PARTE 4.4 (SPANISH)

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HACE MIL AÑOS...

Forth despertó en su dormitorio.

Su cuerpo, agotado, estaba siendo lavado por las sirvientas que su madre había designado para que se encargaran de sus necesidades.

Algo no muy bien visto pero que, sin duda, había echo que el joven no tuviera que buscar fuera de las paredes de Palacio nada que no pudiera tener en la intimidad de su propia habitación.

Atención, belleza, placer.... Todo al alcance de la mano.

Tal vez por eso Krist había sido como un soplo de aire, como un ángel bajado del cielo que podía darle lo que no tenía... Amor.

El amor puro y desinteresado.

Solo que, por lo visto, ese ángel no estaba destinado para él.

- "Hijo..." - murmuró la Reina mientras cogía la mano del joven entre las suyas.

- "Ya lo sé, madre" - respondió Forth mientras giraba su rostro para mirar al de la mujer - "es inútil...".

La Reina asintió mientras rompía a llorar.

- "Ellos son almas gemelas, las dos caras de una misma moneda... su unión no se puede romper"

Forth sonrió tristemente y con una mirada profundamente dolida.

- "Sólo he intentado lograr lo imposible" - dijo con un hilo de voz mientras comenzaba a toser - "y  ahora deberé pagar el precio..."

Un leve hilo de sangre asomó a sus labios y comenzó a deslizarse por su barbilla hasta caer sobre la suave sábana blanca.





Mientras tanto, en otra habitación de Palacio, los magos trabajaban a marchas forzadas en la búsqueda de un hechizo que impidiera lo que estaba por ocurrir.

- "No queda tiempo...¡ hay que hacer algo!" - exclamó uno de ellos, de barba blanca y ropas moradas.

¡ hay que hacer algo!" - exclamó uno de ellos, de barba blanca y ropas moradas

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- "Ya lo sabemos... pero no hay nada que hacer. ¡Nada!" - exclamó otro de ellos mientras lanzaba varios libros ya revisados al suelo.

Los demás, enfrascados en sus respectivas lecturas, apenas si tuvieron tiempo para gruñir, mucho menos para mandar algún mensaje de aliento a la persona que estaba en el otro extremo de la sala.

Una persona que, sentado en una silla, les observaba con el ceño fruncido.

El monarca, con el rostro pálido y la mirada cargada de dolor, observaba las idas y venidas de los magos que, sin duda, estaban tan confundidos con lo que estaba ocurriendo como él. 

Sin embargo, había una cosa de lo que sí estaba seguro... de una única cosa que le estaba carcomiendo por dentro.

"Es culpa mía...", se dijo el monarca mientras dejaba caer la cabeza sobre sus brazos, "es mi culpa que Forth esté ahora muriendo".

- "Es inútil" - musitó finalmente con un hilo de voz mientras cerraba fuertemente los ojos e intentaba bloquear las palabras de los magos que, con cada frase que decían, hacían que sus esperanzas se esfumaran como si de un sueño se tratara.

O más bien, de una pesadilla.

A MILLION LIVES WITH YOU/ UN MILLÓN DE VIDAS CONTIGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora