Enero 1985
Torrey cerró lentamente la carta y la deslizó en su sobre. Miró pensativamente a través de la ventana que daba al blanco paisaje de la bahía. Había sido una buena idea que Taylor usara su Cherokee para ir a trabajar. Había algo seguro en Maine: unas Navidades blancas. Así había sido desde que llegaran allí.
La nieve continuó cayendo fuertemente mientras Torrey consideraba la carta que había recibido. La había leído como una docena de veces, pero no conseguía que su corazón se alegrara con ella. Era la oportunidad de su vida, su mente se lo decía. A su corazón simplemente le dolía la decisión que debía tomar. En ese momento se había dado cuenta de que no importaba lo maravillosa que fuera la oferta, simplemente no podía dejar a Taylor. La realidad era que no se iría. No dejaría la relación que tenían. No eran amantes, pero se querrían la una a la otra el resto de sus vidas. Torrey intentó pretender que eso no importaba. Taylor parecía contenta con cómo estaban, aunque había veces en las que Torrey cogía a la artista en un momento de descuido y la tristeza que su rostro mostraba prácticamente rompía el corazón de Torrey.
La Universidad de Chicago tendrían que hacerlo sin ella. Leyó una vez más la carta. El profesor John Armistead, jefe del Departamento de Filología Inglesa, le preguntaba si quería aceptar un puesto como su ayudante. Un buen trabajo, buen sueldo, y la oportunidad de trabajar en su Máster llamaba a su puerta, pero sólo si Taylor estaba allí para compartirlo todo con ella. Recordó lo divertido que fue enseñarle a Taylor los rincones de Chicago y llevarla a alguno de sus lugares favoritos, donde Torrey había crecido.
Todo comenzó con una manera simple de conseguir dinero e ir de viaje a Chicago. El supervisor del grupo semanal de escritores de Torrey había proyectado que ella sería perfecta. Un amigo de él estaba haciendo una investigación para un nuevo libro de éxito que estaba escribiendo sobre Literatura Inglesa y estaba buscando a alguien que pudiera dedicarse algunos fines de semana para echarle una mano. Torrey aceptó la oferta y Taylor y ella fueron juntas allí por primera vez. Después de ello, Taylor le dijo que tenía más sentido que ella se quedara en casa con Jessica para que Torrey pudiera concentrarse en hacer un buen trabajo. Había trabajado mucho, la carta que tenía entre sus manos era una buena prueba de ello.
El teléfono inalámbrico sonó y saltó ante el sonido. Rápidamente se lanzó hacia el aparato para que Jessica no se despertara, contestando al primer timbrazo.
"Hey, Little Bit, Feliz Año Nuevo. El tiempo no es adecuado ni para hombres, ni para bestias, diría yo... ¿Necesitas que lleve algo a casa?" surgió la voz de Taylor a través de la línea telefónica.
"Sólo a ti" sonrió Torrey, reconociendo el sonido del teléfono del coche de
Taylor. "¿Estás muy lejos?"
"En realidad..." ironizó Taylor.
El sonido de la puerta del garaje abriéndose llevó a Torrey a mirar por la ventana y vio la marca familiar del Jeep Cherokee marcada en la carretera y en la entrada del garaje.
"Eres mala" rió Torrey y colgó el teléfono mientras Taylor comenzaba a reírse.
Taylor se quitó los guantes y la bufanda, colgando su larga chaqueta de cuero en el armario de la entrada antes de entrar en la sala de estar.
"No creo que mi sangre californiana llegue nunca a acostumbrarse a este tiempo" dijo la artista, yendo hacia su amiga y dándole un pequeño beso en la frente.
"Debilucha..." respondió Torrey con una sonrisa.
"Sí, claro... mira lo débil que se siente" dijo Taylor mientras se inclinaba, apoyando sus manos congeladas en el cuello de la mujer.
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No tan ciegas
Romance* Novela de LJ MAAS Torrey Gray y Taylor Kent son mejores amigas desde la universidad, en un punto de su vida tomaron rumbos diferentes, 15 años después una petición desesperada las volverá a unir. El miedo a decir nuestros sentimientos puede ser...