Epílogo

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Oigo las risas de los niños, las conversaciones de las personas, el piar de los pájaros...

Abro los ojos, me encuentro en una habitación azul, con el suelo de madera. La cama en la que me encuentro está más cerca del suelo de lo que lo estaría una cama normal. Me giro y observo la ventana, el sol está en su punto más alto, debe de ser tarde.

Hay una paloma en el  borde de la ventana, permanezco mirándola, ensimismada, y vuelvo a cerrar los ojos con la intención de quedarme dormida otra vez, pero no.  

Estos últimos meses han sido confusos, aunque no los más confusos de mi vida.

Han pasado demasiadas cosas en poco  tiempo.

Después de salir del hospital tuvimos que sobrevivir a los periodistas y a todos los curiosos fotógrafos que se encontraban en cada esquina acechando. Nuestro caso se ha convertido en algo enteramente conocido, lo que resulta algo agobiante. Todas esas personas con diferentes opiniones comentando sobre el mismo tema, mi vida.

Aun así, no me afectó como lo habría hecho un par de años atrás, pues tenía al psicólogo perfecto a mi lado.

Jared estuvo asistiendo a al médico para hacerse algunas pruebas, iba dos días a la semana, las pruebas mostraron que todo estaba correcto. También había tenido que rellenar un montón de papeles en Redford para que así yo pudiera estar fuera legalmente, lo que resultó más fácil de lo que pensaba, pues tras poner una denuncia en la policía mencionando los inconvenientes de Redford y algunos de sus directores, unos investigadores se encargaron de demostrar que nuestras teorías eran ciertas, y acabaron echando a la famosa doctora.

Todo iba sobre ruedas.

De repente siento el tacto cálido de una mano en mi espalda desnuda y me sobresalto. Al notar mi respingo Jared se recuesta y se apoya en mi hombro de manera que puede ver mi rostro.

-Pensé que estabas dormida. -Dice en tono de disculpa.

-Yo también. -Le contesto a la vez que bostezo. Entonces me giro hacia él. -¿Sabes qué hora es?

Pregunto mientras le hago dibujos en el pecho con la punta de mi dedo.

Él niega la cabeza.

-Supongo que tarde.

Sonrío.

-Adoro levantarme tarde. -Comento mientras me inclino para besarle el hombro. - Sobretodo cuando no tienes que trabajar y estás a mi lado.

Él sonríe orgulloso.

-¿Recuerdas lo que te dije sobre... ?

Permanece pensativo, aunque sabía lo que quería decir. Posiblemente lo hace porque sabe que no me gusta esa idea. Me lo mencionó un par de días atrás, él no es una persona muy cercana a sus padres, o por lo menos no ahora. Ellos viven en la otra punta de Florida, y no han visto a su hijo desde que sufrió el coma. Aun así saben la historia de que el apuesto psicólogo está saliendo con la "loca" de su paciente. O así es como lo narran los periódicos y revistas.

Bien, antes de continuar, loca, no es lo mismo que suicida, o depresiva, son cosas muy distintas que la sociedad tiende a mezclar. De todas maneras, ahora soy una persona completamente "normal", signifique lo que signifique esa palabra. La depresión es una enfermedad de la que te puedes liberar, casi siempre.

El caso es que la familia del doctor Leto es una familia acomodada, y la idea de que su hijo se haya enamorado de una chica que pasó por Redford, no les hace ninguna gracia. Además, yo puedo ser muy borde cuando me provocan...

-...sí, lo recuerdo... -digo desganada.

-Sabes que no lo haría si no fuera estrictamente necesario.

-Lo sé. - Y en el fondo lo sabía.

Jared se levanta y rápidamente se pone unos vaqueros que estaban tirados en el suelo desde la noche anterior.

Le observo mientras se viste, y por un momento todo parece un sueño.

Le quiero, como nunca antes había querido a nadie. Jamás pensé que podría sentir algo así por una persona. Iría a donde fuera si se tratara de ir con él...

Una horrible sensación me invade al pensar en que todo esto ha sido un sueño, y que aún estoy en Redford, dormida.

Aparto ese pensamiento de mi mente. No es un sueño, está aquí, a mi lado, estoy con él... Me siento la persona más afortunada del mundo, después de todo, y a la vez siento pena por todas las demás personas, no sé porqué exactamente, quizás porque no le conocen, y yo sí.

-Jared... -Le llamo desde la cama.

-¿Si, amor? -Me contesta con una sonrisa de oreja a oreja mientras se abrocha el último botón de su camisa negra.

Me apoyo sobre mi codo subiéndome el edredón de forma que me cubre el pecho.

Sonrío sin saber qué decir.

-Es que, el echo de que todo haya acabado y que estés aquí, conmigo, me hace muy feliz.

-¿Y dónde iba a estar si no?

Se inclina hacia mí y se tumba a mi lado, ya vestido. Con la mano izquierda baja el edredón hasta mi cadera, y vuelvo a subir su mano recorriendo todo mi cuerpo. Es curioso, antes sentía vergüenza, por la cicatriz, pero hace meses que no la recordaba.

Coloco mi mano en su bazo y la llevo hasta su espalda para abrazarle, y permanecemos así, abrazados. Siento su respiración en mi cuello, y es como si me arropara. Me separo un poco de él y le acaricio la barbilla para después besarle suavemente. Él abre sus labios y el suave beso se transforma en un beso húmedo que acaba con su ropa esparcida por los suelos, otra vez.

DESAPARECERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora