Capítulo XXIV: El engaño

34 7 0
                                    

SIGUE NARRANDO ALEXA:

Ya llegó la hora, me encontraba pisando el suelo de la casa donde según el informe que recibí en la página del registro de denuncias policial vivía la victima. Normalmente Iñigo y yo investigábamos sin esta página pero en más de una ocasión las victimas denunciaban y poco después eran asesinadas por lo que hacíamos doble trabajo. 

Como cada vez que me encontraba ante esta situación, la rabia y la adrenalina se apoderaron de mi cuerpo.

Mi corazón latía acelerado, no sabía a qué nueva aventura me enfrentaría pero no tenía miedo. Ya no más.

Un impacto llegó a mis oídos, juraría que es de un cristal roto y aceleré el paso hasta la habitación.

Una vez dentro una joven de melena rubia se encontraba  ocultando su rostro como con temor. Las prendas que llevaba estaban medio rotas, no se distinguía bien como era el vestido pues en la parte del hombro izquierdo, lugar donde debería estar unida la parte delantera con la de atrás del vestido amarillo, se encontraba descosido. 

El agresor tendría la misma edad de la joven cuyo rostro seguía siendo desconocido para mí. Aprovechando que el hombre estaba de espaldas con el cuchillo en mano, pegué una patada librándome del arma. Y ante su desconcierto logré tumbarlo en un movimiento popularmente conocido como la llave inglesa. 

- Adelante, levántate hombrecito. -reí burlona pisándole la mano- ¿Qué le hiciste? - el moreno no me miró con esa mirada que acostumbraba a encontrarme llena de superioridad al tratarme de una mujer débil según ellos, pero tampoco era una mirada de temor por reconocer quien soy y cuantas víctimas tengo a mis espaldas.  - Te lo diré una vez más, tú respuesta es lo que marcará la diferencia entre la vida o la muerte. Tú decides -miré mi reloj- 10...9...8...7...6...5...4...3...2...1
-Ante su indiferencia decidí usar mi arma favorita para librar a la víctima de aquel individuo.  Al abrir mi pintalabios saldría un dardo que se le clavaría donde señalara. 

- Alto ahí hermanita. - Me giré sorprendida, la chica rubia que escondía su rostro portaba una pistola y era ni más ni menos que Alexa, la chica que una vez admiré.  El desconcierto que sentí al verla no era nada con el que estaba por sentir a continuación. 

El hombre que tenía bajo mí, se levantó con otra pistola señalándome.

- Este es tu fin!-La última vez que la vi fue hace muchos años cuando tras nuestra gran amistad en el orfanato se colaba por mi ventana para visitarme en mi nueva casa. 

- Al fin!.  Fuiste una perra difícil de atrapar, lo reconozco.-  Dijo entrando el teniente, que por desgracia conocía bastante bien, junto con más guardias y todos se encontraban armados apuntándome.  - Ya es hora de que nos muestres tu identidad ¿No crees? Ya no tienes escapatoria, no está tu amiguito para salvarte.

- Al mencionar a Íñigo apreté los puños llena de rabia.  

-¿En serio teniente? ¿Todo este despliegue para atraparme? -reí sabiendo que eso les desconcertaría - WoW me siento tan importante. Tiene razón, es una pena que mi amigo no esté aquí para ver cuan - incompetente sois la policía que se dedican a buscar a una justiciera antes que a unos maltratadores. 

- Quítate el antifaz o te lo quitaremos nosotros mismo.- Dijo serio y frío.

- Si mi delito es salvar a mujeres y niños indefensos de cobardes asesinos y agresores  como tu hermano entonces arrésteme. No me da miedo, al menos salvé a más de veinte personas, cosa que ustedes ni fueron capaces. 

-Uno no puede tomar la justicia de su mano y asesinar o secuestrar a la gente a su antojo. Y no vuelvas a mencionar a mi hermano. - En ese momento podría jurar que me iba a disparar allí mismo por la ira, odio y asco que sentí en sus profundos ojos verdes.

-¿Secuestrar? - Reí-  Eso es lo que dice la gente pero ¿tienen pruebas? Solo presto mi dinero para que el resto de la familia pueda irse y empezar una nueva vida lejos de gente como ustedes.- Marco me miró por primera vez desde que llegó con algo que no era odio pero tampoco se alejaba demasiado. 

-¿Por qué no le enseñas tu rostro querida?- Dijo Alexa irritada ante la conversación que estaba teniendo con el teniente. 

- O te quitas el antifaz o te lo quitamos nosotros.

 - NO, no podían verme ni detenerme, sabía lo que significaría eso. Tal vez en cualquier otra ocasión podría haber intentado huir por la ventana pues ya sin Iñigo no tenía nada que me sujetara aquí y un disparo de más u otro de menos tampoco iba a marcar la diferencia. Pero por primera vez, esto no se trataba de mí.  No podía matar también a Yara, simplemente no podía.

Lentamente desaté, sin prisas, mi antifaz, rezando porque mi amigo regresara de su tumba para ayudarme, pero sabía que eso no pasaría. Al dejar caer mi antifaz, sentencié  mi propia condena. Volví a sentirme impotente como me juré nunca volver a sentirme. 

-¿Yara?- Creo que eso terminó por derrotarle. Su rostro palideció exageradamente, pensé que entraría en un estado de shook. Pero en cambio, se acercó a mí apuntándome con el arma en la cabeza.- ¿Como pudiste maldita? Da gracias que mi profesión no me permite matarte aquí mismo porque sino créeme que lo haría. 

Entonces todo cayó sobre mis hombros, un dolor en el pecho empezó a torturarme por dentro. ODIO, esa era la única cosa que sentía la gente por mí.

 Pasé bastante tiempo tratando de salvar a la gente de maltratadores a los que llamaba monstruos. Pero tal vez lo que debería haber hecho es proteger a la gente de mí. 
Puede que yo sea el verdadero monstruo. 

- Te equivocas en algo, no soy Yara. Soy Alexa. -Miré a la que consideré un día mi mejor amiga. - Ya conseguiste lo que querías.

El Antifaz [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora