V E I N T I U N O

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Capítulo veintiuno: Macarrones aguados, juegos y necesidad.

Debía ser el peor cocinero del mundo, ni siquiera sabía cómo hacer unos buenos macarrones.

Dejé escapar un suspiro, estaba más que frustrado en estos momentos. Los macarrones eran horribles, estaban aguados.

No sabía qué hacer. Hoseok se había ofrecido a hacer él la comida, pero yo me negué, asegurando que tampoco sería tan dificil y que ya era hora de hacerlo por mi cuenta. El se negó al principio, pero luego le convencí y le mandé al sofá.

Cómo me arrepiento.

— ¿Por qué tan enfadado? —dijo una voz detrás de mí, luego escuché una risita.

Hoseok.

— Simplemente déjame concentrarme en los macarrones, así que puedes irte. —dije, moviendo los macarrones.

Pero sabía que no se iba a ir.

Ya habían pasado dos días desde que de alguna forma, Hoseok y yo empezamos una relación, no le conocía desde hace mucho pero sabía a la perfección que Hoseok era una de las personas más tercas de este mundo llamado Tierra.

El se acercó a mi lado y le miré de reojo.

Entonces puso una mano sobre la mía, frenando el ritmo de mi muñeca.

—No tan rápido, ten un ritmo constante, o de la otra forma lo único que conseguiras será un pure de macarrones. —sonrió, riendose un poco.

Podía sentir mis mejillas empezar a arder una vez que él me soltó la mano, para ponerse justo detrás de mí, con sus manos en mi cintura y con su cabeza entre el hueco de mi cuello y hombro.

Traté de ocultar mi rostro sonrojado, no quería que me viera sonrojado por una tontería como esa. Me odiaba a mí mismo por ser el tipo de persona que se sonrojaba por todo.

Entonces, me sorprendió cuando de repente, agarró mis manos y me hizo darme la vuelta para mirarlo.

Su rostro era divertido.

—Te has sonrojado. Tus mejillas parecen un tomate. —se rió mientras tomaba mis mejillas y las apretaba como si fuera un bebe— Eres el único chico que conozco que se sonroja por eso. ¿Qué pasará cuando te vea desnudo? ¿Te dará un ataque epiléptico? —se rió.

Abrí los ojos de par en par. ¿Cuándo me viera desnudo? ¿Cómo?

Y cómo no, ya podía notar mis mejillas arder de nuevo. Esto era imposible. Debía hacer algo con estos malditos sonrojos, no era normal.

Hoseok vio mi cara de susto y comenzó a reirse más.

— ¡No te rias! —exclamé, apartando sus manos de mis mejillas.

El levantó las manos en señal de rendición. — Vale, vale, como usted mande mi príncipe.

Le dí una última mirada antes de apagar el fuego.

—Porque alguna vez te veré desnudo, ¿no? —preguntó Hoseok, podía notar el tono divertido en su voz.

Me quedé en silencio.

— No me tomes ahora por un pervertido o por un necesitado. Pero supongo que alguna vez tendrá que suceder, es ley de vida. —continuó.

Volví a quedarme en silencio.

— O si quieres puedes quedarte vestido, ya me las arreglaré.

— ¡Hoseok! —exclamé, con las mejillas completamente rojas— No es momento de hablar de eso. —dije, sentandome en una silla, para esperar a que los macarrones se enfriaran.

Él se rió.

Le encantaba ponerme de los nervios, lo notaba.

—Era broma, Príncipe. Eres demasiado sensible. —bromeó, sonriendo como un energúmeno.

Bufé.

Seguía sin comprender a Hoseok. Unas veces era seco, otras no, y otras se burlaba de mí. Él era... ¿extraño?

Sí, eso extraño.

Ambos nos quedamos en silencio durante un momento, Hoseok se había sentado a mi lado y me miraba, yo en cambio miraba mis pies o los macarrones. Después de un silencio incómodo, el hablo.

— ¿Jugamos a un juego?

Levanté la vista.

— ¿A cuál?

El sonrió, buscando el placer. — Al escondite. Te dejaré incluso que te escondas primero.

Levanté una ceja, ¿estaba hablando en serio?

— ¿Enserio?

Él se encogió de hombros. — ¿Por qué no?

Me reí. — Está bien.

Hoseok sonrió. — Contaré hasta veinte. Así que date prisa, Príncipe. —me reí tan pronto como empecé a correr fuera de la cocina para encontrar un buen escondite.

No podía creer ni que estuviera haciendo esto.

Terminé escondido en un armario, en el pasillo. Estaba tan convencido que no iba a encontrarme... hasta que oí la puerta abrirse tan sólo un minuto después.

No había forma en que me hubiera encontrado. Era casi imposible.

—Hice trampa y te seguí mientras te escondías. —dijo, como leyendo mis pensamientos.

Se rió y se acercó a mí.

Fruncí el ceño. — Eres un tramposo. —le golpeé en el brazo juguetonamente, lo que le hizo reirse de mi, por décima vez en el día.

— ¿Sabes qué? Se me acaba de ocurrir un juego mil veces mejor. ¿Quieres saber cuál? —dijo, agarrándome de la cintura y empujándome contra él.

Podía sentir su aliento chocar contra
mi nariz, olia demasiado apetecible. La verdad era que echaba de menos sus besos, no nos habíamos besado mucho en los dos ultimos días, porque yo no era una persona a la que le gustase estar todo el día así.

Pero con Hoseok todo era diferente.

Con Hoseok era todo más, más y más. Nunca era suficiente.

Y ahora necesitaba más que nunca a sus comestibles labios.

Demonios, no puedo creer ni que esté pensando esto. Hace un mes y medio no me imaginaría en esta situación en absoluto.

— Siete minutos en el cielo. —sonrió de lado, formando una pequeña sonrisa.

Me empujó más dentro del armario y cerró la puerta. Me estremecí cuando sentí su aliento contra mi cara, cerca de mis labios.

Hasta que al fin, sentí sus labios chocar contra los míos.

Realmente en este momento los macarrones me daban igual. Me daba igual estar encerrado en un armario a oscuras.

Esto era simplemente genial.

Pero tenía una extraña sensación.

Como si algo malo fuera a suceder.

Pero quizá sólo sean tonterías mías.

¿Verdad?






Me olvidé decirles en el anterior capítulo que voy a ir subiendo los caps rápido y que la historia ya esta llegando a su fin y que mañana o Lunes a más tardar llegue el fin de esta historia.

LaGmez5 este capítulo es para tí, espero te guste, gracias por leer~💜

El Playboy es mi niñero © HopeV Donde viven las historias. Descúbrelo ahora