dieciséis; una taza de café y un amigo

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Sus padres no los descubrieron por algún milagro y el resto de la semana pasó con tranquilidad y sin ningún incidente en la escuela de Graham, al menos que Irina supiera. Era sábado y su abuela quería ir a ver la coronación de la reina de las flores en el centro de la ciudad, era un evento que se celebraba cada año antes del desfile de primavera, a Irina nunca le había interesado mucho el concurso pero ella había competido hace unos años solo porque Natasha también estaba compitiendo, obviamente Natasha ganó.

—Esto es aburrido, ni siquiera conozco a esas chicas —se quejó Irina mientras acomodaba su vestido floreado que su abuela le había hecho usar en honor a todo el evento, la abuela le dio una mala mirada.

—No seas aguafiestas, Irina, ve a comprar un dulce —la abuela depositó dinero en su mano y la despachó con un movimiento de cabeza y se movió para decirle algo a su madre. Irina caminó alrededor de las personas con cierta dificultad hasta que vio un puesto de refrescos cercano.

—Lo siento —se disculpó cuándo chocó por accidente con el hombro de algún chico, él se dio la vuelta sonriente, Irina tragó grueso porque ahí estaba de nuevo Julian todo sonriente con su pequeño chihuahua bajo el brazo.

—Hola, eres la hija del doctor Schwartz ¿no? —ella asintió con una sonrisa —Irina ¿cierto?

—Me sorprende que lo recuerdes —ella se pasó una mano por el cabello esperando que estuviera en su lugar luego la alargó y acarició al perro —Julian y Vincent ¿no?

—Así es, creo que él también te recuerda —ambos rieron cuando el pequeño chihuahua empezó a lamer su mano con entusiasmo —La semana pasada estuve en el consultorio de tu padre pero no estabas ahí.

—Probablemente estaba en la escuela —ella se encogió de hombros y señaló el puesto de refrescos —Iba por algo de beber ¿Quieres venir?

—Claro —él sonrió y ella se maravilló por el brillo en sus ojos verdes, nadie podía tener ojos tan bonitos —es curioso que nos encontráramos aquí.

—No lo creo —dijo ella encogiéndose de hombros —casi toda la ciudad está aquí, es la oportunidad de socializar y todo eso.

—No te veo muy entusiasmada —ambos pidieron sus bebidas y caminaron con la esperanza de encontrar algún lugar para sentarse pero era casi una misión imposible.

—No me atrae mucho éste tipo de cosas, mi abuela me obligó a venir, además hace mucho calor —ella suspiró y él miró alrededor.

—Bueno, mi hermana me obligó a venir y si no estoy en un lugar que pueda verme pensará que no vine —él comenzó a caminar hacia el escenario —Está compitiendo para ser reina de los tulipanes.

Habían al menos cuatro reinas: la reina de los capullos era una niña entre los 4 y 8 años, la reina de los tulipanes era una adolescente entre 12 a 16 años, la reina de las rosas era una mujer entre los 20 y 30 años y finalmente la reina de las orquídeas era una mujer entre los 40 y 60 años. Cada una tenía su propia carroza decorada en el desfile de primavera.

—¿De verdad? Yo también competi por ese título hace dos años —dijo ella siguiéndolo, se detuvieron cerca del escenario y ella escaneó la multitud en busca de su madre y su abuela pero no las encontró.

—¿En serio? No pareces el tipo de chica de concursos —ella le fruncio el ceño pero al final se encogió de hombros porque era la verdad.

—Es algo que una chica debe probar al menos una vez en su vida —entonces las chicas comenzaron a desfilar en el escenario, una rubia alta de piel bronceada saludó brevemente a donde ellos se encontraban, quizás era la hermana de Julian. Irina miró alrededor nuevamente, tenía ese extraño presentimiento en su estómago que no la dejaba estar quieta, se dio la vuelta y miró detrás de ella, tal vez a unos veinte metros estaba Graham y no estaba solo.

Ciento un RazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora