Capítulo 10: Encantamiento

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DISCLAIMER: One piece no me pertenece.

ADVERTENCIAS: ( a lo largo del fic): lenguaje vulgar, porno explicito, OC(?), capítulos cortos, AU, un Zoro cachondo todo el tiempo, romance cursi(?), Fluff, trama LENTA.

Al capítulo

ˏˋ((🌿))  

Había varios puntos que tocar antes de llegar a la palabra Sanji, y Zoro sin titubeos quiso retrasar sus propios sentimientos una vez más. Se tomó un pequeño "Descanso" faltando al gimnasio por lo que sería unos cuantos días, y trato de pensar un poco sobre lo que sucedía dentro de sí mismo....pese a eso, se avergonzaba al recordarlo, sus piernas picaban y el calor se le subía por todo el cuerpo; se ponía tan cachondo.

— ¡Hey, Zoro~!

Y cuando eso pasaba, la frustración era tan grande que lo hacía distraerse en otras cosas más que no fueran Sanji, por lo que nunca, nunca llegaba a una conclusión.

Aunque era claro ¿no?

Solo era una carga

¿No?

—Oh, Luffy

Tal vez era un adicto al ejercicio, pero ese día prefirió descansar un poco...ahora la pregunta era ¿Qué hacia afuera cuando podía estar durmiendo en su casa? La respuesta podía encontrarla en la fastidiosa muchacha pelirrosa, que aseguraba necesitar un hombre alto y fornido que le llevara las compras.

— ¿Tienes algo que hacer?

—Para nada.

— ¡Idiota! ¡No me ignores!

Sí, chillona era la de Perona.

La mandó a la mierda cuando le dijo que la acompañara, pero la mujer lo acusó con decirle a Mihawk, y vamos, no es que le tuviera miedo a Dracule, pero si no la quería encima llorando como una estúpida en la puerta de su casa, mejor hacía rápido fuese lo fuese que quería.

—Oh, la chica fantasma.

— ¡Trátame con respeto idiota Kumashi!

Luffy se rió a carcajadas burlándose de su voz y Zoro disimuladamente examinó al azabache, estaba solo, no estaba acompañado de na-

— ¡Ruffy!

Alzó la mirada sudando frío, y su sangre se dreno mucho más rápido que Luffy terminándose un plato de carne recién servido.

— ¡Ah, chicos!

Perona se indignó al ver que Monkey la ignoraba,  y tomo las dos bolsas que llevaba en sus manos entregándoselas como fuera al peliverde. Perona había hecho gala de su dinero – realmente era de Dracule- y si contaba la que tenía en la boca, llevaba 11 bolsas de un color rosa pastel repletas de ropa negra y violeta, algunas con muñecos creepys y otras con lencería que no tenía ni la más mínima curiosidad de ver.

—Qué indecentes.

Roronoa no veía la hora de irse, es más, estaba pensando en algún lugar en donde esconderse si todo salía mal, pero era casi imposible que alguien de su tamaño pudiese desaparecer así nada más.

Tal vez si se camuflaba con los arbustos...

Volvió a empinar los ojos mirando de reojo lo que venía a su dirección, y pudo tranquilizarse un poco al confirmar que el cocinero no había reparado en su presencia.

De hecho parecía estar demasiado concentrado con Nami, hablando de una manera realmente amistosa y no tan idiota como él solía ser, mientras que Chopper reposaba su mentón en el sedoso cabello dorado, sentado en los hombros del blondo.

La escena empezaba a ser mella en él, y desvió la mirada chasqueando la lengua cuando su corazón empezó una carrera frenética hasta su garganta. Frunció el ceño endureciendo la mirada y dio media vuelta.

—Vámonos.

El sol caía lentamente, manchando el firmamento del pulcro naranja, del morado sucio y el azul permanente, mientras que el mar tranquilo lavaba las orillas de la playa, antes de que todo fuese oscuro.

— ¡Hey! ¡No me des ordenes idi-

Perona no podía seguir hablando, y se calló tan rápido como observó las facciones tensas del peliverde. Ella, temiendo por su vida asintió lentamente y empezó a caminar hacia la dirección opuesta en la que arribaban todos.

— ¡Oe Carue! ¡Espera un momento!

Pero una ráfaga de viento frustró su escape, y es que si a Perona le encantaban las cosas monas, nada se comparaba a lo que vio a continuación. El pato australiano de Vivi salió corriendo hacia el grupo de Franky y compañía, mientras que la peliazul angustiada venía atrás gritando su nombre.

—¡¡CUAK!!

Lo siguiente que escuchó fue un quejido y luego los incesante gritos de un blondo tirado en el suelo.

— ¡Estúpido pajarraco! ¡Suéltame!

Zoro miró, con igual asombro que todos, como Carue se pegaba al cuerpo del blondo con fuerza, rodeando sus alas alrededor de la cintura de cocinero, mientras que gemía soportando el brusco zarandeo de Sanji.

— ¡Tch! ¡¿Pero qué demonios te pasa?!

Vivi llego cansada hasta la par de Nami y la pelinaranja le agarró el hombro sonriendo

— ¡Cuak! ¡Cuak, Cuak!

—Ah, entiendo.

— ¡¿LO PUEDE ENTENDER?!

El unísono grito fue sordo a los oídos de Sanji y el blondo asió su cigarrillo exhalando una gran calada

—Entonces... ¿Te gusto lo que hice?

Carue asintió con desenfreno, conmovido hasta los huesos por el acto de bondad de Sanji, y entretanto las lágrimas saltaban de sus ojitos negros, el blondo se mantenía expectante ante las reacciones que tenía el pato.

—Me alegra que te haya gustado Carue.

Se arrepintió al instante, porque entre la locura y el raciocinio solo había un paso, y cuando observaba a Sanji rodeado del sol de la tarde, con su piel tan lívida y lozana, su corazón martillaba con tanta fuerza como para destruir sus huesos, bebiendo de su boca cada vez más, de la curva de perlas que brotaba de sus labios, mientras que la felicidad emanaba de sus poros, tan feliz como un niño pequeño, orgulloso y ruborizado.

— ¿Quieres algo más? ¡Dime, dime! ¿Cuál fue tu favorito?

Se dio la vuelta verazmente, bajando la mirada con brusco jaleo, y mientras que la voz angelical del rubio resonaba en su cabeza, una y otra vez, con el sol oculto bajo robustas montañas, tomo a Perona de la mano.

— ¿Te gusto mucho la carne? Y dime, ¿Qué te pareció la sopa? ¿Te gusto?

Entonces empezó a correr lejos, la pelirrosa gritándole que se detuviera, mientras que el manantial azul se abría paso ante sus recuerdos, igual que el vasto mar.

— ¡Espera! ¡Espera Zoro!

Perona envaró su carrera deteniendolo con una fuerza inhumana, y aun así, aunque la distancia fuese tan corta, se tiró al suelo sintiendo calor en las mejillas,

—Maldita sea.

— ¡Eres un idiota Kumashi! ¡¿Por qué me zarandeas de esa forma?! ¡Oe, Zoro, no me ignores!

Se cubrió el rostro con desespero, sintiendo esa fuerte presión en el pecho, y la sonrisa de Sanji relució en su memoria, una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez...

—Maldita sea...

Golden Sea (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora