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—Dejame recalcular lo que me acabas de contar– Daniel suspiró y abrió los ojos bien sorprendidos, haciendo muecas como si discutiera consigo mismo mentalmente:–¿Te gusta Sol?

—Si.

—Y se lo dijiste.

—Si–contestó Mateo un poco avergonzado.

Daniel se tapó el rostro sin poder creerlo.

—¿Estás seguro, boludo? Tenés tiempo de arrepentirte.

—Dale, hermano, no me jodas.–Mateo se colocó los lentes de sol para mantener más escondido su mirada de boludo.

Luego de su declaración, Sol solo salió corriendo de la pieza, desapareciendo varias horas de la cabaña. Mateo no sabía cómo tomarse esa huida. Cuando apareció, la familia había vuelto y Mateo no jodió con el tema.

Al otro día, luego de aquel incidente, todos fueron a la playa. Mateo tuvo que encontrar el momento perfecto para que Daniel estuviera solo. Le daba más vergüenza si la novia escuchaba la patética declaración persa que él había hecho. Demasiada humillación. De todos modos, Daniel no era para nada sentimental. No se tomaba en serio lo que Mateo le contaba.

—Boludo en estos catorce años de vida qué tenés, conociendo y conviviendo con ella, bancandote todas las cagadas que se mandó y tuviste que pagar injustamente, venís y me decís qué te gusta, Sol–Daniel no entendía– más de un mes que estamos acá. ¿Entendes la cantidad de diferencia que hay entre mes y año?

Claro que lo entendía.

Pero es que Daniel no veía las cosas de la misma manera que Mateo. Si, odió a Sol toda su vida, pero por varios motivos que nunca se planteó. Uno, los padres los obligaban a estar juntos, constantemente, donde iba él, también iba ella. Dos, también se encargaron de hacerlo sentir un inútil al lado de Sol, diciendo que ella era más capaz de muchas cosas que se propusiera, y que en cambio él, no. Fracasado e imbécil eran las palabras de su padre para él, su hijo. Y tres, todo lo anterior, no lo dejó si quiera aceptar que tal vez Sol no era el monstruo que Mateo veía. Y entendía, que los padres de Sol, eran la misma bosta que los padre de él. ¿Conclusión? La culpa era de sus papás por forzar algo que se pudo dar solo.

—Mirá, si ella salió corriendo es porque no te quiere.

Daniel no era tan optimista como Mateo quería. Pero era cierto, ¿Por que saldría corriendo si no? Maldita Sol por acabar con la poco dignidad que le quedaba.

—No me importa–mintió Mateo–. Yo solo quería decírselo, tampoco es que le pedía casamiento.

—Las mujeres son así de exagerada, bro. Juegan con vos, te maquinan la cabeza, y luego se van a la bosta con el primer ñeri que encuentren.

Mateo arqueó la ceja, mirando a Daniel. Al parecer tenía experiencia con el tema.

Mateo se sentó en la reposera, al lado de Daniel. Al final, contarle sus problemas a su amigo había sido un error. Undderdan era más frío que una heladera.

Se colocó los lentes de sol. Las tres familias estaban en la playa que frecuentan siempre.

Faltaban menos de dos semanas para volver a la rutina y dejar estás vacaciones que habían sido todo un desafío para Mateo. Los padres de él, estaban fascinado por el lugar y ellos no se querían volver. Sin embargo, todos tenían que trabajar y los jóvenes ir a la escuela. Jamás deseó Mateo que las clases empezaran rápido como ahora. Se quería ir. No quería ver más a Sol.

Y es que, Mateo no dejaba de mirarla. Estaba en frente de él, jugando con su hermanito en el mar, con su biquini que le quedaba de maravilla. Con el sol, ella se había bronceado, haciendo que su piel se oscureciera apenas. Se sentía tan débil y estúpido. ¿Por qué nunca miró con atención el cuerpo de Sol? Sus atributos eran tan...grandes, tan lindos de mirar. Mateo estaba re atraído. No podía evitarlo.

En un momento de distracción, Sol lo buscó a él, con la mirada. Al parecer no esperaba que Mateo estuviera mirándola. Ella le sonrió apenas y luego volvió a mirar a su hermanito que le exigía atención.

Que triste men.

***
—¡Mateo! ¡Mateo! Puta este pendejo es sordo, no sé. Lo llamo y se hace el boludo–se quejó la madre–¡Mateo!

Mateo, apareció por la cocina.

—¿Qué, Ma?

—Te estoy llamando, ¿No me escuchaste?

—Si, por algo estoy acá.

—Hacete el vivo conmigo–su mamá iba a reprenderlo pero luego recordó el favor que le iba a pedir. Cambió su voz a una más dulce, y dijo:–Mi vida, necesito que vayas al supermercado.

—¿Supermercado?

—Si. Acá tenés la lista de cosas que quiero. Que te acompañe Sol.

Mateo colocó una mueca. Sol, claro, total ella estará fascinada con compartir un día con él.

—No va a querer.

—Ahora hablo con ella.–dijo su mamá. Mateo rodó los ojos– Más te vale que no la hagas rabiar como siempre.

Mateo no le dió pelota. Su mamá amaba a Sol. Si te metias con ella, te metias con la madre de él. Ni siquiera era así con su hijo. Igual ya estaba acostumbrado.

Sol apareció al rato en la cocina, sin mirar a Mateo. La madre le volvió a dar las misma indicaciones a ella y les dio un pequeño croquis/ dibujo para que se guiaran y supieran donde quedaba el supermercado.

Mateo sabía que sería un día largo.

***
Wacho, ¿Qué día se comienza las clases en Buenos Aires? Porque re que soy de Mendoza y nosotros empezamos las clases en marzo y lo finalizamos en diciembre.

Te odio - Mateo Palacios/TruenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora