Una Ford 150 del mil ochocientos

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-Tengo un plan ideal para hoy.-Anunció Rupert en cuanto me abrió la puerta.

Sonreí y entré al taller, que a esas alturas ya era prácticamente mi segundo hogar.

-Dime.-Dije estirando mis brazos hacia arriba para hacer crujir mi espalda.

-Te llevaré a un lugar espectacular.-Dijo acercándose a mí.

Tenía un compromiso aquella noche. Esperaba poder desocuparme temprano... Porque no quería que mi familia sospechara lo que estaba haciendo.

-¿Está muy lejos?

-A unos kilómetros de aquí. Te gustará mucho.

Mordí mi labio inferior mientras me rodeaba con sus brazos y me apretaba suavemente el trasero.

-Cuidado con tus manos.-Lo regañé mientras sujetaba el cuello de su camisa.

Rió.

-Has venido muy guapa esta tarde.

Mis mejillas debieron volverse totalmente rojas porque las sentí arder.

-Yo... Gracias.

Sonrió.

-Prácticamente estoy considerando que será mejor quedarnos en mi cama.

-No seas ridículo.-Lo regañé.-No tenemos por qué tener sexo cada vez que nos reunimos.

-Y no lo tenemos. Algunas veces.

Meneé la cabeza, pero sonreí.

Rupert me acarició la barbilla y me sonrojé. Mi estómago parecía pesar dentro de mí.

-Debes admitir que tengo los mejores planes.-Dijo dándoselas de genio.

Me aparté.

-Ya veremos eso.

Rupert me observó una vez más antes de voltear y meterse en su casa.

Maldita sea. La forma en que me había visto... Sugería lo que quería hacerme.

Me pregunté cuáles serían sus misteriosos planes. Probablemente ir a un motel unas horas y encerrarnos a follar aprovechando que podíamos gritar porque nadie nos conocía.

Lo cierto es que esa idea no me disgustaba en lo absoluto. Lo habíamos hecho una noche ya, y había sido increíble.

Tuvimos libertad para explorar las benditas doscientas posiciones a nuestras anchas.

Recordaba en particular una... Una contorsión bastante difícil de lograr. Él no había dejado de felicitarme mientras lo hacíamos.

Había sido increíble. Y luego habíamos pernanecido una hora más, desnudos y abrazados en la cama, mirando cómo llovía fuera del motel. Hablando de miles de cosas. Incluido el sexo. Rupert no sentía vergüenza en hablar de ello, a diferencia de varios chicos con los que había estado. Y eso me gustaba. Me hacía sentir cómoda.

No utilizaba nombres ridículos como "túnel del amor", "víbora", "monstruo". Es más, una vez habíamos reído juntos por horas intentando decir la mayor cantidad de ellos que conociéramos.

Él había ganado sólo por un punto más que yo.

-Regresé.

Rupert alzó un bolso que había ido a buscar a la cocina.

-¿Qué tiene eso?-Pregunté con curiosidad.

-Luego verás. Ahora vamos.

Salimos de su casa y nos subimos a su destartalada camioneta azul. Seguía preocupándome que se desintegrara, pero ya no me daba repulsión.

El pintor [Grintson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora