Won Hee a veces tenía pesadillas. Más veces de las que tenía sueños bonitos, más de las que podía recordar incluso. Eran sueños muy nítidos, muy gráficos, que dejaban una espantosa impresión en ella y le impedían volver a dormir.
Eran todos del mismo estilo, todos igual de aterradores. Siempre tenían un matiz distinto, uno que hacía que Won Hee estuviera segura de que no era el mismo mal sueño una y otra vez, sino el mismo acontecimiento que se repetía sin pausa, sin que tuviera un modo de detenerlo.
Empezaba siempre del mismo modo, varios objetos afilados que se sentían como cuchillos ascendiendo por sus piernas hasta el interior de sus muslos. Allí apretaban como si se tratara de manos y aquellos objetos punzantes fueran solo uñas y ellas la herían, la herían hasta hacerla querer chillar de dolor con sus cuerdas vocales que, agarrotadas por el miedo, no podían emitir ni un solo vocablo. Un aliento en su nuca, la misma presión en su vientre, en sus mejillas o en su nuca. A veces en uno de esos lugares y luego en los demás, otras veces solo en uno. Nunca en el mismo orden, nunca del mismo modo, pero siempre amenazándola, siempre haciéndola sangrar.
Después se despertaba abruptamente, con el corazón acelerado y su respiración agitada.
Las primeras veces había revisado su cuerpo en busca de heridas, de roces, de algo, sin hallar nada, tan sorprendida del realismo de la sensación que percibía, de su dolor, de su miedo, que le costaba creer que aquello hubiera sido un sueño y nada más.
Habían empezado siendo muy violentos, tanto que ella terminaba cubierta de sangre y preguntándose cómo seguía viva después de tanto dolor, de haber perdido tanto de ese líquido carmesí que fluía por sus venas. Con el paso de los meses, se habían vuelto menos sanguinarios. El roce de esos objetos punzantes había dejado de provocar heridas en su piel para volverse algo que resultaba aún más aterrador por la incertidumbre.
Won Hee se había preguntado mil veces por qué tenía esos sueños, cómo podía hacer para pararlos. Había empezado tanto a temer dormir que había pensado incluso en el suicidio como solución plausible.
Estaba siempre cansada, siempre aturdida, siempre aterrada. Solo podía pensar que había perdido la cabeza, que estaba enloqueciendo de una forma fatídica y lamentable.
Hasta que esa noche descubrió que nunca habían sido sueños.
Delante de ella, impasible, estaba aquello que la había atormentado durante meses.
Debía medir tres metros de alto y estaba arrodillado frente a ella, con su piel tostada, sus uñas largas y dos cuernos de cabra asomando entre sus cabellos morenos. Un demonio que la miraba fijamente mientras Won Hee no podía mover ni un solo músculo. No sabía si era él, no sabía si era el miedo, pero estaba completamente paralizada.
Ese ser no solo era enorme, sobrenatural y mortífero, además tenía el rostro de la persona a la que Won Hee había matado diez años atrás.
La persona a la que ella temía más de lo que nadie podía temer a cualquier demonio.
"Hyun Woo" susurró ella.
Con un nombre, con una cara, todo cobró sentido de pronto. Won Hee entendió que no había nadie más que pudiera odiarla tanto, que pudiera desear herirla tanto. Recordaba los reproches, las burlas, los golpes. Recordaba preguntarse una y otra vez en qué momento había empezado él a odiarla tantísimo como para herirla de esa manera. En qué momento su hermano se había convertido en un monstruo de ese calibre.
Aunque estaba asustada, su mente no podía parar de pensar en cómo el aspecto actual de Hyun Woo reflejaba tan bien lo aterrador que él había llegado a ser.
Cuando el demonio desvió sus ojos por un instante hasta el colgante que su novio le había regalado a ella meses atrás, Won Hee en seguida se dio cuenta de cuándo habían empezado esas pesadillas.
Siquiera después de muerto iba a soportar compartir a su hermana menor con alguien más.
"Te lo dije mil veces, princesa" murmuró Hyun Woo "no hay lugar en el mundo en el que puedas escapar de mí"
Como si se tratara de un mal sueño, de entre las juntas del suelo de madera empezaron a brotar ríos y ríos de sangre. Mojaron sus pies y las rodillas y piernas de él, borboteando sin control hasta que, en un parpadeo, aquello había sido no más que un espejismo.
Sin embargo, tras ver eso ella supo que su Ki Hyun no iba a poder regalarle ningún otro collar ni ella ni a ninguna otra mujer nunca más.
Showho | 2019.08.05
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Gloomy April » MONSTA X. Short Stories.
TerrorTodos ellos sabían que el amor brotaba como las flores en abril, con paciencia y sin prisas. Pero su amor florecía rojo en el infierno porque era falso, porque ellos no amaban a las personas a las que amaban. Amaban mancillarlas y poseerlas. Solo qu...