Capítulo XIV: Cólera

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Narra Yara:

Seguí sumida en el libro cuando la alarma de mi móvil sonó, ya era la hora de dejar a Alexa. Cerré el libro y lo guardé en la mochila para terminarlo tranquilamente en casa.

Alexa y Marco ya me esperaban en la puerta, listos para ir hacia el orfanato.

Caminamos hablando alegremente, aunque a momentos me sentía excluida, como si solo fuera un macetero acompañándoles.
Una vez ya en la sala de espera del orfanato, llegó la hora de despedirse. Abracé a Alexa, quien me respondió efusivamente.

Y luego se giró hacía Marco, él estuvo por darle un beso en la mejilla cuando ella se giró conectando así sus labios.

- Me gusta más despedirme de este modo. - Entonces fue cuando salí corriendo de allí, no me importó quedar como una chica celosa o patética. Simplemente corrí, y corrí hasta llegar a aquel puente que hace un tiempo encontré llenos de graffitis.

Contemplé los dibujos que sentía míos de un modo inexplicable, como si me identificase con ellos, el cuervo que destellaba fuego mientras se encontraba posado en la nieve, los terrones de ázucar sobre el carbón era sin duda el que más me había impactado.

No supe cuánto tiempo me quedé allí plantada como un pasmarote, hasta que noté una chaqueta de cuero sobre mis hombros, me giré encontrándome así al chico del metro, a Íñigo. Iba con unos vaqueros negros descoloridos y una camiseta del mismo color. Esta vez tenía el pelo rubio, por la cercanía pude notar unas pequeñas pequitas en sus mejillas que le daban un toque de dulzura a esa apariencia de chico rudo.

Me rodeó con sus brazos y me dejé llevar, sintiendo así una cálida sensación de seguridad. Y cerré mis ojos aspirando su aroma reconfortante.

- ¿Quieres pintar algo?- Cogió mis manos separándose, y dejó en ellas un bote de pintura en spray. No sabía si era ilegal pero la tentación me pudo y caminé hacía un pequeño hueco que había.

No sabía muy bien por dónde empezar, así que me dejé llevar. Dibujé una luna llena blanca, junto al sol resplandeciente.

Cuando terminé mi dibujo miré a Íñigo, y la campana del reloj de la ciudad que marcaba el final del día sonó.



NARRA ALEXA:

Me encontraba en mi puente favorito, con un spray en la mano y un dibujo justo enfrente de mí, que no recordaba haberlo hecho. Estas cosas pasan a menudo en mi vida y no tienen explicación.

- ¡Preciosa! -Se acercó mi mejor amigo rodeándome por la cintura-

- Sueltame idiota, y ya se que soy preciosa pero dicho por ti suena horrible. -Miré a Íñigo con apariencia sería.

- Creo que alguien está de mal humor, ¿Será por su querido teniente? -Dijo con una divertida sonrisa y con una ceja alzada.

- No es querido y mucho menos mío. Además ya quisiera él estar en mi cabeza. -Contesté con una sonrisa.

- Ya claro, además lo tienes loquito por ti.

- Como a todos -sonreí de lado y le dejé un beso en la mejilla, cerca de sus labios.- También a ti. -Guiñé mi ojo riéndome. - Mañana vuelvo a bailar, pero ahora necesito realmente meterme en la cama.

- Si quieres, te acompaño. -Me miró intentando hacer la gracia, pero le enseñé mi dedo corazón para luego marcharme de allí.

Lo cierto es que ese chaleco y esas faldas cortas de flores que llevaba, me hacía sentir ridícula. A saber por qué me las puse. Les añadiría algo más rojo o negro, tal vez ese toque lo haga más yo. Llegué a mi casa dando un pequeño portazo, que resultó sonar bastante fuerte.

Como siempre mis padres me miraron, pero ni me dirigieron la palabra. Como si me odiarán o acusaran de algo. Sé que no soy la hija 10 que desearían, pero otra no les queda.

- ¿Vais a dejar de mirarme como tontos sin decir nada? -Dije tratando de sonar indiferente, aparentando que no me afectaba aunque por dentro me quebraba.

- Por tu culpa Yara ya no nos habla. Pero pronto desaparecerás, me encargaré personalmente de ello. Eres una rebelde, mal educada. -Dijo el señor que decía ser mi padre.

- Déjala, recuerda que también es tu hija. - Defendió mi madre.

- Si soy una mal educada, será por vuestra culpa.

- ¿Y lo de la cárcel? ¿En serio Alexa? ¿Que será lo siguiente? Casi acabas contigo misma, estás enferma. Vete, no te quiero en mi casa siendo tú. ¡VETE! -Chilló abriendo la puerta. Miré a mi madre buscando algo de esperanza en ella, pero se mantuvo mirada baja. Me tragué el nudo de la garganta, y con la mayor frialdad posible hablé.

- Si quieres guerra, la tendrás. -sonreí para mis adentros y salí de allí.

¿Cuál es el delito de dejar a una hija menor de edad en la calle?

El Antifaz [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora