Capítulo 29

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La cuarta planta parece estar completamente vacía. Doy un paso a lante, y casi me desparramo en el suelo. Todo mi cuerpo está temblando, como una gelatina. Me encuentro al principio de un pasillo con cuatro habitaciones a cada lado. La primera de la derecha tiene la puerta abierta, y puedo ver estanterías con sábanas blancas y al fondo un escritorio con un ordenador y un médico de pelo canoso, aunque no parece muy mayor, tecleando mientras observa fijamente la pantalla.

Aguanto la respiración y paso por delante de esa puerta. Me quedo de pie, en silencio, por si el médico me ha visto, pero no oigo nada.

Cada una de las demás habitaciones tiene una ventana al lado de la puerta, por lo que puedo ver dentro de ellas. La primera está vacía, supongo que sería donde estaba el marido de esa mujer...

Lentamente y con grandes zancadas, llego a la segunda habitación. Miro por el ventanal, y por poco no me desmayo. Me apoyo en el cristal y observo al chico que yace allí dormido. Me aguanto el llanto y, muy despacio, bajo la manilla de la puerta. Vale, ahora la abro un poco...

¡Ah!

Un chirrido hace que se me pongan los pelos de punta. No lo ha oído, por dios que ese hombre no lo haya oído.

Entro por el escaso hueco que deja la puerta entre abierta y me quedo enfrente de la camilla.

Es él, está tan tranquilo... Tiene el pelo más largo, aunque no mucho, y le ha salido algo de barba. Tiene dos tubos que le salen por la nariz, supongo que es lo que le ayuda a respirar. Tiene una aguja pinchada en el brazo, que le conecta con un gotero, y el hombro derecho está vendado.

-Oh Jared... -Sollozo antes de que las lágrimas se derramen por mis mejillas.

Me acerco un poco más y apoyo mis dedos en el bulto que hacen sus pies bajo la sábana. Me seco las lágrimas y voy acercándome más, a la vez que le acaricio con el dedo, la pierna, la cadera, el torso, el  pecho, hasta llegar a su rostro.

A su lado hay una máquina que marca el ritmo de su corazón mediante pitidos, y una silla. Me siento y entrelazo mi mano con la suya, mientras me la acerco a los labios y deposito un leve beso en su muñeca.

-Ojalá pudieras despertar ahora... -Sollozo a la vez que le acaricio el pelo. -Siento mucho haber pensado que me abandonaste allí, en serio. En esos momentos estaba muy cabreada ¿sabes? Y siento no haber tenido el valor suficiente como para decirte que, bueno que te quiero, y que me gustaría quedarme a tu lado para siempre. Me salvaste...

Tras observar sus perfectas facciones unos minutos, apoyo mi cabeza sobre su hombro no vendado, sin soltar su mano, y le doy pequeños besos en el cuello.

-No me había dado cuenta de que era Navidad ¿sabes? Me enteré ayer... Como pasa el tiempo... Pretendía traerme a Gordon, pero la noche que escapé de Redford lo pillaron y tuve que salir corriendo. Anduve toda la noche, y por la mañana una familia muy simpática me encontró y me llevó a su casa. Era un padre con su hijo. La última noche que estuve en su casa hicimos el amor, entonces supe que tenía que irme... -Otra vez, comencé a llorar y las lágrimas calleron sobre su pecho. -Lo siento...

Me separo de su hombro y le beso la frente.

-Jared, por favor, necesito que te despiertes. Te necesito conmigo por favor. Si no no sé que voy a hacer... Me he estado quedando en un Motel que está aquí cerca, y tengo miedo de que me encuentren y me lleven de vuelta a Redford. No lo soportaría.

Acaricio su rostro con ambas manos, va siendo hora de despedirme. Temo que e descubran.

Me coloco la mochila en el regazo y saco un boli negro. Arranco una hoja de una libreta que hay en la mesilla y le escribo mi nota de despedida. La doblo y la coloco bajo su almohada.

En la mesilla también hay un paquete con un nombre; Robert. Nunca me habló de un tal Robert, es extraño.

-Esto es por si te despiertas y ya no estoy aquí, te quiero Jared. Y, gracias... ¡Oh! ¿Sabes qué? Estuve en un concierto de Radiohead. Seguro que te habría gustado saberlo. Bueno...

Seguidamente le doy un pequeño beso en la frente y con lágrimas en los ojos me dispongo a salir.

"Está bien." Susurro, y trato de no mirar hacia atrás al salir, por que si lo hago estallaré en un horrible llanto.

Aprieto el botón del ascensor trantando de no desmoronarme. Me apoyo en la pared y cierro los ojos, las lágrimas bajan hasta mi cuello, me siento rota por dentro. El dolor que siento en lo más profundo de mi alma está acabando conmigo. Ahora entiendo por qué decidí no aferrarme a nada ni a nadie, se sufre menos. De todas maneras no volveré a tener esa oportunidad, ya no. Me he enamorado una vez, otra vez sería improbable.

La puerta se abre y entro en el ascensor. Me doy la vuelta y miro a Jared a través de la ventana por última vez. Todo lo que pudimos tener... yo no estaba destinada a ello. Todas las esperanzas que tenía, ahora me doy cuenta de que vivía en un sueño, un sueño en el que creía firmemente hasta hace dos días. Este es el final, aquí se acaba la historia, no me olvides, yo no lo haré donde quiera que esté.

Las puertas del ascensor se van a cerrar, cuando el hombre de pelo canoso aparece justo delante, parece confundido.

Joder.

Rápidamente me lanzo sobre los botones y aprieto varias veces seguidas para que las puertas se cierren. Si antes estaba temblando, ahora más, seguramente me haya reconocido y ya haya llamado a la policía.

-Tranquilízate Catherine...

Después de unos segundos que se me hacen eternos, las puertas se vuelven a abrir en el piso de abajo.

Cojo aire, estoy lista para lo que sea que ocurra ahora.

La puerta de la entrada se encuentra a unos diez metros de donde yo estoy. Doy un paso a lante, como esperaba, hay un policía hablando con la enfermera de recepción. Aprovechando que está de espaldas a mí, cojo impulso y corro tan rápido como puedo hacia la salida.

Justo cuando toco la puerta el policía se gira:

-¡Eh! ¡Espera!

La abro y la luz del sol casi me ciega. Giro  a la derecha, sin mirar atrás y sigo corriendo. La gente me mira sorprendida, la mayoría se apartan de mi camino, pero hay algunos que tratan de frenarme y no lo hacen. Por estar huyendo de un policía tengo que ser yo la mala. Estoy corriendo por mi libertad, mis derechos. No tienen por qué internarme allí si yo no quiero. Pero ya no tengo a nadie, estoy sola. Si me ingresan me quedaré allí para el resto de mis días.

De repente un hombre bastante corpulento me agarra de la mochila y hace que me caiga sobre mis rodillas al suelo.

-¡NO!

Trato de levantarme, pero entonces siento un gran golpe en la cabeza y me mareo hasta caer al suelo completamente.

DESAPARECERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora