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| chapter four |

No había podido pegar el ojo en toda la noche

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No había podido pegar el ojo en toda la noche. Tuve insomnio, algo que desde que papá desapareció no había tenido y eso me ha hecho sentir inquieta.

Durante la noche estuve pensando en cómo mi vida puede cambiar si me convierto en lo que, quiera o no, está en mí, en mi esencia.

Sostuve mi taza de té cerca de mi rostro y aspiré el dulce aroma del limón para tratar de tranquilizarme. Quizá hoy no vaya a la preparatoria, no estoy de ánimos y menos teniendo en cuenta que tendré que enfrentarme a Scott, que de seguro tiene tantas dudas sobre mí, dudas que ni yo misma sé la respuesta.

— ¿No irás a clases?

Tiré la taza a la alfombra de la sala. No esperaba que despertara tan temprano y su voz me asustó.

— Derek, me asustaste— respiré hondo mientras sentía como las palpitaciones de mi corazón se aceleraban.

Cuando menos lo esperé, él ya estaba recogiendo la taza, y la dejó sobre la pequeña mesa de centro.

— Lo lamento, creí que me habías escuchado— se sentó en el sillón frente a mí. Parecía completamente recuperado. No podía ver su herida pero su ánimo era otro.

— Que tú seas hombre lobo con los sentidos siempre alerta no quiere decir que todos lo sean— suspiré con frustración, mientras me perdía, una vez más, en sus ojos verdes.

— Qué bueno que tocas el tema— se sentó más a la orilla del sillón, como para tener más contacto visual conmigo—. Tengo muchas preguntas, ¿te molesta un nuevo interrogatorio?

— Ya lo empezaste...

Suspiró cansado.

— ¿Cómo supiste lo del acónito, la manera de curarme?— había fruncido el ceño y eso me pareció muy atractivo.

— Digamos que soy de las chicas que le gusta saber hasta lo que no debe— contesté, no quería que él supiera la verdad.

— Mientes, escucho a tu corazón palpitar rápido.

¡Demonios, me ha pillado!

— Por mi padre— suspiré con frustración. ¡Qué más daba! Debía decirle tarde o temprano porque a fin de cuentas ¿quién más puede ayudarme con esto? De alguna u otra manera tenía también yo que buscar respuestas y solo Derek me las podía dar.

— ¿Tu padre era un hombre lobo?— su rostro lucía sorprendido.

— No, o al menos que yo sepa. Quizás mi padre sabía lo que me había sucedido y buscaba la manera de ayudarme— me senté completamente recargada en el sillón y me abracé a mí misma, ya que me daba nostalgia tener que recordar—. Todas las noches, regresando del trabajo, se encerraba en su laboratorio y hasta casi amaneciendo se iba a dormir. No sé lo qué hacía pues nunca me dejó entrar.

Esencia de loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora