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Sana y Jihyo son una pareja muy pacífica y tierna.
La mano de Jihyo es pequeña, y encaja perfectamente en la de Sana, mientras caminan por las calles de Osaka.
A Sana le encanta unir los lunares que Jihyo tiene en su estómago con sus dedos en formas abstractas.
Hay un solo inconveniente para Sana; las inseguridades de Jihyo.
Sana sabe que Jihyo nunca ha amado las preciosas arrugas que se forman en sus ojos y nariz al sonreír. Sabe que nunca ha amado su casi imperceptible barrigita, ni sus muslos.
No le agradan los hoyuelos en el principio de su columna, pero Sana ama cada una de esas pequeñas cosas que forman parte de la menor.
A la japonesa le causa ternura el hecho de que Jihyo murmura en sus sueños mientras se remueve hasta llegar a los brazos de la mayor, para luego pasar una pierna encima de las de Sana y aferrarse como un Koala con el rostro enterrado en su cuello.
Claro, Jihyo no demostraba sus inseguridades, pero Sana la conocía demasiado para saber que lo que la menor no decía con palabras, lo hacía con gestos o acciones.
Todos tienen un punto límite, y el de Jihyo llegó cuando compró ropa en internet.
La menor había estado feliz con su elección de ropa hasta el momento de probarse un jean. El pantalón era entubado, y claramente iba a tener que saltar para poder colocárselo, no porque Jihyo estuviera pasada de peso, sino porque esa era la forma del pantalón.
Jihyo rompió a llorar en frente del espejo de cuerpo completo con el pantalón sin cerrar, hundiendo la cara en sus manos.
Sana, quien había estado trabajado todo el día, entró con una sonrisa esperando ver a su alegre novia en la sala viendo algún programa de televisión, más no lo hizo.
Dedujo que estaría en su habitación por lo que se quitó el saco dejando una camisa blanca con pantalones y chaleco azul marino.
Pasó al dormitorio con una gran sonrisa, sonrisa que se desvaneció al ver a su preciosa Jihyo en el suelo sollozando.
Sana se agachó rápidamente a la altura de su novia, envolviéndola en sus brazos a la vez que, en pequeños susurros, le preguntó qué estaba mal.
—Yo estoy mal Sana, estoy gorda. Este pantalón ni siquiera me cierra.—Jihyo no podía respirar de forma tranquila debido a el hipido constante que provenía de su garganta.
—Levantate, miel.—Jihyo negó con su cabeza.—Vamos, corazón. ¿Por mí, si?—Jihyo hizo lo pedido por la mayor, quedándose de pie mientras Sana se colocaba detrás de ella.
—Ángel, no es que estés gordita, es el pantalón. Es un skinnyjean, esos pantalones son entubados, y por lo general tienes que dar saltitos para meterte en él. Dime, ¿Ya lo cerraste?—Jihyo negó de nuevo subiendo la mirada para ver a Sana.
La mayor tomó ambos lados de jean que se aferraba a las letales caderas de la menor, dando un fuerte tirón, el pantalón subió hasta un poquito más arriba del ombligo de Jihyo, sin llegar a la cintura. Sin esfuerzo, Sana subió el cierre y abotonó el pantalón, dejando que sus manos abrazaran el plano estómago de Jihyo.
—¿Ves, miel? No tienes que culparte de todo, Jihyo, y sabes que siempre te amaré de cualquier manera.—Jihyo giró para encontrarse con el cuerpo de su novia, rodeando su cuello con los brazos, Sana entendió la señal y elevó a Jihyo por la parte trasera de las rodillas, cargándola como si de una niña pequeña se tratase.
—Gracias, amor.—Sana había paseado por toda la habitación con Jihyo en sus brazos, haciendo que la menor estuviera a punto de caer en los magnéticos brazos de Morfeo.
—No es nada, bebé. Sabes que amo tus pequeñas cosas.
I'M SOOOOOOOOFT, QUE LINDO CHAMA. Siempre había querido hacer un hurt-comfort, y que mejor manera de hacerlo que con un SAHYO. Además ayer me dio la nostalgia porque andaba escuchanda a los juandi y casi me da una cosa chama. BUENO TRULULUSITOS, espero y les haya gustado como siempre y que le den mucho amor a la estrellita. Los quiero un mundito, usu.
