Estoy habituada a la lluvia

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El chico pelirrojo sopló el cabello que caía sobre su frente y tomó otro lápiz.

La pareja que estaba posando para que él dibujara sus caricaturas no se movió de sus asientos.

Observé con disimulo los trazos de lápiz de dibujo en las gruesas hojas.

Sus manos se movían con gran rapidez, logrando captar cada detalle a la perfección.

Estaba admirada.

Di un mordisco a mi manzana y volví la vista a mi libro, pero no lograba concentrarme en lo que leía.

Una exclamación de sorpresa me hizo ver hacia la esquina otra vez.

La mujer de la pareja estaba fascinada con el dibujo acabado.

Pagaron por el trabajo al pelirrojo y se fueron.

Él suspiró con evidente cansancio y se sentó sobre un pequeño taburete.

Tomó un pincel y una paleta de pinturas al óleo y comenzó a retratar el Big Ben.

Miré el lienzo con atención. Me parecía precioso.

Las nubes de la pintura hacían que se viera como si estuviera por llover de verdad.

Una gota cayó sobre mi frente.

No tuve mucho tiempo para pensarlo porque otra cayó en mi regazo.

Me apresuré a guardar el libro en mi bolso y arrojé el corazón de la manzana a un cubo de basura mientras comenzaba un diluvio.

Algunas personas comenzaron a correr en cualquier dirección. Otras, entre ellas yo, acostumbradas, sacamos nuestros paraguas. Algunos otros se sentaron bajo los aleros de las tiendas... Y otros ni siquiera se preocuparon por mojarse.

Noté que el chico pelirrojo luchaba por guardar todas sus pinturas bajo su abrigo antes de que la lluvia las arruinara.

Me dirigí hacia él y coloqué mi paraguas, que era muy grande, sobre su cabeza también.

Alzó su cabeza con sorpresa y me miró.

-Date prisa.-Lo apresuré.-Me estoy mojando.

Sonrió y se inclinó para buscar el resto de sus obras. Yo me agaché sin dejar de sostener el paraguas y recogí sus elementos de dibujo.

Nos pusimos a cubierto bajo un alero y cerré mi paraguas.

-Gracias.-Dijo extendiendo su mano hacia mí.

Me encogí de hombros y estreché su mano.

-No fue nada. Tus pinturas... No se estropearon, ¿no?

-No, no. Gracias a ti.

Reí y noté que me había manchado las yemas con sus dedos cubiertos de pintura y pigmentos de lápices.

Contuve una sonrisa y me limpié en la falda negra.

-Cuando quieras.

Me sonrió, y me sonrojé.

-Bueno, yo... Tengo que irme. Llego tarde al trabajo.

-Espera.-Dijo.-Me gustaría darte algo a cambio de tu ayuda... Noté que observabas mis dibujos.

Me sonrojé levemente.

-Sí... Son muy bonitos.

-Escoge uno, te lo obsequio.

-No, no podría...

-Insisto.-Dijo sonriendo y mostrándome algunos lienzos.

Los miré, como siempre, apreciando el trazado del dibujo. Uno en particular me llamó la atención.

Un dibujo del río Támesis.

-Me gusta este.-Murmuré con timidez.

Él sonrió.

-Tienes buen gusto, es mi favorito.

-Oh, entonces no...

-No te preocupes, me dedico a esto.-Dijo separándolo y sacando un lápiz de su oreja para firmarlo.-Dime cómo te llamas.

-Emma.

-Genial.-Escribió una dedicatoria y me lo dio cuidadosamente enrollado.-Ya está. Gracias por ayudarme.

-No fue nada...

Sus ojos eran de una extraña mezcla entre gris y verde claro. Me observaron con curiosidad y me sonrojé otra vez.

-Espero verte otra vez por aquí.-Murmuró.

-Yo...

-¡Rupert!

Él giró la cabeza hacia una chica rubia, embarazada, que le gritaba desde el otro lado de la plaza con un fuerte acento francés.

-¡Voy!-Respondió él.

Sentí una puntada de incomodidad en el estómago.

-Tengo que irme también.-Se despidió.-Pero espero verte por aquí.

Sin darme tiempo a pensarlo, me tomó la mano y le besó el dorso suavemente.

Me sonrojé aún más.

Él se marchó rápidamente. Me dejó confundida, con su pintura en mi mano y un escalofrío recorriéndome de la cabeza a los pies.

El pintor [Grintson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora