8. Un Regalo

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-No pensaras en volver a Tenochtitlan ¿Cierto?- preguntó Cortes a Tlahuicole, quien mostraba un hambre y sed de venganza, a pesar de sus cientos de golpes y las corrientes de sangre que salia de su boca y heridas.

-No tengo que pensarlo, tengo que hacerlo. No permitiré que me derroten como a ti "Sanuitstli"- le respondió a Cortes mientras tomo su yelmo en forma de burla, y lo arrugo con tanta facilidad.

-No era necesario que hicieras eso animal. Usa tu cabeza antes de actuar, debemos esperar a recuperar hombres y fuerzas...- decía Cortes molesto.

-Nunca dije cuando volveré- respondió Tlahuicole.

Cortes y Tlahuicole se encontraban en Cacaxtla con sus pocos hombres, un poco mas nativos que españoles, lo único que les quedaban eran unas docenas de caballos y unos pares de armas de asedio. La ciudad nunca se había encontrado en actividad constante, cientos de artesanos y herreros se movilizaban en recargar al Ejercicio Conquistador con armas, armaduras y alimento. Por si no fuera poco, grupos armados llevaban esclavos de otras regiones conquistadas para luchar contra el Imperio Azteca.

El el palacio del Tlatoani Xicotencatl, había un grupo de estrategas y sargentos dando múltiples opciones para recuperarse y regresar a la guerra. Llegaron Cortes, Alvarado y Tlahuicole a la habitación.

-Déjenos solos...- dijo el tlatoani Xicotencatl a Alvarado y el resto de gente que estaban con él.

-¿Tus hombres están cuerdos? Después del repentino ataque que dio nuestro Señor del Espejo Humeante no quiero que el miedo se apodere de ellos, de sus mentes débiles...- preguntó Xicotencatl a Cortes con un tono burlón.

A pesar de que algunos de sus hombres oraban piadosos a su Dios, Cortes omitió aquel problema y cambio a un tema curioso -¿Cuanta madera puedes conseguirme?-

-Depende en que quieres gastarla, pero llevara tiempo, por si no lo has notado nuestra gente nos esta preparando armas- contesto Tlahuicole.

-Quiero contruir barcos. Barcos grandes, fuertes, y portables- contesto Cortés astuto.

-Barcos... ¿Para qué?- pregunto Xicotencatl.

-Nuestro enemigo en común es fuerte en tierra, enviaras a tantos hombres como puedas y cada uno caerán bajo sus lanzas y no podrás hacer nada. Sin embargo, mi fuerte es el agua, los conocimientos navales podría aplicarlos en el lago y así tomaremos la capital azteca sin problemas...- contesto Cortés.

-Tus "barcos" parecen requerir mucha madera, por lo que la demanda no se puede cumplir tan rápido, necesitamos tiempo y hombres- dijo Xicotencatl molesto.

-No importa, que no pase más de cuatro meses, mientras tanto enviare grupos de mis hombres al lago, necesito hacer algunos cálculos antes de poner en marcha mi plan, y también tengo otros trucos para perjudicar a Tenochtitlan y sus niños jugando a gobernantes y protectores- contesto Cortés sombrío.

-Bien, tu obtendrás tus recursos, y Tlahuicole... Tu maestro exige tu presencia al occidente, tiene un regalo para ti- comento Xicotencatl.

-Si, ya me había informado. Espero que el enano no nos haga perder tiempo- dijo Tlahuicole burlón a Cortes, al retirarse lo empujó.

El Emperador Tlaxcalteca, Maxixcatzin, llego a Cacaxtla con su guardia real para obtener informes de la conquista, a pesar de los resultados Maxixcatzin refrendaron su alianza. Mientras todo los preparativos para continuar la conquista estaban en proceso, Cortes cabalgo a su Villa de la Vera Cruz para recibir a gente de la corona y hombres santos que han sido enviados en nombre de su rey, Carlos I de España.

Tlahuicole, por su parte, se dirigió a donde su maestro lo esperaba, Tezcatlipoca. Al centro de la grande sabana tlaxcalteca, a este de Cholula, al frente de unos cerros, estaba con su ejercito de inmortales putrefactos, todos con una llamarada luminosa saliendo de sus ojos, dirigidos por  Itztlacoliuhqui. No podían faltar las bestias del señor Oscuro, sus decenas de nahuales, grandes y extremadamente terroríficos.

-Mi alumno mas preciado... Que orgulloso estoy- dijo Tezcatlipoca a Tlahuicole, nunca se le habia visto tan contento desde la muerte de Quetzalcoatl.

-Dígame mi señor...- Tlahuicole siendo fiel a su "unico" dios.

-Te tengo un regalo y un recordatorio. Matar al resto de dioses me ha permitido obtener sus poderes, y darle un magnifico uso... Aquí tienes, un ejercito completo, variedad de fuerzas, miles de lo que una vez fueron "hombres" dispuestos a asesinar a cualquiera que se cruce en tu camino...- Tezcatlipoca saca detrás de su espada un hacha azteca enorme y filosa -Con esta hacha obtienes poder y mando sobre ellos, seras imparable, y no solo obtendremos Tenochtitlan, vamos por todo el mundo, por los demás dioses, por los  Hombres, y juntos... Haremos este mundo hogar del caos, y consumiremos mas que reinos. Pero antes... tienes que prepararte mentalmente para la ultima batalla- Tlahuicole tomo el hacha, y Tezcatlipoca finalizo sus palabras poniendo a su guerrero en un sueño profundo mientras se adentraba en su mente, para completar su transferencia de cuerpo.

-¿Estas seguro de que funcionara? Es un humano, aun es débil para ti con toda esa energía- dijo  Itztlacoliuhqui dudoso.

-Hay cosas que no sabes mi distinguido amigo, solo puedo compartirte que Tlahuicole esta listo, y así pasare desapercibido frente a esos inútiles superiores...- contesto Tezcatlipoca.

 Itztlacoliuhqui sabia que algo ocultaba el Dios Humeante, y cada vez que intentaba saber esos misterios, preguntaba, recibiendo solo un gesto amable, una sonrisa, sinica y despiadada.

Mixcoatl - Heredero PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora