Capítulo 27

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-¿Estás segura?

-Estoy segura, llevo demasiado tiempo aquí. Vine con un objetivo y tengo que cumplirlo.

-Lo sé pero solo digo que quizás sea demasiado arriesgado irte ahora. No sabes nada sobre el estado de ese chico.

-Sé que está en coma, y que quiero verle. -La voz se me quiebra al hablar de él.

-¿Y cómo piensas entrar? ¿Te crees que la doctora White no les habrá avisado de que podrías ir por allí?

-¡No lo sé! Diré que soy familiar de alguien que se encuentra en su misma planta y... y entraré.

-Las cosas no son tan fáciles Catherine.

-Tengo que intentarlo.

-Ya... ¿Te llevarás una maleta no?

-No, no puedo ir tan cargada. Con una mochila me basta.

-Está bien,  yo te la dejo.

-Vale...

Ryan se va de mi habitación y yo me dispongo a sacar del armario lo que pretendo llevarme, camisa, pantalones, ropa interior y un abrigo. Nada más. Bueno, el dinero que me queda. No necesito llevar más cosas.

-Aquí tienes. -Dice Ryan entregándome una mochila de color verde caza.

-Gracias.

La abro y comienzo a meter mi ropa, él  permanece en la puerta mirándome.

-Ya está, lo tengo todo.

-¿Tienes el papel con mi número?

-Si Ryan, no me falta nada.

-Vale, ya te lo he dicho; si necesitas algo, cualquier cosa, llámame ¿de acuerdo?

-De acuerdo.

-Ven aquí. -El hombre me abrazó y me besó en la frente cariñosamente. Yo intento ocultar las lágrimas.

-Muchas gracias por todo Ryan.

Él se aferra a mí con más fuerza y yo me refugio en su abrazo.

A la hora de comer, vamos a la parada de autobús para recoger a Jeremy. El niño baja risueño y va corriendo hacia los brazos de su padre, para luego saludarme a mí.

-¡Cathy!

-¡Hola Jeremy! -Le contesto agachandome y acariciandole el pelo. El niño continúa sonriéndome, hasta que se gira a su padre.

-Papá ¿nos vamos a comer?

-Si hijo pero antes... -Ryan se aproxima hacia nosotros. -Cathy tiene que irse.

Jeremy me mira frunciendo el ceño.

-¿Te vas?

-Si cielo. Tengo que irme a mi casa. -El niño juguetea con mi pelo y me abraza.

-No quiero que te vayas.

-Nos volveremos a ver.

Jeremy se separa de mí y me levanto para despedirme de su padre.

-Adiós Ryan.

-Adiós, Catherine.

Por un momento pretendo irme, pero antes de que pueda hacerlo Ryan da un paso adelante y me abraza. Apoyo mi rostro en su hombro y algunas lágrimas se deslizan por mis mejillas.

Él deshace el abrazo, aunque aún seguimos muy juntos.

-El último. -Susurra, y antes de que pueda darme cuenta me besa en los labios profundamente. -Espero que encuentres eso que buscas Catherine Thompson.

Le sonrío y me voy alejando por el camino del bosque.

-Hasta que volvamos a vernos. -Susurro. Y me apresuro a alejarme de los Cassidy, aún sabiendo que nuestros caminos no se volverán a cruzar.

Respiro hondo y trago saliva. Camino hacia adelante, con paso decidido. Siempre he odiado las despedidas, por eso llevo toda mi vida pretendiendo no atarme a nada ni a nadie, de esa manera me ahorro el sufrimiento. Con una familia tienes más posibilidades de ser feliz, pero también tienes más posibilidades de sufrir.

Mi madre siempre me dijo que no tenía corazón, y nunca entendió cómo podía ser tan fría, pero eso es algo que yo no podía explicarle.

Voy por el lado izquierdo del camino, tras la primera fila de árboles, pasan demasiados coches y temo que alguno venga de Redford y me reconozca.

Me pregunto cómo estarán allí, me hubiera gustado hablar más con Emily, o con Gretta. Tampoco sé nada de Annie Harper, la chica que me contó lo de Montenegro. Tengo que hacer algo respecto a esa víbora, y respecto a White. Prometí que lograría hacer justicia, y pienso cumplirlo.

Comienza a oscurecer, la noche está al caer. Puedo ver algunas luces brillantes al final del camino, Florida está cerca.

Llego a la ciudad a las 7 de la tarde, muerta de frío, no me puedo creer que el cielo esté tan oscuro, no llego a ver ninguna estrella, y eso me preocupa. Antes solía tranquilizarme mirando al cielo y observandolas, me daban esperanza, aunque parezca una tontería.

Trato de ir por uno de los extremos de la carretera. Por aquí los coches pasan rapidísimo, no hago más que ver las ráfagas de luz causadas por sus focos. Siguiendo esta carretera, al fin entro en Florida, me resultan extrañas tantas luces por todas partes, los escaparates de las tiendas iluminados por mil luces de neón, las farolas, los árboles iluminados... espera, ¿los árboles iluminados?

-¡No se olviden de visitar nuestra tienda! ¡Las ofertas de Navidad están al caer!

Anuncia una mujer que pasa a mi lado. Lleva un uniforme, y va repartiendo papeles. Me ofrece uno y lo cojo intrigada.

¿Porqué anuncian los decorados navideños?

-Perdone...-Le digo a un hombre que está sentado en un banco de la acera. Él levanta su mirada hacia mí.

-¿Me puede decir en qué mes estamos?

-¿Está de coña? -Me pregunta molesto. Yo niego. -Estamos a finales de noviembre.

Mi corazón da un vuelco, y casi me caigo si no llega a ser por el escaparate que tengo detrás. ¿A finales de noviembre? Eso explica la decoración de los balcones y las luces de las calles... No me lo puedo explicar, hace ya casi un año de mi intento de suicidio. La verdad es que he estado tan ocupada pensando que no me he dado ni cuenta de que el tiempo corría en mi contra. Al principio sólo buscaba otro modo de quitarme la vida, luego quise ayudar a Emily, y después, lo de Jared.

No celebro esta fiesta desde que vivo sola. En mi adolescencia era la peor época, no sé porqué, pero siempre ocurría algo malo, por lo que acabé odiándola.

Ando unos metros hacia una plaza que está cerca, y me siento en un banco. Hay luces por todas partes, y niños, un montón de niños jugando en frente mía, y correteando por la plaza.

Cuando pasa media hora, decido ponerme en pie y buscar algún motel donde quedarme a dormir, uno cerca del hospital Mercy, si es posible.

Pregunto a una anciana que me indica el camino al hospital. Temblando, me dirijo hasta él.

En mi camino me encuentro a varias personas pidiendo por la calle. La primera es una mujer, envuelta en un montón de mantas y hablando en un idioma que no conozco. Tiene la cabeza agachada mientras sujeta con ambas manos un vaso con unos pocos céntimos. La gente pasa veloz delante de ella, sin ni siquiera mirarla, evitando cualquier contacto visual con aquella mujer... Aunque en el fondo les hace sentirse afortunados por no estar en su lugar...

DESAPARECERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora