Capítulo 1

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Nací en Iberia y soy mujer. Aunque no lo creas se escribir, leer y luchar. Nací en tiempos muy revueltos, mi familia de origen espartano, huía de la guerra inminente contra los persas, pero unos años más tarde volvimos a Grecia. Cuando pise por primera vez Grecia solamente tenia 10 años.
Al igual que mi hermano, Alesandro, nos educaron la agogé, aprendimos política, filosofía y el arte de la guerra... Cuando regresamos, nos enteramos de la muerte de mi abuelo, Constantine, en la batalla de las Termópilas junto con Leonidas y los 300 espartanos que lucharon ferozmente contra los persas, me habría gustado conocer a mi abuelo y preguntarle como fue esa gran batalla... Pero ya han pasado muchos años...

—Mariam.

—Ya voy hermano.

Vivo ahora en la casa de mi hermano, bueno casa no te puedo decirte porque es descomunal como un palacio, Alesandro se casó con Aria, una mujer creativa y amante de la cultura y las artes, e hija de un general muy importante de Esparta.

—¿Que sucede Alesandro?—Pregunte preocupada.

—Tenemos una reunión en el consejo, date prisa en prepararte, te espero en la entrada—Alesandro vestía su armadura y tenia una expresión seria.

—Vale

Rápidamente me dirigí a mi habitación y me vestí con mi armadura, lo normal es que tendría que vestir con ropa de mujer y no de guerra. Cuando me salí me tope con la pequeña Kassandra, mi dulce y tierna sobrina de 10 años.

—Kassandra.

—Si tía— Respondió dulcemente.

—Tengo algo para ti.

—¿Qué es?— Dijo con curiosidad.

—Es un caballito de madera— Dije mientras le entregaba el juguete que le había fabricado, un caballo de madera con ruedas —Conoces bien la historia de la guerra de Troya, pues este caballo oculta en su interior un gran poder, cuando tengas miedo de algo llevate este caballo te protegerá, cuidalo con si fuera de carne y hueso.

—Gracias tía, lo llevaré conmigo todo el tiempo— Kassandra me abraza y me da un beso en la mejilla y se va riendo y jugando con su nuevo juguete.

Fui de inmediato a la entrada, donde  Alesandro me estaba esperando. Partimos de inmediato hacia el consejo de guerra.

—¿Quién te ha avisado sobre la reunión, Alesandro?— Dije mientras íbamos caminando por la calle a paso ligero.

—Damen, cuando me dijo lo de la reunión se le veía muy nervioso y agitado— Respondió Alesandro.

—Por Hermes, para que este en ese estado, el tema de la reunión tiene que ser muy serio.

Estaban todos los generales, Bemus, Calix, Damen, Egan, Alesandro y yo reunidos en el consejo.

—¿Qué sucede?—Preguntó Alesandro.

—Nos han llegado noticias de que han visto un grupo numeroso de persas cerca de aquí— Respondió Egan.

—Los espartanos no preguntan cuántos son los enemigos, sino dónde están— Dije seriamente.

—En el bosque, cerca del río Eurotas y se cree que se dirigen hacia aquí— Dijo Bemus.

—Pero ¿Estamos seguros de poder contraatacar los? Desde la victoria gloriosa contra los persas, solo quedan muy pocos para poder defender la ciudad— Dijo Alesandro preocupado.

—Solo el destino lo sabe, pero si estamos seguros que nuestros mejores hombres ya están listos para partir, pero que los dioses nos protejan pues desconocemos el número del enemigo— Dijo Calix colocándose el yelmo y tomando su escudo y lanza.

Partimos al medio día y llegamos allí de noche, rápidamente levantamos el campamento, los soldados se les notaba que estaban un poco nerviosos pues esa noche era luna nueva y se oían decir entre ellos "Pues la oscura noche, alberga horrores". Damen, Bemus y Egan se fueron a sus tiendas a descansar. Alesandro, Calix y yo comenzamos la primera guardia, estuve andando alrededor del campamento, muchos de los soldados descansaban o jugaban a los dados o bebían.
Miré hacia el oscuro y profundo bosque, como si algo o alguien me llamara desde su interior. Comencé andar hacia el bosque.

—¿Adonde vas?—Dijo Calix que pasaba por allí.

—Quiero comprobar si los exploradores han regresado—Mentí, solo quería explorar el bosque en la eterna oscuridad y descubrir donde estaba el enemigo.

—Mariam, tenga cuidado, eres una buena general y os aprecio mucho como compañera y amiga, no quiero perderos— Dijo Calix preocupado—Vuelve cuando tengas noticias.

—Así lo haré— Dije mientras entraba al bosque.

Con solamente armada con mi escudo y espada, avanzaba en la oscuridad del bosque y viendo como el manto de la diosa Nyx cubría la cúpula celeste, poniendo todos mis sentidos al límite, hasta...

—¿Serías tan amable de ayudarme gran guerrera?— Dijo una voz femenina detrás de los arbustos —No voy armada, y no soy tu enemigo.

—Eso hay que comprobarlo— Dije mientras avanza hacia los arbustos, era una mujer anciana que vestía una capa oscura, no llevaba armas, decía la verdad.

La anciana comenzó a dar vueltas alrededor de mi como si me estuviera examinado y luego se acerco, tomo mis manos y las observó. Yo la miraba con curiosidad como si tuviera un aura misterioso y divino.

—Mariam, eres como las rosas, con tu gran belleza ocultas tus afiladas espinas— Dijo la anciana mirando a los ojos con una sonrisa.

—¿Quién eres? ¿Como sabes mi nombre?— Dije nerviosa pues no me había presentado.

—Soy la diosa Hécate, diosa de la hechicería, de lo arcano y de las encrucijadas, no temas pues he leído vuestras manos y rostro y vuestro destino es eterno y glorioso, lleno de aventuras y batallas que serán contadas en boca de los aedos... Desde lo alto del olimpo, los dioses te observan con atención y te protegen con sus mantos y sus armas.

No podía creer lo que estaba escuchando, si se lo decía mis compañeros no me creerán y me tomaran por loca.

—¿Por qué a mí? Si solo soy una simple mortal— Dije mirándola a los ojos incrédula ante lo que oía.

—Ocultas un don, mi querida Mariam, un don muy poderoso, que lo descubrirás ni muy tarde ni muy pronto— Hécate se apoya en mi brazo derecho y luego me da una sonrisa –Te voy a llevar a ver a tu abuelo, Constantine.

—¿Pero tendríamos que bajar al inframundo? Tu puedes pasar perfectamente pero yo estoy viva.

—No hace falta que vayamos al inframundo, sígueme.

Comencé a seguir a Hécate, comenzó a nacer una bruma a medida que avanzabamos por el bosque, a lo lejos vi una joven sentada en un risco, su cabello era la mitad negro y la otra mitad blanco, pero lo que me llamo la atención es que estaba rodeada de... fantasmas. Fantasmas de soldado de tiempos pasados, ancestrales que no habían podido subir a la barca de Caronte para su descanso eterno.

—Hola Melínoe, mira quien te traigo— Dijo Hécate.

—Espera un momento, Melínoe, ¿eres la diosa de los fantasmas?—Dije incrédula.

—Claro que soy la diosa de los fantasmas y tu eres Mariam, la mortal de que hablan tanto en el olimpo—Dijo Melínoe con una sonrisa.

—¿Esta aquí Constantine?—Preguntó Hecate.

—Claro— Melinoe señaló hacia un grupo de soldados —Está junto los 300.

Esposa de la GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora