cincuenta y cuatro; enamorate de tu vida.

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Muchos años más tarde.

—¡Estoy en casa! —Graham gritó mientras luchaba con las bolsas de compra y la puerta, por supuesto que el único que se dignó a recibirlo fue Cookie quién vino corriendo y meneando su colita mientras gemía por un poco de atención, él sonrió y se agachó dejando un par de bolsas en el suelo para acariciarlo —Al menos tu siempre me recibes con entusiasmo.

El perro sacó la lengua y empezó a lamerle los nudillos haciendo que él riera un poco. Graham se levantó y observó su pequeña y colorida casa que estaba exactamente igual a como la había dejado, lo cuál era verdaderamente sospechoso ya que estos días casi siempre era un caos ruidoso.

Se dedicó a llevar las bolsas a la cocina que también estaba vacía y metió las cosas congeladas al refrigerador, tomó una cerveza y salió al patio en busca de su familia que escuchó a penas se acercó a la puerta trasera.

Graham se tomó unos segundos para admirar la vista, a pesar de que todos los días veía a Irina y a Rashan eran esos pequeños momentos que él los observaba sin que se dieran cuenta que lo hacían sentir feliz y pleno. Irina reía dentro de la pequeña piscina que a penas le llegaba al pecho mientras Rashan intentaba nadar como un perrito con ayuda de sus flotadores de plástico.

—¡Papá, mirame! —gritó Rash y él sonrió porque su hijo siempre sabía cuando estaba cerca —¡Ya puedo nadar!

—Ya veo, pececito —Irina le sonrió y él empezó a moverse hacia ella sin darse cuenta, tantos años y aún esa hermosa sonrisa lo llamaba como el canto de una sirena. Ella tenía su cabello amarrado en un moño alto en su cabeza y estaba usando un traje de baño que hacía poco para cubrir su parte delantera así que él se aprovechó y miró descaradamente ese punto —Hola a ustedes.

—No seas un pervertido —se quejó ella pero el sonrojo en sus mejillas contaba otra historia lo que hizo que Graham pensara en otras cosas que despertaron a cierta parte de su anatomía.

—Me estoy sintiendo algo mareado, tal vez mi doctora debería hacerme una revisión —él le guiñó un ojo y ella sonrió más amplió, abrió la boca para contestar pero Rash los interrumpió.

—¡Mamá, quiero ir al baño! —Graham bajó la cerveza al suelo y se dispuso a sacar a su pequeño mono de la piscina, le ayudó a quitarse los flotadores y luego corrió hacia la puerta, por supuesto que con seis años ya sabía ir al baño solo así que no se molestaron en perseguirlo, solamente se detuvo para tomar una toalla de una silla junto a la puerta y envolverse con ella.

—Odio que sea tan independiente —dijo Irina con un suspiro, Graham asintió de acuerdo y la vio caminar hasta las escaleras —¿Podrías ayudarme a salir?

—Claro que si, después de todo llevas una carga preciosa —ella se rió pero le tendió la mano para que la ayudara y cuando empezó a subir los escalones su prominente vientre fue lo primero y único que llamó su atención, como siempre que la veía el aire de los pulmones de Graham fue arrancado y su corazón dio un vuelco al ver a su esposa embarazada de su hijo.

—No estoy incapacitada, solo para recordartelo —él hizo una mueca porque si fuera por él ella ni siquiera tocaría el suelo para caminar, por extremo y loco que suene pero ¿Podrían culparlo? Era su primer embarazo después de todo.

La vida de ambos había tomado unas cuantas vueltas inesperadas a lo largo de los años, recordaba esos primeros años tan claramente porque fueron los más difíciles de su relación, donde aún todo era nuevo y frágil. Graham había decidido estudiar periodismo después de todo, solo había tardado un poco en recuperar el interés pero después de ver a Irina después de esos largos tres meses supo que no podía estar lejos por más tiempo así que el semestre siguiente se inscribió en una pequeña universidad pública en Londres no muy lejos de Irina.

Ciento un RazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora