Capítulo XVIII: Contra reloj

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Hay animales que tienen dos alas, dos alas similares pero completamente opuestas. Una apenas pude volar sin la otra, eso es justo lo que plasmé en mi primer dibujo del puente. Un pájaro sin un ala ¿No es un pájaro verdad? Porque siempre las aves son la clara muestra de libertad, si tuvieran que tener un segundo nombre sería ese. Libertad.

Y está claro que eso es lo que pierden al perder su otra parte, es como un catamarán si un patín. Se caería hacía un lado, realmente nunca he estado sola.

No sabía si sentirme feliz o peor por ello, siempre me había gustado la independencia. Pero odiaba la soledad, ni yo misma me entiendo.

Mi cabeza es un huracán sin rumbo que está arrasando con mis propios esquemas, desearía desaparecer y dejar a mi otro lado libre sin que tenga que estar anclado, pero soy egoísta y sé que necesito las dos alas.

¿Que hago yo ahora? Siempre he estado perdida en mitad del mar, dejándome llevar por las olas de rabia y de sentimientos sin pensar en el mañana. Pero siento que tal vez ya es hora, pero ¿Hora de qué?

No estoy sola, pero me siento así ojalá me pudiera contestar mi otra ala. Pero no sabía cómo podría comunicarme con ella...

Entré en el pub dispuesta a hacer mi actuación, ver a Marco allí era lo último que quería. Era como si jugará a ser dos personas que ni yo misma conocía. ¿Quien soy? ¿Quien es mi otra yo? ¿Acaso sabría de mi existencia?

Está claro que sí, por eso mis padres me odian tanto. Seguramente ella también.

Pero si, así haré que me odien con motivo.

Coloqué mi antifaz, me miré al espejo. Está soy yo, una locura personalizada tal vez. Pero a quien no le guste que no mire, eso es lo que más claro he tenido siempre.

Llegó mi turno de actuar, salí con todas las luces apagadas y de pronto todo mi cuerpo se iluminó con un gran foco.

Cada paso aumentaba mi autoestima, mi seguridad. El baile era mi refugio junto al dibujo. Pero uno me llenaba y el otro me relajaba.

La música siguió sonando y mis ojos inconscientemente buscaban aquellos ojos verdes que ansiaba encontrar. No había rastro.

Toda la atmósfera siguió congelada, pendiente de mis movimientos que sabía que hacían perder la cordura.
Entonces ese momento se rompió, como cuando un tornillo golpea un cristal y deja caer los pedazos rotos.

Encontré esos ojos verdes que anhelaba, pero aunque los encontré. No los reconocí, estaban rojos de rabia. Sacó una pistola junto a varios de sus compañeros.

- Está usted arrestada por múltiples asesinatos, y el secuestro de una mujer y su hija. Todo lo que diga será usado en su contra, ahora póngalo fácil y entreguese. Si colabora la justicia podrá tener algo de compasión de la que usted carece.

Esto no podía estar pasando, no podían detenerme. Y mucho menos quería que viera  la chica con la que había estado hablando la noche anterior, era la misma que estaba arrestando ahora.

No podía dejar tampoco que mi hermana pagará por algo que solo yo hice, no ella.

Estaba acorralada,
Pensé que sería el fin.
Pero Íñigo llegó con una moto destrozando la parte de la pared, por suerte tenía un casco. Me subí enseguida, no sé qué se nos pasó por la cabeza para tratar de huir cuando había como siete personas con pistolas.

Llegábamos al agujero que había hecho, pude sentir la libertad como si fuese la puerta de la jaula. Pero no se puede salir sin pagar ningún precio ¿Verdad?

Un disparo sonó, mis manos que rodeaban el abdomen de Íñigo enseguida notaron algo caliente caer. No quería mirar y encontrarme con la sangre que de sobra sabía que tendría, en cambio desvié la mirada para ver al asesino. Y ahí estaba, mi querido de ojos verdes se acababa de convertir en mi enemigo.
En el asesino del que es prácticamente mi hermano, que duró es el mundo que siempre te hace pagar lo que le quitaste.

Pero él, él era inocente. Nunca tuvo nada que ver, la gente se quedó congelada. Y supe que su sacrificio no podía ser en vano, en medio de la confusión con los brazos debajo de cada uno de sus brazos y cogiendo los manillares aceleré huyendo de allí. Sentí como si estuviese corriendo en un reloj tratando de adelantar en mi moto al segundero.  Necesitaba salvarlo.

- Os quiero Alexa y Yara. Gracias por lo que me habéis dado ambas. Espero que algún día perdonéis que no os lo contará. - Era como si pensase que Yara también lo estaba escuchando. Y tal vez fuera así.

- Shhh cállate, no cierres los ojos. - Contesté y me permití llorar como una niña pequeña desde hacía mucho tiempo.
Con su cabeza en mi hombro, y su cuerpo desvaneciéndose me era casi imposible avanzar. Sabía que la policía me buscaría, pero ahora era lo último que me importaba.

- ¿Me harías un favor?-Dijo con la voz cada vez más débil.

-  Claro -dije con la voz entrecortada.

- Bésame. -Pude ver cómo hizo su último esfuerzo levantando la cabeza para darme el acceso necesario para besarle.  Lo miré e hice lo que me pidió.

Fue un beso dulce, cariñoso nada más allá de mostrar el miedo que sentimos de perder al otro. Entonces fue cuando noté su cuerpo inconsciente.

Llegué al hospital acelerada, lo llevaba por debajo de los brazos con los pies arrastrando porque apenas podía con él. Lo pusieron en una camilla, no me quité ni el antifaz para que no me reconocieran  por si venía la poli y simplemente esperé, en esa sala de espera.

A la espera de saber si mi mejor amigo se iría para siempre, a la espera de que condenaran mi vida.

Entonces miré el reloj, quedaban 30 segundos para las doce.

El Antifaz [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora