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Las vacaciones llegaban a su fin en menos de tres semanas, y luego la rutina habitual de ir a la escuela y volver al quinto estaban por empezar. Pero Mateo estaba tranquilo. El hecho de tener algo con Sol, de alguna manera, lo mantenía entretenido. Ella era genial.

Habían salido varias veces. Tomaron helado, fueron al cine y también a una plaza lejos de la cabaña. Sol era tan distinta a la que conoció por años que se sorprendió. Era cariñosa, se reía por cualquier boludez que él decía y también su simpatía deslumbraba mucho. En ningún momento sintió que todo era fingido. Estaba encantado.

Mateo le sonrió al espejo del baño luego de cepillarse los dientes. Fue hacia la pieza de Sol. Tocó la puerta y esperó un rato. Ella abrió un poco, asomando su cabeza y su jopo castaño le cubría un poco el ojo.

—Eu–dijo y sonrió.

—Venía a despedirme–susurró Mateo.

Sol asintió y abrió más la puerta para que él entrara. Apenas cerró, Mateo la tomó de la cintura para comerle la boca. Habían estado todo el día queriendo tener un poco de tiempo a solas, pero era imposible con los demás. 

Sol mordió el labio de Mateo y este se quejó de dolor.

—Hija de puta.

Sol río y volvieron a besarse un poco más lento. Abriendo su boca para jugar con sus lenguas. Estaban ambrientos del otro.
La puerta de la pieza sonó.

—Sol, soy yo, Daniel.

Los dos se detuvieron. Mateo arqueó la ceja y miró a Sol. Ella, levantó los hombros sin saber por qué Daniel la llamaba a las dos de la mañana.

—Abajo de la cama–susurró Sol, y Mateo se tiró al piso y rodó a esconderse.

Sol se acomodó un poco el pelo y fingió estar cansada, y antes de abrir la puerta, se aseguró de que Mateo no se viera.

—Eu–Saludó de manera casual. Daniel se rió.

—Wacha, te peleaste con el peine.

Sol rodó los ojos.

—Dos de la mañana y estaba intentando dormir, no sé, no tuve tiempo de arreglarme para vos–ironizó.

—Ja, qué graciosa–dijo Daniel sarcástico.

—¿Qué querés?

—¿Te acordás que a comienzo de mes te comenté que tenía un amigo que vive por acá?

—Eh, ¿si?–respondió un poco dudosa. No sabía a qué iba ese comentario tan a la madrugada.– ¿Qué tiene?

—Me dijo que le presentara una amiga y recordé que vos me habías dicho que querías despejarte un rato.

—Te lo dije como a comienzo de vacaciones, Daniel–Rio Sol.

—Bueno, qué importa. En fin, le dije que vos sos mansa piba y que se van a re agradar. Le pasé tu número y quiere que salgan mañana.

Mateo, debajo de la cama, miraba como los pies de Sol estaban inquietos. Al parecer, ella no se esperaba eso. Y Mateo tampoco, ¿Desde cuándo Daniel se había vuelto cupido?

—No sé, no tengo ganas–Sol rió nerviosa.

—Dale, boluda. Tampoco es que te voy a mandar a cualquier mono. Tiene facha el flaco y es re piola.

—Si pero...–Daniel levantó la mano, interrumpiendola.

—Mirá, ya le dije que sí. Andá si no te cuesta nada. A parte, vivís encerrada acá y mucho no te bancas a Mateo, por lo tanto necesitas salir. Capaz te termina gustando.

Mateo cerró las manos en un puño. Gustar, ajá, como si lo fuera a permitir.

—Esta bien. Veré.

Daniel asintió y le dio una palmadita en la mejilla a Sol, diciendo cómo último:

—No te vas a defraudar.

Y se fue.

Sol cerró la puerta y Mateo salió de dónde estaba. Se veía serio y confundido a la vez.

—¿Está bien? ¿En serio vas a salir con el otro pelotudo?

—¿Tengo opción?

—Si, decir que no–dijo Mateo como si fuera obvio.

—Sabes como es Daniel, insistirá hasta que diga que sí.

—No, boluda, decile que tenés novio.

Sol frunció el ceño.

—¿Y luego? ¿Le digo que vos sos mi novio?

Mateo abrió la boca y luego la cerró. Se había puesto rojo.

—Malisimo. Ni siquiera lo conoces. Puede ser manso violín.

Sol encogió los hombros.

—No sé.

—Malisimo. –volvió a repetir frustrado– No podés salir con él.– Apretó los dientes y se cruzó de brazos.

—Tenemos que fingir que nos odiamos. Tampoco podemos levantar sospechas, Mateo.

—Claro–dijo irónicamente–entonces invito a una piba a salir para que no sospechen que tengo algo con vos.

Sol miró para otro lado. No le agradaba mucho la idea de ver a Mateo con otra chica.

—Hace lo que quieras, Mateo. No te diré que no.

—¿Y por qué no le decimos a los demás que somos novios y listo?

Sol abrió los ojos, le parecía una locura.

—No, ni a palo.

—¿Por qué?

—Ese fue nuestro acuerdo, Mateo. No rompamos eso.

—Wena, ¿entonces tengo que estar bancandome cada salame que salga con vos?–Preguntó Mateo y Sol no respondió.– Andá, salí con él. Me chupa un huevo.

Mateo se acercó a la puerta, re caliente.

—No entiendo por qué te calentas si sabías que esto iba a pasar.

—La verdad que no. No se me ocurrió que ibas a chamuyarte a otros pibes estando conmigo.

—No me lo voy a chamuyar, Mateo. Es para no largar sospechas de que estoy con vos. Mañana le voy a aclarar al flaco que no me pinta salir con él.

—Hace lo que quieras, Sol, total no somos nada.

—Ah, ¿Ahora no somos nada?–preguntó Sol dolida. Mateo no le contestó, simplemente se fue de la pieza de ella, furioso.

***
Espero que mañana les vaya bien en la escuela, chicas! Yo empiezo el lunes.

Si, ya sé, es re tarde para publicar un capítulo y posiblemente nadie lo lea. Pero bueno, así soy ahrr.

Te odio - Mateo Palacios/TruenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora