Capítulo 1: La ira de Thor

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Nota:La mayoría de personajes de esta historia así como el universo en el que esta ambientado pertenece a Marvel salvo los personajes de mi invención, la copia de esta obra esta prohibida

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Elena, una periodista de Nueva York, vivía en Puente antiguo haciendo una investigación para el periódico del New York Times en la que ella trabajaba sobre el estilo de vida de los pueblos fronterizos a México y había escogido Puente antiguo para su investigación y llevaba ya casi un mes viviendo allí.

Ese día, como todos los días, caminaba hacia la cafetería donde siempre tomaba el desayuno, Puente Antiguo era demasiado pequeño así que a cualquier lugar que quisiera ir solo tenía que caminar.

—Hola Izzy —saludó Elena a la señora que atendía la cafetería.

—Hola Elena, ¿lo de siempre?

—Si por favor —dijo Elena, ella siempre desayunaba un café late con unos panqueques.

En eso escucho que una taza se rompía, ella volteó inmediatamente a ver qué había pasado, una mujer castaña levantó los trozos.

—Lo siento Izzy fue un pequeño accidente —excusó la mujer—. ¡¿Y eso que fue?!

—Esta delicioso quiero otro —dijo un hombre de pelo rubio.

—Sólo tenías que pedirlo —explicó la mujer.

—Eso hice —replicó el hombre.

—No pídelas con delicadeza.

—Pero no te falte el respeto —refutó el hombre.

—Entonces no rompas más cosas —dijo la mujer, Elena sólo sonrió.

—Vaya accidente eh —comentó Elena.

Izzy sólo sonrió sarcásticamente, entonces entraron dos hombres a la cafetería, Elena se limitó a tomar su café

—Lo de siempre Izzy —pidió uno.

—Te perdiste de toda la diversión allá en el cráter.

—¿Diversión? —preguntó Elena.

—Si, nos estábamos divirtiendo con el satélite hasta que los federales llegaron.

—Disculpe, dice que lo que se estrelló era un satélite —preguntó la mujer, en su mesa había dos hombres, uno era el que rompió la taza y otro era más mayor y además había otra chica con lentes.

—Si, dijeron que era radioactivo y yo lo toque por todos lados.

—¿Cómo dice que era el satélite? —preguntó otro hombre un poco mayor que estaba en la mesa de la mujer.

—Pues...no sé nada sobre satélites, pero...era pesado...es decir nadie pudo levantarlo.

De pronto el hombre más joven se paró, se acercó a la barra y lo tomó del hombro.

—¿Dónde está? —preguntó el hombre.

—75 kilómetros al oeste —respondió, este salió de la cafetería y la mujer lo siguió—. Yo no perdería mi tiempo todo el ejército venía cuando nos fuimos.

—Aquí esta Elena —dijo Izzy sirviendo el plato

—Gracias Izzy —contestó Elena.

—¿sigues deprimida por lo que pasó la otra noche? —cuestionó Izzy.

—No soy buena escogiendo hombres ¿verdad?

—Oye, hombres buenos hay en el mundo —alentó Izzy—. Como aquel que acaba de salir.

Príncipes desterradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora