Encuentra Lo Que Amas Y Deja Que Te Mate

Prólogo

—Bueno días, Bakugou-kun.

El cenizo bufó dando una sonrisa de lado, esa bastarda en verdad se creía lo suficientemente superior para saludarlo como si nada. Pero, no había problema; Que le dedicara sus primeras sonrisas y palabras de la mañana era suficiente para calmar su coraje que siempre se cargaba.

Aún no sabía la razón por la cual una futura bióloga, fuera a buscar a un ingeniero en minería para resolver sus dudas. Pero...

—Bakugou-kun, ¿Me podrías ayudar en esto? —la joven se sentó frente a él, llamando la atención de toda la clase.

—No jodas cara redonda, yo también tengo mis propias dudas. —Empujó los libros de la chica.

—¡No seas así! Tú eres muy inteligente, ni siquiera estudias. — Hizo un puchero, de nuevo con esa jodida cara infantil y linda.
¡Mierda! Ni siquiera parece una universitaria.

—Vete a la mierda. —Masculló, quería que le insistiera un poco más. Quería ser más demandado, quería que ella pidiera más de él. Necesitaba sentirlo.

—Por favor~ —pestañeó varias veces.
La súplica favorita de Katsuki: los ojos de perrito abandonado.

El cenizo alzó una ceja en rechazo.

Un poco más.

—¡Por Favor Katsu! —Chilló sonriendo con los dientes. Un golpe algo rudo aterrizó en su melena castaña.

—Mi deber como superior es hacer que no valgan tanta mierda —pronunció orgulloso. —En el receso te ayudo, no jodas. —Dio una carcajada en sus adentros, se veía a millas que la chica quería la asesoría de inmediato.

El timbre sonó.

—Bakugou-kun--

—No, ya te lo dije —habló altanero. Odiaba que se refiriera a él aún con su apellido. —Llevamos años conociéndonos, cara redonda.

— Katsuki-kun ¡Nos vemos en el receso! —Agitó su mano y vislumbró sus almohadillas delineando el aire en señal de despedida.

No, no le gustaba, Katsuki no, Katsu está bien, le gusta que le diga así. Pero obvio ¡Ni puta madre lo admitiría! ¡Ni mierda! ¡Ni muerto! ¡joder! ¡Maldita cara redonda!

Bufando empujó su asiento, por consecuencia chocó con su compañero de delante. Parecía que se iba a quejar, pero, una mirada asesina calmó al imbécil mitad-mitad.

A pasos agigantados caminó al comedor. Abrió la puerta buscando a la perra que más le jodía la vida.

—¡Buu! —Tocaron su hombro.

—Otra de tus mierdas y te reviento el culo, ardilla. —Sonrió de lado.

Enérgica tomó la mano del hombre y la jaló consigo, llegaron a la mesa más cercana a la barra de comida.

—Gorda. —Se burló.

La joven frunció el ceño, verla enojada era un mal chiste muy gracioso. Dio una carcajada.

—Idiota. —Gruñó sacando sus libros.

Mostró sus dudas y el cenizo puso atención.

—Eres una pendeja —masculló,— no me jodas, esto es Química de tercer semestre. —Se acercó a explicarle.

Ella también se acercó, incluso sus gestos al pensar eran graciosos. Sus hombros chocaron.

Los alcanos era algo muy fácil de entender, pero esa tonta en verdad era un caso perdido ¿Cómo mierda había llegado a la universidad?

—Ya veo. —Masculló tomando un lápiz y haciendo pequeñas notas al lado de los ejemplos que le daba Bakugou.

El centró su vista en las facciones de la chica, todo era de nuevo un mal chiste: Mejillas regordetas, ojos grandes color avellana ¿Qué eran esas mierdas rosadas en sus mejillas? ¿Chapitas? Su corte de cabello es sumamente raro ¡Parece un puto conejito!

Y entonces....

Su corazón se acelera, su pecho pesa, sus pupilas se expanden, su respiración se vuelve rápida y el tenue calor comienza a inundar sus mejillas.

El perfume natural de la chica lo embriaga lentamente, tiene que huir.

Sus labios parecen moverse en cámara lenta, tiene que huir. Sus pestañas parecen volverse más claras, al punto de poder ver una por una, tiene que huir. Sus mejillas se vuelven jodidamente irresistibles de tocar, tiene que huir. Su mente pide a gritos probar el sabor de sus labios ¡Tiene que huir! ¡Tiene que hacerlo! ¡Ahora!