Dieciséis: Jungkook

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Desde que besé al tonto de Jimin la primera vez estando ebrio, no pude dejar de pensar en él. Por un lado porque me estaba haciendo revivir todos aquellos sentimientos que creía que estaba olvidando, o al menos que estaba intentando olvidar. Eso me molestaba y me ponía de mal humor.

Pero lo que más me fastidiaba y a la vez me sorprendía era lo insistente que podía llegar a ser conmigo. No importaba qué tanto le gritara, lo insultara o lo tratara mal, Jimin no parecía querer alejarse de mí. Al contrario, terminó diciéndome que yo le gustaba y la verdad es que no lo entendía.

Solo sabía que él era diferente, era la primer persona que quería permanecer a mi lado a pesar de todos mi defectos, a pesar de mi carácter y todo. ¿Por qué tenía que ser tan bueno conmigo? ¿Y por qué tenía que atraerme tanto, maldita sea?

Desde la noche en que lo conocí, una de las primeras cosas que noté fue lo lindo que era. Claro que intenté hacer esos pensamientos a un lado pero luego me enteré que era gay, y eso solo lo empeoró más. Además, tenía un perfecto trasero redondo que no podía evitar mirar cada vez que me daba la espalda. Y ni hablar de esos labios carnosos y rosados que siempre llamaban mi atención. No se supone que debería seguir mirando otros chicos y por lo general ya no lo hacía, pero Jimin, él provocaba los más impuros pensamientos en mí.

Ya había aceptado que lo deseaba, el muy maldito se terminó saliendo con la suya, y sus provocaciones ejercieron efecto en mí. Y cuando dejó de estar con su patético novio o lo que fuese que tenía con aquel sujeto, aproveché mi oportunidad para sacarme las ganas.

Realmente no esperaba que las cosas fueran más lejos porque Jimin era un chico muy particular que no se dejaba llevar a la cama por cualquiera, pero de alguna manera terminamos viviendo unas cuantas situaciones calientes.

Ya nos llevábamos mejor, habíamos mejorado nuestra relación de compañeros, pero aún no había podido conseguir acostarme con él. Eso era todo en lo que podía pensar entonces. Y es que con cada momento hot que vivíamos, mis ganas aumentaban más y más.

No sabía qué iba a ser de mi vida después de aquello, solo sabía que necesitaba tenerlo debajo de mí y dejar salir todo lo que estuve evitando sentir hace tanto tiempo, aunque sea por una noche.

Pero allí estaba Jimin, dos días después de nuestra primera noche hot en el cuarto, en un recreo entre clases, haciendo que me corra otra vez, y no gracias al sexo específicamente. Amaba que me tocara, que se frotara contra mí, y que me dejara masturbarlo también, pero no era suficiente. Era nuestra tercera vez así, y no digo que ya me había aburrido, pero quería empezar a explorar otras partes de su cuerpo...

Estábamos exhaustos, tirados en mi cama, uno al lado del otro intentando recobrar el aliento, pero a mí aún me quedaba energía para una segunda ronda. Ese día no sé por qué estaba más caliente que de costumbre.

- Bueno, ya tengo que irme. - dijo él. - Mis próximas clases empiezan en diez minutos. Esto al final tomó más tiempo de lo que creí.

- O podrías quedarte y dejarme hacerte otras cosas, Jimin-ssi.

- ¿Cómo qué? - sonrió y volteó en la cama para verme.

- No sé, como dejar que meta mis dedos en tu trasero y ver cómo te retuerces de placer. - fui directo al grano. Jimin rió y luego me abrazó. Eso fue extraño. Era la primera vez que lo hacía después de esos momentos. No me disgustó pero sí se sintió raro. No estaba acostumbrado a esas cosas, y mucho menos luego de hacer cosas sexuales.

Corrí su brazo, y luego lo miré a los ojos.

- Estoy hablando en serio. Quiero tocarte todo, Jimin. Dijiste que me ibas a hacer desearte más y lo estás haciendo. Te felicito. Ahora haz algo al respecto.

Compañeros - KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora