Una pintura horriblemente abstracta

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Pude ver la camioneta azul acercándose por la calle desde mucho antes de que llegara

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Pude ver la camioneta azul acercándose por la calle desde mucho antes de que llegara.

Estaba mirando por la ventana, aburrida, cuando noté su presencia. Rupert siempre llegaba antes, aparentemente.

Dos horas antes. Exactamente lo opuesto a toda la humanidad.

Mordí la uña de mi pulgar con cierto nerviosismo y aguardé mientras la camioneta aparcaba en el terreno del frente de casa. Rupert se bajó del coche y sonreí al ver que traía algo en sus manos.

Bajé las escaleras con ciertos nervios y para cuando había llegado abajo, él estaba tocando el timbre.

Abrí con una sonrisa, pero Rupert no sonreía.

-Maldita sea.-Masculló entrando a casa con una caja gigante en las manos.-Esto pesa una tonelada.

La dejó en el suelo del lado de adentro y se secó la frente con cansancio.

-No puedo creer que haya cargado esto hasta aquí.

-¿Qué cosa?-Pregunté con curiosidad inclinándome hacia la caja.

Pude ver algunos lienzos en blanco y varias pinturas adentro.

-Dije que te enseñaría a pintar.-Dijo hinchando el pecho con orgullo.

Creo que palidecí.

-No, no.-Protesté.-Yo no sirvo para...

-Bah, tonterías. Seguro puedes pintar.

-No, en verdad no puedo.

Rupert me miró de reojo y noté una sonrisa traviesa en sus ojos.

-Quizás sólo necesitas el modelo adecuado. Puedo desnudarme para ti.

Sentí un escalofrío y él se acercó un poco, tomándome entre sus brazos y besando mis mejillas.

-No te había saludado. Estás muy guapa.

Mordí mi labio inferior y noté su repentina cercanía con un nudo en el estómago.

-¿Te apetece subir a tu habitación y luego pintar?-Preguntó rodeando mi cadera con sus brazos y acercándome a sí.-Quizás con la cabeza despejada te sea más fácil.

Oh, maldito Daniel. Lo odié tanto en ese momento que hubiera preferido que no fuera mi amigo. Me hubiera encantado dejarme caer en la cama con Rupert a explorar una de doscientas posibilidades. Pero no podía. Lo había prometido. Y yo no incumplía mis promesas.

-Creo que me siento con ánimos de pintar.-Dije apoyando mis manos en su pecho para detener su avance.

-Oh.-Él pareció decepcionado, pero no me lo reprochó.

Simplemente se alejó y tomó las pinturas.

Siempre había sido un auténtico desastre con todo lo que tuviera que ver con manualidades. Mi padre no quería que me ensuciara las manos porque decía que no era cosa de damas. Nunca había, por ende, tratado de hacer nada. Sólo costura. Y ni siquiera eso podía hacer bien.

El pintor [Grintson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora