Capítulo XX: Vivir o morir

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Muerte. Una palabra a la que muchos temen y se pasan la vida queriendo esquivarla como si nunca les fuese a llegar a ellos, en cambio hay otros que la buscan desesperados porque afirman estar muertos en vida y esperan ir a un sitio mejor.
En definitiva, una palabra anclada con esperanza. Esperanza porque no te llegue, esperanza porque los que se fueron estén mejor y esperanza de que te lleve a un lugar mejor.

Según la antigua Grecia las moiras cortaban el hilo de tu vida cuando tú hora había llegado, según buda significa una nueva rencarnación  y para el cristianismo es ir a ese cielo lleno de felicidad que muchos sueñan.

Sin duda esta palabra es todo un misterio con miles de hipótesis que creen resolver parte de este grandioso misterio. Pero ninguno sabemos cuál es la real o si siquiera alguna es real.

La esperanza es lo que nos lleva a estas creencias, es fascinante como tiene tanto poder una simple palabra.

Perdida en mis pensamientos estaba mientras sonaba la última campanada indicando el entierro de Íñigo, sola con sus padres devastados me encontraba.

Apenas lo conocía pero nunca me había sentido más angustiada, me preguntaba porque mi hermana no estaría allí. Al fin y a la cabo era su amigo, me indignaba que el pobre fuera enterrado solo por tres personas y el sacerdote.

Aunque ha decir verdad mejor que estén los que verdaderamente lo aman a gente que hagan el paripé de que le da lástima. Y esto me llevaba a ¿Lo quería? Si no me había dado tiempo a conocerlo ¿cómo podía sentir esa unión tan fuerte?

Antes de darme cuenta, observando desde el banco del fondo el sacerdote termino su discurso y fue llevado hacía el cementerio que estaba al lado.

La madre lloraba en el pecho de su esposo y yo observaba la escena afectada desde más atrás.

- Gracias Alexa por lo que hiciste por él, nunca supimos entenderlo ni estar a la altura. Tú en cambio fuiste lo más importante para él y le diste el amor que necesitaba. -Dijo la madre entre lágrimas.

- Hicieron lo que pudieron.- Sonreí leve, no entendía porque me llamó Alexa pero supuse que me habría confundido porque sería mi gemela o algo así. Y era mejor que pensará que ella estaba allí, nunca le perdonaré el no haber ido.

Los padres le pusieron unas rosas y se fueron bastante afectados a decir verdad, me senté al lado del sitio donde había sido enterrado. Sentía que había perdido algo muy importante para mí, y me sentía culpable.

Puse dos claveles blancos junto a las rosas y aunque esperaba que mi hermana apareciese en cualquier momento supe que eso no ocurriría.

El coche de mi madre pitó, con la brisa moviendo mi pelo a la vez que los pétalos de los claveles me subí a este y cerré la puerta tratando de dejar la tristeza atrás.

Pero eso no ocurriría.


Prácticamente todo mi armario se encontraba vacío, pues la ropa que almacenaba se encontraba situada encima de la cama.

No tenía ni idea de que ponerme, sentía que ningún traje sería el adecuado para aquella primera cita a la que Marco me había invitado.

No estaba preparada para ir al horfanato para ver a Alexa después de lo de Íñigo y de no haberla visto por el entierro.

- Holooo babe -escuché a Diana mientras abría la puerta y miraba la cama sorprendida.- OMG ¿Quien eres y qué has hecho con mi amiga? AHH ¡ENERGENCIA AYUDAH!- empezó a chillar dando vueltas por toda mi habitación mientras no podía dejar de reirme.

- Tengo una cita y no sé qué ponerme.

- Ahora entiendo el desorden, y dime ¿la cita es con el sexy teniente?- me preguntó alzando las cejas.

- Sep -comenté algo sonrojada-

-  Pues déjame ver. -empezó a ver toda mi ropa y por su cara no encontraba nada adecuado hasta que de pronto se quedó mirando encima de mi armario puesto que estaba subida a mi cama con expresión atónita.

- ¿Qué pasa?- Pregunté intrigada.

- ¡Tienes un delphos color vino aquí!-Exclamó dando saltos y como si fuera la cosa más maravillosa del año.

-¿Qué? Antes de nada ¿Qué es un delphos?

- ¡Ay dios mío! niña es un traje elegante que se llevó mucho en el siglo XX pero son cosas que no pasan de moda.  Serás la envidia de todas con él, y más con ese cuerpo.

- Ni si quiera sé que hace ahí.- Me encogí de hombros.

-  Tal vez sea de tu madre, a ver pruébatelo. - Me miró emocionada y acepté.

Me cambié poniéndome el vestido, era largo y se me ceñía al cuerpo de forma elegante. Miré a Diana quien sonreía satisfecha y sacaba mi estuche de pintura.

- Nena, hoy te lo ligas.

- Para el carro, no quiero llenar mi cara de potingues extraños.- La conocía lo suficiente como para saber que pretendía.

- Oh venga solo polvos y rímel. -Puso un puchero de forma suplicante y finalmente acepté dejando que me pintara.

Después de aproximadamente cinco minutos me miré al espejo y lo cierto es que sonreí satisfecha. Me sentí agusto y feliz conmigo misma así que abracé a Diana y salí corriendo hacia comisaría donde me dijo Marco que fuera a recogerlo.


El Antifaz [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora