Él siempre había tenido la sensación de ser alguien. No alguien importante ni mejor que los demás, pero sí alguien.
Sin embargo, un día, como si aquello hubiera sido no más que un sueño fugaz, aquella sensación desapareció y él quedó desamparado. Como una cucaracha muerta olvidada en un contenedor de basura.
Había sido al principio de la edad adulta, quizá un poco antes.
No importaba bien el momento. Simplemente, lo cierto era que hubo alguien que, en cierto momento, le arrebató tantísimas cosas que le hizo dejar de considerarse persona, que le obligó a dejar de considerarse persona.
Nunca creyó que caería en semejante espiral de violencia, que se vería atrapado en tanto dolor, en tanta codicia. Que la obsesión pudiera darse de esa forma y arrebatar tantas cosas a víctima y verdugo.
Lo llamó autodestrucción. Un estado inanimado de desintegración absoluta, de aniquilación de hasta el último pedazo, descrita en una simple palabra que jamás podría expresar ni explicar su propio significado. Era solo un conjunto de sílabas de algo que solo podía entenderse experimentándose y nada más.
Los términos eran, cuanto menos, vagos e imprecisos.
Un grito y la paz se rompió. Una queja. Un llanto.
De pronto la tranquilidad que Hyung Won buscaba se resquebrajó en menos de un parpadeo.
"No me hagas ponerte una mordaza otra vez, Ki Hyun" le advirtió tras un suspiro largo.
Cuando el filo de la cuchilla volvió a hundirse en su piel, la espalda del más bajo se arqueó violentamente y su cuerpo tembló con más fuerza.
"Wonie..." susurró, en un gemido tan confuso que Hyung Won no estuvo seguro de si el otro estaba al borde del desmayo o de un orgasmo.
Ciertamente, lo único que Ki Hyun sentía era dolor. Un dolor ácido y profundo que hacía su respiración agitarse, que hacía a su cuerpo convulsionarse y a su estómago querer devolverlo todo.
Alzó una de sus manos hasta que logró rozar la mejilla de Hyung Won con ésta, tratando de sacar del trance en el que estaba el muchacho de labios gruesos, buscando que parara su atención en él aunque al menos fuera solo un segundo.
"Hy... un... gwo... nie..." farfulló sin fuerzas apenas, con sus ojos y sus mejillas anegadas de lágrimas, con su vientre empapado en ese líquido carmesí que abandonaba sin permiso su cuerpo y que lo estaba manchando todo, incluidas las manos de Hyung Won.
Su plegaria pareció funcionar lentamente y, poco a poco, el más alto detuvo aquella mano con la que sujetaba el cuchillo para, tras respirar hondo, alcanzar el cigarrillo que había dejado abandonado a un lado minutos atrás.
Mientras Ki Hyun seguía temblando, mientras Ki Hyun cerraba los ojos y trataba de tranquilizarse, Hyung Won dio una calada al cigarrillo, antes de apagarlo contra la palma de esa mano que Ki Hyun no usaba para acariciarle la mejilla.
La sorpresa que invadió de golpe al mayor fue enorme. Aun así, siquiera pudo acercarse a la sensación de notar su piel arder de ese modo.
El grito que fue arrancado de su garganta en consecuencia fue todavía mayor que cualquier otro que hubiera emitido jamás.
"¿Sabes lo difícil que es dibujar escamas si no paras de moverte?" le recriminó Hyung Won. "Solo me quedaba la cabeza de la serpiente, pero eres tan cabezota..."
Arrojó el cuchillo con violencia contra la pared y se quitó de encima de Ki Hyun, yendo con prisas a encenderse otro cigarro.
El agredido gimoteaba en el suelo, tratando de retener los siseos que querían escapar sin descanso de sus labios.
"Dolía..." se quejó Ki Hyun en un susurro.
"La belleza duele, Ki"
Le dio una larga calada al pitillo que tenía entre los dedos y de nuevo se dirigió hasta donde el contrario estaba tumbado, para volver a dedicarle toda su atención.
Ki Hyun se encontraba recostado en el suelo, sobre una lona de plástico que impedía que la moqueta terminara manchada de sangre. Hacía que Ki Hyun tuviera la sensación de que Hyung Won terminaría enrollándole en ella y arrojándole a un contenedor cuando se cansara de llenarle de cicatrices que dibujaban mil cosas.
Tenía un árbol cubriéndole toda la espalda, dos alas entre su pecho y sus clavículas y, en su estómago, aquella serpiente a medio terminar en la que Hyung Won trabajaba.
Las heridas de la espalda ya habían sanado y solo quedaban las cicatrices, bien marcadas y bien visibles. Los tallos. Las hojas. Los frutos del pecado representados una y mil veces.
Porque, para Hyung Won, Ki Hyun era el ser más impuro que hubiera existido en el mundo jamás. El pecado personificado al que quería unirse hasta no poder separarse, al que quería poseer hasta no tener nada más que entregar, nada más que dar, nada más que rociar dentro o fuera de él.
Las alas estaban en proceso de sanar y, si bien Hyung Won había esperado a que curaran las de la espalda la primera vez antes de dibujar aquellas alas de demonio, no había tenido la suficiente paciencia como para hacer lo mismo con las alas antes de comenzar con la tercera parte de su ansiado experimento.
Llevó el cigarro hasta los labios de Ki Hyun, quien lo recibió gustoso y le dio una larga calada esperando que, si al menos no el dolor, al menos la nicotina lograra disminuir su nerviosismo y sus náuseas. Que hiciera desaparecer esa sensación de malestar que invadía su cuerpo mientras veía sus heridas sangrar y sangrar. Despacio y solo un poco, pero de forma continua hasta hacerle sentir débil, hasta hacerle sentir sucio.
La decadencia a la que le había arrastrado Hyung Won resultaba infinita. Ki Hyun era esa obsesión que había hecho a Hyung Won dejar de ser persona. Era solo un objeto, un esclavo. Cualquier cosa menos alguien. Solo algo inclinado a dar, dar y dar a esa belleza, a ese pecado que era Ki Hyun.
Ki Hyun no quería. No quería esas cicatrices, no quería el amor de Hyung Won a la belleza ni la obsesión que tenía para con él. No deseaba más dolor, ni mas besos, ni más roces de aquellos dedos o aquella lengua encima de sus heridas.
Sin embargo, no tenía a dónde ir.
El mundo era un lugar vacío al que él no pertenecía, donde solo Hyung Won le aceptaba, donde solo Hyung Won sentía algún aprecio por él.
No tenía a dónde ir. Eso era lo peor. Saber que, por muy horrible que fuera lo que deseara hacerle Hyung Won, nunca alcanzaría ni una infinitésima parte del desprecio, rechazo y dolor que recibiría fuera. De personas que no iban a sanar sus heridas, que no iban a darle un techo. Que, mucho menos, deseaban mantenerle con vida.
Estaba atrapado entre un precipicio y un depredador hambriento.
Y ya no sabía si había perdido el valor para arrojarse, o si todavía esperaba que, esa bestia que había ante sus ojos y que le besaba sin ninguna prisa, terminara siendo mansa en vez de un monstruo que estaba convencido de que podría convertirle en la criatura más hermosa sobre la faz de la tierra dibujando sobre su piel la muerte, la destrucción y el pecado que Ki Hyun representaba con su mera existencia.
Hyungki | 2019.03.29
ESTÁS LEYENDO
Gloomy April » MONSTA X. Short Stories.
УжасыTodos ellos sabían que el amor brotaba como las flores en abril, con paciencia y sin prisas. Pero su amor florecía rojo en el infierno porque era falso, porque ellos no amaban a las personas a las que amaban. Amaban mancillarlas y poseerlas. Solo qu...