DISFRACES

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No sé cómo me he dejado convencer para algo así pero aquí estamos, en Madrid. Es la una de la madrugada del 1 de enero y llevo una peluca de cotillón junto a un antifaz. Según mi hermana era lo mejor para pasar desapercibida. En un primer momento me enfadé al grito de "¡Ni que fuera yo la mitad de famosa que Lady Gaga para tener que esconderme!" Su explicación posterior cobró más sentido para mí.

-No te escondes de los fans sino de esa gente que puede hacerte daño con sus palabras en una noche en la que todo el mundo va pasado de rosca- afirmó preocupada. Al final cedí. También me tranquiliza ver que hay otras miles de personas ataviadas con lo mismo. Al menos no me siento ridícula. María y África caminan unos pasos por delante de nosotras, lo bastante borrachas como para asegurar que saben perfectamente a dónde van cuando sabemos que no es cierto. Hemos cenado con ellas. Todas llevamos puestas las dichosas pelucas y antifaces.

-No veas cómo me pica- digo rascándome la nuca.

-Normal, no han costado ni un euro cada bolsa de cotillón. Seguramente mañana nos levantemos todas con únicamente dos pelos en la cabeza, como Homer Simpson- dice Marina riendo.

-Pues qué bien- respondo riendo también al imaginarme la escena.

-Como imagen de portada de disco quedará fantasiosa cariño- dice África alzando los brazos. Continuamos caminando mientras pienso en qué estará haciendo Natalia ahora mismo. Durante los conciertos en el Palau Sant Jordi nuestra relación fue cordial, por así decirlo. Intercambiamos unas cuantas frases en dos días pero siempre acompañadas por todos y compartí habitación con Noelia en la noche de hotel. Hace una hora que nos hemos felicitado el año vía mensaje de manera cordial. Dejando eso a un lado, nada más. Parece que nos hemos estancado en ese estado de dejadez en el cual ninguna dice nada. Ella porque prácticamente le ordené no hacerlo y yo porque sigo pensando que su punto de vista está mal. Sé que puede que me equivoque pero no soy fácil de convencer con según qué cosas, todos tenemos defectos supongo. Llegamos hasta una pequeña plaza abarrotada de gente. No sé cómo lo han hecho África y María pero ya van con una cerveza en la mano. La primera lleva una peluca verde y la segunda amarilla. La mía es rosa y la de mi hermana azul claro. Los antifaces de cartón van a juego. Me dan una cerveza mientras intentamos atravesar a la gente para llegar a un lugar que esté un poco menos abarrotado. Una chica se me queda mirando frunciendo el ceño a mi paso. Sonrío porque creo que sospecha quién soy pero no se atreve a seguirme para decirme nada. Mi hermana, que va delante de mí, me agarra de la mano para que no me pierda. Levanto la vista un momento y, por un instante, durante apenas un segundo, me parece ver a Natalia entre la gente. A tan solo unos diez metros de nosotras. Camino arrastrada por mi hermana mientras tengo la vista fija en la zona en la que la he visto, me pongo de puntillas pero ya no hay ni rastro de ella. Al fin llegamos hasta una zona en la que se puede respirar.

-He visto a Natalia- afirmo muy segura mientras intento recobrar el aliento. María y África se sientan en un muro saliente en el que otras personas también permanecen sentadas o que utilizan para poner sus bebidas.

-¿Qué dices?- pregunta María extrañada. Mi hermana me mira con la boca abierta.

-Os juro que he visto a Natalia- me subo el antifaz dejándolo sobre mi frente. Os lo juro.

-Cariño, yo la he llamado antes y me ha dicho que estaba con su familia- afirma África para, acto seguido, darle un trago a su cerveza.

-¿Te ha dicho dónde?- pregunto con curiosidad.

-No hemos profundizado tanto en la conversación- responde frunciendo el ceño.

-Juraría que era ella- digo mirando hacia la multitud.

Jungla de Espejos (Albalia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora