Hidromiel.

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Llegamos al mes de octubre y necesitábamos vacaciones, las tareas, mi curso de teatro el cual habría un nuevo proyecto para el verano, los reportes que tenía que enviarle a papá sobre la forma de trabajo de Emmanuel, que por cierto aún no le entregaba las botellas de hidromiel que le había mandado. El jueves llegando a la oficina y después de guardar el equipo de la laptop y el proyector, lo miré algo fastidiado.

-¿Ya le hace falta descansar?

-Al igual que a ti. 

-¿A qué hora sale hoy?

-A la misma hora que sales de teatro.

-¿Pasa por mí?

-¿Y eso?

-Quiero invitarlo a mi casa.

-¿No hay ningún inconveniente?

-No ¿y usted?

-Tampoco. 

-Entonces, ¿ya nos vamos?

-En 10 minutos más. 

No hablamos más, solo daba vueltas en la silla que ocupaba mi padre a diario y él sentado en la otra silla. Pasaron los minutos establecidos y ya no quería moverme de ahí.

-Ya tenemos que irnos. 

-No quiero, si quieres vete tú.

-Te aprovechas porque no esta tu padre. Pero yo también estoy anotando cada uno de tus pasos como tú lo haces.

-Eso no se vale. 

-Está bien, ya hay que irnos. 

Llegamos a la preparatoria y cada quién tomo su camino. Pasaron las horas y todavía faltaban 20 minutos para que terminara mi clase de teatro cuando llegó él.

-Ah... perdón, pensé... me voy.

-Tranquilo Emmanuel, pasa. 

Terminó la clase, Marcial, Emmanuel y yo nos quedamos al final para hablar sobre Miguel y como este trataba de dar conmigo de alguna manera, después salimos de la escuela y Emmanuel y yo nos encaminamos a casa. 

-¿Mañana tienes clases?

-No ¿y tú?

-Menos. 

-¿Te quedarías en casa?

-Sino te incomoda, me quedo contigo.

-Gracias. 

Llegamos a casa, dejamos nuestras cosas en la sala y comenzamos a platicar como si tuviésemos años sin vernos, comimos un poco del intento que comida que hacía en la ausencia de mi madre; picadillo, agua de pepino con limón y gelatina de chocolate para el postre. Después de que probó el primer bocado lo miré seriamente y le dije:

-Sino le gusta puede dejarlo y le pediré algo de comida.

-Así está bien. Gracias.

-¿Seguro? También puede preparar su propio alimento.

Ya no dijo más y siguió comiendo, después de haber terminado me miró y dijo:

-Mis felicitaciones al chef.

-Le diré a mi tío cuando venga a traerme más comida.

-Ah... pensé que tú...

-Por favor, no me haga reír, sí fuera por mi cuenta, ya hubiera quemado la casa.

Recogimos la mesa y lavó los trastes que usamos.

-¿Quieres gelatina?

-En un rato más. 

Lo llevé a la oficina que ocupaba papá cuando tenía muchos trabajos, ahí estaban las botellas de hidromiel, saqué la caja que estaba abajo del escritorio.

-Lo invité a casa para que recogiera esto que le manda mi padre. No lo se lo entregué antes por miedo de que se rompieran en el camino.

-¡Hidromiel! me encanta, pero... ¿cómo? 

-No olvide que estuve en su casa.

-Tienes razón, la niña estuvo revisando mis alacenas. 

-No se enoje, mejor le invito a que nos tomemos una copa para hacer la digestión. 

Salí de la habitación por unas copas, total... ¿qué es lo peor que podría pasar? 


Nota del autor: 

La hidromiel es una bebida alcohólica parecida cerveza donde la cebada se sustituye por la miel. 


La hija de mi profesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora