Reflexiones De La Recepcionista (2)

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Los aventureros experimentados, por su parte, estaban muy felices cazando las criaturas que Vivian en las montañas, lejos de todo asentamiento humano.
Muy pocos aventureros que tomaron misiones de matar goblins regresaban ilesos.
Mayormente eran aventureros soñadores apenas comenzando los que tomaban esas tareas.
El resto ya tenía una mínima experiencia. El Gremio siempre tuvo problemas debido a su inhabilidad de producir un núcleo sólido de cazadores de goblins. Y simplemente no había aventureros consumados que se hagan cargo a voluntad de los inmensamente peligrosos goblins.
—Bueno, se dijo a sí misma, estirándose sobre el mostrador, —eso no es del todo cierto. La fría y pulida tabla del mostrador se sentía bien contra su enrojecida frente y sus mejillas. Ella entendía que no era apropiado para una hija criada en una familia decente ni para alguien en su puesto de empleada administrativa del Gremio, pero incluso ella tenía que relajarse de vez en cuando. Y de todas formas, no tenía visitantes que atender en ese momento.
Desearía que se apresure y llegue aquí...
Y justo en ese momento, la campana tintineó mientras la puerta del Gremio se abría. La recepcionista se enderezó.
— ¡Mi querida recepcionista, hemos derrotado a unos forajidos!
Un aventurero portador de una lanza irrumpió violentamente por el recibidor. La retorcida expresión en su rostro apenas lucía como felicidad. Detrás de él, una bruja entró con pasos elegantes, con sus caderas bamboleándose mientras caminaba. Cruzó la mirada de la recepcionista.
La bruja le guiñó el ojo disculpándose. La recepcionista puso esa sonrisa perpetua de vuelta en su rostro.
—Santo Cielo, eso suena agotador. ¿Podrían hacer su reporte, por favor?
—Bueno, déjame decirte que, ¡no fue fácil! ¡Estaban acampando justo en el camino principal!
—Santo Cielo, eso suena agotador. Por favor dínoslo todo en tu reporte escrito.
—Debían haber al menos veinte o veintiún bandidos refugiándose ahí, ¡y yo me enfrenté a cada uno de ellos!
—Santo Cielo, eso suena muy agotador. Quizás deberías probar una poción de resistencia.
—...Sí, tomaré una.

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—Aquí tienes. ¡Gracias por comprar con nosotros!
Los ítems que el Gremio vendía en nombre de los mercaderes que frecuentaban el lugar no eran de calidad altamente excepcional. La poción de resistencia, por ejemplo, no era una poción mágica en sí, sino una infusión de varias hierbas diferentes.
Pero funcionaba. No dañaba tener una a mano o incluso beberla. Y el beneficio que sacaba el Gremio con estos ítems podría ser utilizado en todo tipo de propósitos útiles.
Aunque, nunca pondré mi rostro en ese lugar otra vez, se juraba la recepcionista a sí misma mientras, con una calmada sonrisa, veía al Lancero apoyarse sobre el mostrador justo donde ella había estado echada hacía unos momentos.
Ahí fue cuando la campana sonó una segunda vez.
— ¡Oh!
—Tch...
La figura que apareció en la entrada hizo que el rostro de la recepcionista se iluminara y que el Lancero chasqueara su lengua sin disimulo.
Su andar era audaz y despreocupado, de alguna forma demostraba violencia.
Vestía una armadura manchada y un casco de acero. Su equipo era barato, incluso patético.
Nadie en el salón del Gremio tenía que mirar su placa plateada para saber quién era. Goblin Slayer.
— ¡Bienvenido de vuelta! ¿Estás bien? ¿Ninguna herida mayor?
—Ninguna que comentar.
Su sonrisa se abrió en una risa como una flor en pleno florecimiento. Mientras el Lancero seguía parado con una expresión enmudecida, Goblin Slayer asintió y dijo:
—Era un nido pequeño, pero había un hobgoblin ahí. Fue un poco problemático.
—Me encantaría oírlo todo. Por favor toma asiento, descansa… ¡Oh! ¡También haré algo de té! La recepcionista corrió como un cachorro entusiasmado hacia la oficina trasera, con sus trenzas rebotando.

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Goblin Slayer se sentó tranquilamente en una silla cercana, y por casualidad echó un vistazo hacia el Lancero. Por primera vez, pareció darse cuenta que el Lancero le había fijado una fría mirada, y con un suave —hmph, Goblin Slayer dijo, —Me disculpo si interrumpí algo.
Hubo una larga pausa. Luego el Lancero respondió, —No, no lo hiciste. Ya había terminado de hacer mi reporte.
—Ya veo.
El aventurero pateó una silla con un gruñido. En el banco que lo enfrentaba, la Bruja, que había observado todo, esperaba con una sonrisa.
— ¿Forajidos, dijiste?... Si no hubiéramos tomado ese camino, hoy no habríamos hecho ni un cobre.
—Oh, bueno, ¡discúlpame! ¿Y qué si quería alardear un poco?
—Aunque digas eso… dijo la bruja con sus rojos labios arrugándose.
—Y nada. Creo que recuerdo que mis hechizos ayudaron un poco también…
—...Sé que lo hicieron.
—Aww, el más fuerte de la Frontera no puede hacer pucheros…
El lancero cruzó sus brazos malhumorado. La bruja, mirándolo con cariño, lanzó una placentera carcajada.
La recepcionista resopló mientras los escuchaba y mentalmente les sacaba la lengua.
Ella sabía, por supuesto, que mantener a los grupos de bandidos bajo control era un trabajo perfectamente digno. Y ella sabía que el Lancero, un aventurero de rango plata, era conocido por el nombre de —el más fuerte de la Frontera—.
Así que no lo tomó a la ligera, y desde luego no quería menospreciarlo. Ella de verdad no quería. Era solo que bueno, hay aventureros cuya fuerza era su única afirmación de fama, y
luego están aquellos que se complicaban la vida tomando los trabajos que nadie más quería.
¿Cómo podría no tratarlos un poquito diferente?
No era solo por preferencia personal. De seguro. Probablemente.

Globin Slayer 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora