El bisturí se movía lentamente y con precisión. La sangre salpicando sobre su blanca piel, resbalando sobre ella y manchando su inmaculada pureza.
Completamente inmóvil, horrorizado y paralizado en su propio miedo, su propia angustia, su propio asco, el chico lloraba. Lloraba a pesar de no sentir dolor, lloraba porque solo deseaba despertarse de esa pesadilla que se había vuelto el mundo real.
Aunque, ciertamente, Ho Seok ya no sabía qué era real más.
Quizá era la anestesia, quizá era su propio miedo, quizá era lo enfermo que se sentía, pero el mundo se difuminaba delante de sus ojos y él solo quería que lo hiciera del todo.
Desaparecer.
Hubiera vendido su alma por desaparecer.
Pero el bisturí se seguía moviendo, seguía subiendo desde la parte posterior e inferior de sus oreja derecha. Subía y subía, despacio, muy despacio, hundiéndose cada vez más profundo, separando la piel con cuidado.
Carmesí salpicando en todos lados.
Su agresor siquiera parpadeaba. Estaba demasiado fascinado con su experimento, con su delirio de grandeza, con la belleza de ese precioso muchacho al que iba a transformar en la criatura más bella que hubiera en la faz de la tierra.
Siguió cortando, hundiendo el bisturí lo suficiente como para que terminar de separar aquello que pretendía arrebatarle a Ho Seok del cuerpo. Tenía su mirada felina, aterradora, posada en la oreja ajena, esa que pronto tuvo en la mano mientras la sangre manchaba el cuerpo de Ho Seok, la cabeza de Ho Seok. Se deslizaba despacio ese líquido rojo por encima de su pálida piel, goteaba. Al llegar a su mandíbula goteaba hasta sus hombros, de forma rítmica, como si se tratara de un instrumento musical.
Ho Seok cerró los ojos al verla aterrizar en la bandeja y las lágrimas se precipitaron con más fuerza desde sus párpados cerrados. Dos cascadas transparentes iguales a la roja que nacía en aquella parte de su cabeza que correspondía a su oreja derecha, esa que ya no estaba allí.
Chang Kyun continuó pronto con la izquierda. Ajeno, quizá ausente, al sufrimiento de aquel ser tan hermoso, tan puro, sobre el que enterraba el filo cortante del instrumento quirúrgico.
Se deshizo de ella con la misma lentitud con la que lo hubo hecho con la oreja derecha y pronto la dejó abandonada junto a la otra.
Una sonrisa se formó en sus labios nada más acabar y pronto le sujetó las mejillas, obligando a Ho Seok a abrir los ojos y encarar a su agresor con sus párpados medio cerrados, con su mirada suplicante y su rostro lleno de lágrimas que aterrizaban en las comisuras de sus labios.
Chang Kyun se inclinó, juntó sus labios con los ajenos brevemente, antes de acercar su rostro hasta los orificios que habían quedado tras retirar las orejas del muchacho.
"Sé que ahora no oyes demasiado bien" le dijo "pero no te preocupes que pronto lo arreglaré"
El chico de piel pálida gimoteó mientras aquellos dedos se enterraban en sus mechones de cabello decolorados y teñidos hasta haberse vuelto blancos. Gimoteó mientras se veía obligado a abrir las piernas para permitir que Chang Kyun se instalara entre ellas, cuando aquellos dedos se posaron en su nuca y empujaron su cabeza hacia adelante hasta que su frente chocó contra el pecho del que era su secuestrador.
Se preguntó qué había hecho para que el menor se obsesionara con él.
Pero no era nada que hubiera hecho, no. Era algo que Ho Seok tenía.
Su apariencia era demasiado bonita y Chang Kyun se había obsesionado nada más verle. Quería tenerle, necesitaba poseerle. Hacerle suyo. Y no de una forma carnal. Sus sentimientos eran muchísimo más literales. Quería que le perteneciera solo y únicamente a él. Quería transformarle en el ser más hermoso sobre la faz de la tierra.
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Gloomy April » MONSTA X. Short Stories.
HorrorTodos ellos sabían que el amor brotaba como las flores en abril, con paciencia y sin prisas. Pero su amor florecía rojo en el infierno porque era falso, porque ellos no amaban a las personas a las que amaban. Amaban mancillarlas y poseerlas. Solo qu...