensa que me gusta, que es mucho peor.

Oh no, ahora pensará que voy a acosarle, porque, como estoy en un psiquiátrico, la tendencia a pensar mal es mayor, ¿no?

El caso es que aún no sé quién es, está hablando con un médico.

Me dirijo hacia Ángela, ya que me siento algo perdida y ella es la única de los aquí presentes que se sabe mi nombre.

Bueno, pensándolo mejor, la única que me conoce, porque no estoy segura de que se sepa mi nombre.

Levanta la mirada de su libro y me saluda. Yo, intento ser amable.

-¿Qué lees?

Ángela parece excitada por mi pregunta.

El guardián del centeno! ¿Lo conoces?

Me quedo un momento en silencio, mordiéndome el labio y asintiendo.

-¿No es el libro con el que estaba obsesionado el asesino de John Lennon?

-Si, ¡ese!

-Y, ¿está... ? -Mi compañera me interrumpe antes de formular la pregunta.

-¡Me lo he leído 26 veces!

Uau.

-¡Vaya! Eso, es mucho.

Ángela asiente.

Entiendo que alguien se lea un libro dos veces, yo lo he hecho, y si llegas a un nivel de aburriendo descomunal entiendo que te lo leas 3, ¡¿pero 26?!

Entonces, un chico muy delgado se acerca a Ángela.

-Hola Tom. -Le dice ella, claro que sin levantar la vista del libro que, sin duda alguna, se tiene que saber de memoria.

-Hola Ángela.

Ella se inclina hacia Tom diciéndole algo al oído, mientras los dos me miran. Y luego Tom dirige su mirada hacia mi brazo vendado.

Creo que se lo que le ha dicho, y, molesta, me voy al comedor, el cual ya está comenzando a llenarse.

Unos diez minutos más tarde está completo, estoy sentada en una mesa de tres, junto al anciano del ajedrez, y una chica que, parece muda. Hoy, como la mayoría de los días, cenamos sopa.

Unos cinco minutos después de que nosotros comenzamos, atravesó el comedor el personal del psiquiátrico, seguidos de Grace White. Pero no vi ni a Gretta ni a Adam, se dirigían a otro comedor, supongo que es solo para gente de más nivel, no como... ¡espera! ¡Es el hombre del traje! Está hablando con la doctora Bruja, como dije antes, será su hijo...

Después de la cena, nos repartieron a cada uno la dosis de pastilas necesarias, y a la cama.

DESAPARECERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora