La mendiga me indicó bastante bien la dirección que le pregunté. ¿Cómo ha sido eso posible? No conozco a esa mujer de nada y ella no me conoce a mí. O, vamos eso creo yo.
Me dediqué a mirar hacia atrás de vez en cuando por si alguien me seguía, lo de la mendiga había sido raro. Finalmente llegué a mi destino sana y salva, eso sí con la mitad de dinero y con mucho frío.
Estaba amaneciendo, se podía ver el sol queriendo asomar por el horizonte y hacerse hueco entre los edificios de la ciudad. Me había pasado casi toda la noche andando. Llegué a la puerta y no tenía llave. Nisiquiera estaba la de emergencia.
Opté por abrir con la horquilla otra vez. Busqué en los bolsillos e intenté forzar la puerta.. nada. Me sobresalté cuando la alarma de seguridad empezó a sonar.
-¿En serio? Oh, vamos -suspiré- ¿¡Suenas ahora!? -chillé- ¿¡Es una broma!? -dejé escapar un grito de frustación-
Le dí una patada a la puerta y me dí la vuelta arrastrando la espalda hacia abajo hasta quedar sentada en la puerta apoyada en ella. Me eché las manos a la cabeza, la alarma seguía sonando. Sirenas de policía se oían a lo lejos.
Qué más podría pasar.
**
La policía me detuvo y me llevaron a comisaría. Tras 1 hora en interrogatorio me dejaron libre. Me encontraba en una sala de espera mientras hacían el informe de lo ocurrido. Sólo se quedaría en eso, en un informe.
Miré el reloj, las nueve de la mañana. Me moría de sueño.
En un momento determinado, me pareció ver una cabellera castaña que me resultaba familiar y en seguida me espabilé. Mis sentidos estaban alerta. El chico llevaba el uniforme de la policía y estaba sentado en una mesa mientras tecleaba en un ordenador.
Levantó la vista y me miró. Me reconoció. Ojos azules mirando a castaños. Cogió el teléfono de su mesa y tras marcar el número comenzó a hablar con la otra persona a través de la línea. Me congelé.
No.
Mierda.
Louis.
Como una bala, salí disparada de aquel lugar. Me abrí paso entre la gente de allí. Varios policías me miraban extrañados y algunos querían que pararme y me llamaban la atención. Me dolían las piernas de tanto correr, ni en educación física en el instituto me había esforzado tanto. Mi resisténcia era más bien baja. Pronto me faltaría el aire.
Al cabo de un rato corriendo por la calle sin rumbo, ví que un taxi aparcado en la acera estaba libre y me metí dentro. El conductor me miró extrañado mientras intentaba recuperar la respiración. Metí la mano en mi bolsillo y saqué el dinero que me sobraba. Se lo ofrecí a cambio de que me llevara a casa. Aceptó. Le dije que se diera prisa, me vió apurada y me hizo caso.
**
Me dejó en la puerta de mi casa y le agradecí el favor. Salí del vehículo y sin pensármelo dos veces estrellé una maceta del jardín contra la ventana de la puerta de atrás. Necesitaba entrar fuese como fuese. Ya limpiaría eso luego.
El teléfono sonó. Me asusté.. ¿debía contestar? ¿Qué hago? Pulsé el botón para dar paso al contestador. Suspiré aliviada.
"¿Lauren? Cariño soy la abuela. Estoy en la ciudad y como tu madre está de viaje he decidido pasarme y hacerte una visita. Llegaré lo antes que pueda."
Oh. La abuela vendrá de visita, al fín algo de buena compañía.
Lo primero que hice fué comer algo y darme una buena ducha que consuguió que mis nervios se calmaran. Después me vestí con el pijama, sí el pijama. No pretendía salir de casa.
Bajé y me dediqué a limpiar los trozos de maceta y cristales rotos de antes y a hacer limpieza general por la casa. Limpiar me relajaba. Mucho.
Qué rara eres..
Mira, ya tardabas en salir.
Al rato sonó el timbre.
-¡Abuela! -dije nada más abrir la puerta-
-¡Pero qué mujer estás hecha! Y qué alta señor.. -comenzó a darme besos y a pellizcarme las mejillas- ¡Guapa!
-Abuela.. -me reí-
Tras hablar un rato me despedí diciendo que estaba algo cansada y me iría a dormir un rato. Me dió más besos y pellizcos en las mejillas y me pude subir a mi habitación.
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