once; acariciar un perrito

2.5K 272 8
                                    

Todo volvía a la normalidad o tan normal como se podía esperar.

A Irina la habían suspendido por tres días, el asunto de su expulsión estaba por determinarse sobre todo porque estaba a nada de terminar su año escolar así que aparentemente no serviría de nada pero la directora aún estaba investigando sobre estos rumores de odio ciego entre ella y Natasha. Ahí es donde ella tenía que intervenir y explicar que ella no odiaba a Natasha, solo había cierta competencia sana entre ellas, o al menos hasta que le rompió la pierna.

Las facturas del hospital llegaron y sus padres pagaron por todo el tratamiento de Natasha quién tenía la pierna derecha enyesada y sin posibilidades de movimiento por el momento, en cuanto a ella ya podía caminar pero aún cojeaba un poco y mientras no estaba en la escuela debía trabajar en el consultorio veterinario con su papá.

La campana sonó avisando que alguien había entrado y no cualquier alguien.

Irina sonrió torpemente cuándo vio al chico rubio de impresionantes ojos azules cargando un chihuahua malhumorado bajo el brazo.

—Hola —dijo sonriendole, hoy llevaba sus rizos libres cayendo por todas partes, Irina sintió la necesidad de tocarlos pero se contuvo —Tengo una cita con el doctor, soy Julian Krauss.

—Oh claro —dijo ella desviando la atención de sus rizos —está con otro paciente pero ya casi termina, puedes esperar ahí —dijo señalando las sillas frente al escritorio.

—Gracias, señorita...

—Irina —dijo ella sonriendo, él le devolvió la sonrisa.

—¿Siempre trabajas por aquí o eres nueva? Nunca te había visto.

—Oh, solo vengo a veces cuando tengo tiempo libre —él asintió.

—¿Estudias?

—Sip, estoy en mi último año de preparatoria ¿Y tú? —su sonrisa cayó un poco pero no del todo.

—Primer año de universidad, estudio medicina por aquí cerca —ella se intimidó un poco y se puso algo triste, él era mayor que ella.

—¡Yo quiero estudiar medicina! —dijo ella con entusiasmo y de un momento a otro ambos hablaban cómodamente del cuerpo humano y sus misterios, Irina le daba de vez en cuando una galleta al perrito que aún llevaba puesto un cono en la cabeza para evitar que se quitara los vendajes. Su padre salió unos minutos después seguido de una chica con un conejo en una jaula, rápidamente Julian se fue con su padre y ella se quedó sola de nuevo. Unos minutos más una mujer entró con dos perritos y ella se distrajo hasta que su padre volvió a salir con Julian.

—Gracias por todo Doctor Schwartz —luego la vio e inclinó la cabeza —Hasta luego, Irina.

—Adiós —dijo ella algo decepcionada, tal vez esperaba que la invitara a salir o algo así pero él obviamente no estaba interesado así que continuó con su trabajo sin pensar demasiado en el atractivo chico. De camino a su casa le dijo a su padre que detuviera el auto para comprar algo de pan pero a penas se bajó lamentó su situación.

Una de las razones por las que su padre abrió su propia clínica veterinaria fue porque su madre estaba cansada de él llevando animales de la calle a su casa, Irina recordaba vagamente jugar con algunos gatos y una que otra tortuga. El punto es que ella era tan hija de su madre como de su padre así que había heredado algunas cosas como esa tendencia a recoger animales moribundos de la calle, era igual a su padre y él lo sabia por eso cuando subió al auto con un perrito en los brazos no dijo nada más que: A tú madre no le gustará.

—Lo esconderé mientras le meto la idea en la cabeza, lo amará —dijo ella tratando de convencerse a sí misma.

—Sabes que no —dijo su padre tomando al cachorrito en sus manos para examinarlo —Está desnutrido y no veo garrapatas o pulgas, tal vez con un baño y las vacunas adecuadas...

Ella lo sabía, él también quería conservarlo.

Era una cosita pequeña, todo blanco con motas marrones alrededor del cuello y las orejas, parecía ser un cruce de especies, algo entre un cocker spaniel y un puddle. El pequeño gimoteaba en su regazo e Irina no tuvo corazón para devolverlo.

—Me lo quedaré —su padre no dijo nada y ella supo que él sería neutral, no conseguiría ayuda de su parte pero tampoco la regañaria por esto. A penas llegó a su casa se puso a bañar al cachorrito en el patio, su abuela se asomó a la puerta y la miró con reproche.

—A tú madre no le gustará —fue todo lo que dijo antes de retirarse, Irina tragó grueso y terminó de bañar a su nuevo amigo luego decidió que no podía quedarse con ella al menos hasta que aclimatara a su madre primero, así que tomó al cachorrito y cruzó la calle.

—Hola Irina —el señor Stepanov le sonrió y la invitó a pasar luego alzó la ceja al ver lo que llevaba en los brazos —Ya veo.

—Solo será ésta noche señor Stepanov —por supuesto no era la primera vez que hacía esto e involucraba a los gemelos, como había dicho anteriormente, ella tenía fama de rescatadora de animales, si mal no recordaba el último había sido un periquito con el ala rota.

—Ve a hablar con uno de los chicos —dijo riendo y ella le dio un breve abrazo antes de correr escaleras arriba, lo más normal era que buscara a Gus primero pero por alguna razón sus pies se dirigieron a la habitación sin puerta de Graham. Él estaba discutiendo con su madre.

—¡No tengo hambre!

—No estás comiendo nada, Graham... ¿Irina? —ella sonrió débilmente y luego ambos fijaron su vista en el bulto en sus brazos.

—Solo ésta noche señora Stepanov ¿Por favor? —dijo ella haciendo pucheros, la madre de Graham la miró y asintió con un suspiro.

—Bien, pero no más y espero que puedas hacer que él coma algo —dijo y se fue dejando una bandeja en el escritorio de Graham, el bufo y se acomodó en su cama para ver una película.

—No voy a cuidar a ese animal —dijo sin verla, ella se acercó y se sentó cerca de él inclinándose.

—Graham, por favor —ella empezó a hacer pucheros llamando su atención —por favor, por favor, por favooooor.

—No —dijo con un tono más bajo.

—Vamos, se que te gustará, a él ya le gustas —ambos dirigieron su mirada a la otra punta de la cama donde el pequeño mordisqueaba un calcetín probablemente sucio, Irina volvió su atención a Graham y le dio su sonrisa más dulce —¿Por favor?

—¿Qué ganaré yo? —dijo después de observarla en silencio, ella se mordió el labio inferior mientras pensaba y los ojos de él inmediatamente se dirigieron a ese lugar —Bien, pero me deberás un favor.

—¡Gracias! —dijo ella y se lanzó sobre él abrazándolo luego se levantó y caminó hasta la puerta pero se dio la vuelta antes de salir, el cachorro estaba empujando su cabecita insistentemente en la mano de Graham reclamando algo de cariño y él rodó los ojos y lo acarició con cuidado —Ah y ¿Podrías comer algo? O si no lo quieres dáselo al perro y di que te la comiste tú.

—Está bien —dijo con una sonrisa y ella se fue.

Ciento un RazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora