cincuenta y dos; te extraño

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—Hola, traigo un paquete para Graham Stepanov —Graham asiente o al menos cree hacerlo mientras frota el sueño de sus ojos con las palmas de sus manos, el hombre de uniforme al otro lado de la puerta le entrega un recibo que debía firmar, casi en automático Graham lo firmó y a cambio recibió una caja mediana sellada, le dio las gracias al hombre y se dirigió a la cocina.

—¿Mamá? —él puso la caja en la mesa de la cocina y escuchó los pasos apresurados de su madre junto al sonido de las patitas de Cookie —¿Ordenaste algo? Porque llegó esto y es...

—¿Qué, cariño? —preguntó ella al ver que se calló abruptamente, se acercó con curiosidad mientras Cookie saltaba entre los dos rogando un poco de atención.

—Viene de Inglaterra —murmuró él casi sin voz, su madre entendiendo todo le dio una pequeña sonrisa y buscó unas tijeras para quitar el montón de cinta adhesiva, Graham la miró en silencio hasta que ella quitó lo suficiente para que un poco de papelillos de colores saliera fuera de la caja, entonces se interpuso entre su madre y la caja.

—¡Graham! ¿No ves que tengo unas tijeras en la mano? Pude haberte cortado —ella le dio una mirada ceñuda que él sabiamente ignoró.

—Creo que mejor abriré esto en mi habitación —su madre lo miró unos segundos como si estuviera debatiéndose si dejarlo o no pero al final solo asintió y guardó las tijeras en su sitio. Graham tomó la caja y la llevó a su habitación, no estaba demasiado pesada pero conociendo a Irina probablemente traía más cosas de lo que pensaba.

Irina.

Nada le dolía más que pensar en ella.

Sobre todo el pensar que ya tenían dos meses sin verse cara a cara, además de las vídeo llamadas dos veces por semana y los constantes mensajes de texto, la extrañaba como un loco enfermo de amor y de cierta manera lo era ¿Para qué negarlo?

Irina, como todo lo que pasó en su vida después de ella fue inesperado y sorprendentemente todo lo que siempre había necesitado. Por supuesto que, al irse, también se llevó todo lo bueno en su vida ¿Qué podía decir? Todo el mundo podía darse cuenta de como lo había destrozado la partida de su novia y su hermano, no es como si mucha gente lo viera porque últimamente solo salía de su casa a pasear a Cookie por los alrededores.

La verdad era que la ansiedad lo había consumido. Una ansiedad casi paralizante e irracional donde su cerebro pensaba que todo el mundo lo dejaba de manera intencional, por supuesto él estaba consciente de que no era así pero en su mente, era como tener a otra persona hablándole y diciéndole todas éstas cosas desagradables que lo llevaban de vuelta a su lugar oscuro y tristemente era tan fácil para él ir ahí que a veces no se daba cuenta hasta que estaba al borde del colapso.

Graham puso la caja sorpresa en su cama y la miró con el corazón latiendo furiosamente a toda velocidad, como si la mismísima Irina Schwartz fuera a salir de ella, aunque se decepcionó cuando quitó la tapa y solo salió papelillo multicolor. Aún así sonrió al ver el contenido, había por supuesto un montón de dulces británicos dentro, también sonrió como un tonto al ver una bufanda con los colores azul y plateado y el emblema de Ravenclaw, también había un gorro a juego.

—Solo tú, Irina —recordó ese día en el que ella le obligó a hacer el test en internet, él no quería pero ella estaba rebotando felizmente, por supuesto ya ella había hecho el suyo y había salido Huffelpuff.

—Bueno, como que va contigo —dijo ella sonriendo y sentándose en su regazo para darle un beso luego todo lo demás se le olvidó cuando sintió sus labios y su perfume se filtró en sus fosas nasales.

El sonido de su teléfono lo sacó de su ensoñación, vio que era su amigo Phil, a quién había estado frecuentando mientras Gustav no estaba.

—Hola...

Ciento un RazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora