10. Tanto que no se dice

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Enero, 1983

"Oh, sí. Eso es, cariño, justo ahí..." gimió Taylor, acercándose aún más para tomar el pezón de la mujer entre sus dientes.

Una joven rubia se sentó sobre sus caderas. Su falda estaba sobre su cintura, se habían deshecho de sus medias antes incluso de llegar a la cama. Parecía que Taylor prefería pequeñas rubias en aquellos días. Eso la ayudaba a imaginarse que era el cuerpo de Torrey el que le daba todo ese placer.

Taylor gimió de nuevo de placer. Había aprendido la lección del alcoholizado encuentro en el bar y había enseñado a su cuerpo a no decir el nombre de Torrey en medio de la pasión, a pesar de que era la imagen de la cara de la joven escritora la que empujaba a Taylor.

La camisa de la morena mujer estaba desabrochada, todavía aferrada a sus anchos hombros. Los botones de su vaquero estaban abiertos y la mano de la joven desapareció por entre los oscuros remolinos de entre las piernas de la artista. Los dedos que comenzaron a acariciarla sabían lo que hacían y Taylor se tumbó en la cama, dejándose atrapar por las sensaciones con la visión en su mente. Un par de caladas. Unas pastillas, y tenía un buen colocón, uno que le permitía creer que era realmente Torrey la que estaba sobre ella. Las caderas de la artista comenzaron a convulsionarse con urgencia contra los dedos que se deslizaban dentro de ella.

"¿Taylor?". La voz de Torrey surgió al otro lado de la puerta de la habitación.

Torrey entró dentro de la casa, llevando a su malhumorado pero finalmente dormido bebé con ella. A Jessica le estaban saliendo los dientes y parecía que el bebé sentía que si ella no podía dormir por la noche, nadie lo haría. Jessica había estado tan rabiosa que Torrey se había ido de su reunión del grupo de escritura antes de lo normal. Dejó a la niña en la cuna, volviendo a la sala de estar. Había visto el coche de Taylor en el garaje y se preguntó si la morena mujer estaría en su habitación. Atravesando el hall llamó a la artista.

Los ojos de Taylor se abrieron de golpe ante la voz de Torrey y casi lanzó a la mujer que tenía sobre ella al suelo.

"¡Mierda!" dijo Taylor, abotonándose rápidamente la blusa y subiéndose los vaqueros. "Estaré fuera en un minuto, Tor".

"¿Quién es esa?" preguntó la joven, tratando de arreglar su falda y su dignidad.

"Mi compañera" respondió Taylor bruscamente.

La rubia agachó la mirada hacia el anillo en el dedo de Taylor y la volvió a alzar a la artista.

"¿Estás con alguien?"

"¿Cuál es el problema?" sonrió Taylor. Había decidido no decirle nada de que Torrey estaba en su vida.

Justo en ese momento Jessica se despertó y empezó a llorar de nuevo.

"¡¿Y tienes una hija?! ¡Eres una zorra!"

Pero Taylor simplemente reía ante la enfadada mujer. Si la noche de placer se arruinaba era hacerle feliz porque no pudiera devolver el favor.

Taylor siguió a la rubia mientras hacía el camino hasta la puerta principal. Pasó junto a Torrey que iba hacia la habitación de la niña.

"Lo siento mucho..." le dijo a Torrey. La joven escritora sólo se mantuvo con la boca abierta ante la joven.

"No lo sabía, quiero decir, no tonteo con mujeres casadas" continuó la mujer para divertimento de Taylor y confusión de Torrey.

La mujer se volvió viendo la mirada divertida en el rostro de Taylor, y entonces anduvo hasta la puerta.

No tan ciegasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora